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Alec no sabía como era que se controlaba al estar tan cerca de la chica, pero lo estaba haciendo.
Priscila tenía la cabeza recargada sobre su hombro, así que él también hizo lo mismo. Sabía que estaba dormida, así que dejandose llevar, restregó su mejilla contra el sedoso cabello de Priscila. Jamas pensó que haría algo así, pero le gustaba la sensación.
La temperatura comenzaba a descender, y dormir en el suelo no era algo muy cómodo para un humano, así que decidió llevarla a su habitación. Con cuidado de no despertarla, tomó su pequeño cuerpo entre sus brazos. Se quedó estático al sentir como Priscila se acurrucaba contra el, su olor ahora estaría impregnado en su ropa, y eso era algo que no le molestaba.
Dejó el cuerpo de la chica sobre la cama y la cubrió con las sabanas. Alec miraba con seriedad a Priscila, aún se le hacían extraños los nuevos sentimientos y emociones que poco a poco estaban despertando en él.
Al estar apunto de abandonar la habitación, una mano cálida tomó la suya impidiendo que se fuera.
—No te vayas —pidió Priscila.
Alec había quedado sorprendido. Miró a la chica, dándose cuenta que estaba dormida.
—No me iré —decidió quedarse con ella.
Unos mechones de cabello caían sobre su rostro, los apartó suavemente aprovechando para acariciar su piel. Era tan suave, tan cálida... Tan humana. Toda la noche veló su sueño, incluso se había aventurado a acariciarle el cabello.
A la mañana siguiente, Priscila se sorprendió al darse cuenta que estaba en su cama. Por un momento pensó que sólo había sido un sueño, pero al recargar su espalda en la cabecera, se dio cuenta que había sido real. Aún tenia puesto el saco del castaño, eso explicaba de donde venia ese buen olor. Tomó uno de los lados del saco para llevarlo hasta su nariz y olerlo, no pudo evitar que una estúpida sonrisa se formara en su rostro.
Alec estaba sentado en un sillón justamente al lado de Priscila, veía con atención cada uno de sus movimientos. De alguna manera, le gustó saber que su aroma era atrayente para la chica, ahora sabía que no era el único de los dos que se sentía atraído por el aroma del otro.
Priscila volteó hacia un lado. Sus mejillas se tiñeron de carmín al ver a Alec sentado junto a ella.
—Sólo...finge que no viste eso —dijo mientras se cubría el rostro con las manos.
Salió de la cama y se dirigió al baño a toda prisa. Miró su rostro completamente sonrojado en el espejo. La temperatura de su cuerpo, se había elevado debido a la bochornosa situación, lo mejor seria tomar una ducha para poder relajarse un poco.
Dejó que la lluvia artificial se llevara sus problemas. Para su suerte, al salir del baño el castaño ya no estaba en la habitación, solamente llevaba una toalla puesta y esa situación hubiera sido mas bochornosa que la anterior.
Antes de salir de su habitación, miró fijamente el saco que estaba encima de su cama. Era un saco hermoso, así que tenia que ponérselo.
Al sólo dar unos cuantos pasos por el pasillo, una voz en su espalda la detuvo.
—¿A donde vas? —preguntó Alec un tanto brusco.
—A la cocina —dijo mientras se giraba —tengo que desayunar algo.
—Te acompañare —afirmó.
Alec había comenzado a caminar, dejando a una Priscila confundida atrás. Creía que a los Vulturis les daba asco ver comer a los humanos, eso era lo que le había dicho Bianca y Gianna; era cierto lo que decían, más de alguna vez lo había visto. No entendía el cambio de actitud del chico.
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Pysches I: El Frío en La Sangre / Alec Vulturi. [TERMINADA]
RandomPriscila, vive una vida normal, pero ella no es normal. Se ve obligada a despertar sus demonios, al caer en las garras de los Vulturis. Su vida da un giro al enterarse que esta encadenada a uno de los miembros de la guardia Vulturi, Alec, un sádico...