Gregory Lestrade, para su desgracia, gozaba de una memoria bastante promedia que se transformaba en absolutamente portentosa cuando se trataba de recordar sucesos vergonzosos de su vida, por eso recordaba perfectamente las dos veces que había hecho una pedida matrimonial. La primera había sido a su novia del instituto, Kitty, nada más salir de la academia de policía, aún no sabía ni por qué lo había hecho, suponía que porque era joven y le había parecido el paso lógico después de casi seis años de relación, pero en cualquier caso la había invitado a cenar al restaurante al que siempre solían ir y se lo había pedido entregándole una pequeña sortija que era todo lo que en ese momento se podía permitir, recibiendo no sólo un rechazo categórico sino que Kitty se levantara airada y reprendiéndolo delante del resto de comensales lo poco romántico que era. Aunque después la que sería su ex esposa le llamó para decirle que aceptaba con cierta reticencia a casarse con él la ridícula escena que había protagonizado el inicio de su matrimonio debía haberle aventurado que este acabaría en divorcio.
La segunda vez había estado determinado a no cometer los mismos errores, porque a nadie le gusta hacer el ridículo y porque estaba genuinamente enamorado de Mycroft Holmes, que era infinitamente más inteligente y distinguido que su anterior pareja y, por si fuera poco, un omega, todo en contra del pobre Gregory, que si bien tenía un buen puesto como inspector en jefe de Scottland Yard era un beta promedio que encima estaba divorciado, sin duda un partido muy por debajo de lo que un omega puro como Mycroft Holmes, a pesar de ser algo mayor, podía aspirar. Por todas estas razones, había preparado concienzudamente la propuesta. Se había gastado tres meses de su sueldo en comprar un anillo discreto de oro con un diamante pequeño de 24 kilates y había hecho reserva en un restaurante carísimo, solicitando una habitación privada para ambos, hasta había ensayado.
Aun así, todo salió mal. Estaba tan nervioso que se echó parte de la sopa encima, mojando el traje y, peor aún, la corbata que Mycroft le había regalado. Al intentar Mycroft ayudarlo a limpiarse, Lestrade lo había manchado a él también en un intento amable de apartarlo que terminó con que la parte trasera de la chaqueta de su pareja acabó apoyada en un plato con salsa de castañas. Tras todo esto, Lestrade decidió no pedirle matrimonio en esa ocasión, pero Mycroft, que sabía bien sus intenciones, terminó la cena enfurecido al ver que se había acobardado y le arrancó la cajita de terciopelo de la chaqueta, la abrió y se colocó el anillo en el dedo mientras decía muy decidido "Sí, quiero".
Solía decirse que a la tercera iba la vencida y Lestrade esperaba que aquello fuera cierto, porque no quería volver a hacer el ridículo.
Todo era tan diferente, no era como las otras dos veces, sabía que tenía el "sí" asegurado, porque en todo aquel proceso duro que habían pasado juntos Mycroft no había dejado de expresarle sus deseos de seguir juntos, negándose a concederle el divorcio y volcándose en convertirse en un mejor padre y esposo, sin embargo, Greg estaba igual de nervioso que si fuese la primera vez y es que sentía que le debía algo mucho mejor a su marido.
Sus ojos enamorados viajaron hacia el vientre abultado de Mycroft, que estaba sentado en el sofá, con Ethan entre sus brazos de lado, apoyando como podía se cabeza encima de la curva donde sus hermanos estaban bien protegidos, mientras Christopher y Evangeline estaban cada uno a uno de sus lados, bien juntos, apoyando la cabeza cada uno en un hombro de su madre. Sin duda el omega debía sentirse un poco sofocado, pero no sé inmutaba por ello mientras les leía cálidamente. Quería decírselo ahora, casi quería gritarlo y a la vez tenía miedo de romper tal perfección, porque no creía hasta entonces que pudiese estar más enamorado ya d ello que estaba y Mycroft Holmes le había demostrado que sin duda se equivocaba.
—Papi, ¿no vienes? —preguntó Evangeline mientras se reacomodaba con un suspiro de felicidad contra su madre. Su pequeña estaba radiante desde que su madre había hablado con ella, mucho más alegre y relajada. Lestrade sonrió con ternura.
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Caminos cruzados (Hannigram/Johnlock/Omegaverse)
FanfictionMeses después de sobrevivir a la caída, Will y Hannibal deciden instalarse en Londres buscando tener finalmente una vida "normal" como una pareja de alfa y omega. A pesar de vivir juntos su relación no es la mejor y cada día parece deteriorarse much...