Alec

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Quema.


Quema

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El recuerdo de la sensación de ardor recorrer mi cuerpo, del sufrimiento constante en cada rincón de mi ser. A pesar de ser un recuerdo muy lejano, a veces mientras leía deja de concentrarme en las letras y divagaba en lo más profundo de mi mente. Muy profundo.

Ese recuerdo de mi cuerpo ardiente, por un momento pensé que trataba del ardor que sentí cuando me transformaron; pero no lo era. El sonido de mi piel achicharrarse y el olor nauseabundo que esta tenía. Si, sin duda que debía de ser eso, la vez que fui quemado en una hoguera junto a mi gemela.

Unos toques en mi puerta fueron suficientes para sacarme de mis escasos recuerdos humanos, y el olor a rosas quemo mi garganta. Segundos, fue lo que me tomo para abrir la puerta y encontrarme con ella.

- ­­¿Podrías llevarme a la lavandería?

El día en que presencie el juicio de un vampiro enamorado de una humana, me burle, me burle de lo irracional y estúpido que me parecía eso. El depredador cayó ante su presa. Y yo caí ante mis propias burlas.

El único tacto que había tenido con mujeres era cuando sus manos empujaban inútilmente mi pecho, en un vano intento por salvarse. Y ahora, ella recargaba con tanta confianza su cabeza sobre mi hombro. Su aroma me abrazo, y yo me deje embriagar por el. Tan exquisito. Demasiado bueno que quemaba. Ella quemaba. Sali de ahí lo más rápido que pude, las ganas de saciar mi sed hasta la gula eran igual de grandes que mis ganas de no hacerlo. Hubo un momento donde me detuve, un dolor punzante me atravesó el pecho.

Me había enfrentado a ejércitos y demás, y ahora ¿ese ser al que podía destrozar con suma facilidad me había hecho correr? Me enfermo ese pensamiento. Pensé en lo destrozado que se veía aquel vampiro que suplico su muerte, y yo no quise ser él.

Vacío. Sabía que no había nada en mi interior, era consciente de eso, pero nunca me había sentido tan vacío. El tiempo en que estuve ignorando su presencia fue demasiado difícil para mí, incluso el comer ya no se me hacía tan excitante como antes.

- Deberíamos pedirle a Aro que nos deje salir por nuestra cuenta un tiempo.

El sonido seco del cuerpo del hombre que había sido mi alimento esa noche resonó en eco junto a las palabras de mi gemela. Cada integrante, dos veces al mes, podía salir del castillo en busca de alimento. Me quede inmóvil unos segundos, pensando si bien el vacío que sentía en mi cuerpo comenzaba a volverme loco.

- ¿Qué has dicho? -la mire sobre mi hombro, al igual que ella hacia conmigo.

Me era imposible creer que Jane acabada de decir eso.

Pysches I: El Frío en La Sangre / Alec Vulturi.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora