Él no se la merece... pero yo tampoco.

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MIKAEL.

Camino rápido para perder de vista a Adara, recibir golpes es la parte fácil, hablar con una chica como ella, no. En un mundo lleno de violencia y que se rige por la ley del más fuerte alguien como yo ella es carne de cañón. No quiero

Sé lo que estáis pensando, el débil se supone que soy yo. No lo soy, o al menos no lo era. Solía ser el macho Alpha, ¿irónico?

Chicas rogando por mi atención, chicos queriendo ser mis amigos para ver si conseguían algo de mi popularidad, dinero, caprichos…

Pero eso pertenece al pasado, doy media vuelta y paro un taxi para que me lleve a mi apartamento.

El taxista me mira raro, seguro que es por la camiseta manchada de sangre. Hay lástima en su expresión pero la prefiero al miedo. ¿Cómo no me di cuenta antes?

Todos estaban por interés, por miedo, por fascinación al peligro. Cuándo pasó lo que pasó, desaparecieron y decidí cambiar de vida.

No hay mayor respeto que aquel provocado por el miedo, presumía siempre mi padre.

Sin embargo, esa noche descubrí que la verdad era otra… la violencia engendra violencia. Es un círculo vicioso de venganza y sangre.

Llego a mi casa y lo primero que hago es tirar las gafas, no están ni graduadas son un accesorio con la única función de que no se me vea bien la cara y no me reconozcan.

Cuando termino de ducharme escuchó sonar el móvil. No tengo ganas de responder pero si no lo hago mis hermanos se pondrían como fieras.

Nada más cogerlo no me deja ni hablar.

—¿Quién ha sido? Esto no va a quedar así, voy a mandar a mis hombres para que…

—Alto ahí, Brayton. No quiero que hagas nada. Además, ¿cómo sabes qué pasó algo?

—Obviamente tengo a un par de hombres vigilándote. No pensarías que te iba a dejar solo con esa locura que te ha dado de alejarte de la familia. Me tienes de los nervios.

—No quiero que hagas nada, soy mayor de edad y puedo arreglármelas solo. Deja de acosar.

—Sabes que es peligroso, aún seguimos en guerra con los Salvatore. Esa familia es muy peligrosa y se niega a marcharse.

—No hace falta que me lo recuerdes, conozco bien a esa gente.

Se hace el silencio al otro lado, Brayton sabe que ha tocado un tema delicado. Yo mejor que nadie sé de lo que son capaces los Salvatore. Entraron a mi casa a media noche el día de mi cumpleaños, destrozaron todo y acabaron con mi madre delante de mí. Antes de irse dejaron un mensaje.

"Abandona el territorio, Angelo Rinaldi o los próximos serán tus hijos"

Algo habitual en mi mundo aunque no debería serlo. Mi padre dejó el país para calmar las aguas y evitar otro atentado. Mis hermanos tomaron el relevo y la obligación de cobrar venganza.
— De momento te dejaré seguir jugando al chico inocente. Pero si esos niñatos traspasan los límites de mi paciencia, no dudes que actuaré. Lo quieras o no.

—Adiós, hermano —no tengo nada más que añadir y él tampoco. Ninguno de los dos vamos a ceder.

Yo solo quiero olvidarme de todo y empezar de cero, pero la desgracia persigue a mi familia. Soy Mikael Rinaldi y esta es la parte de mí historia en la que mi corazón se rompió en mil pedazos

Al día siguiente todo me parece aún más molesto que de costumbre. Cierro los ojos en un intento de aislarme del caos reinante en el instituto Jatun. Si me hago invisible tal vez no venga nadie a molestarme, me ha costado mucho encontrar un instituto donde nadie me conozca por mi familia, hasta he tenido que utilizar mi segundo apellido para huir de la imagen de chico peligroso. No importa cuánto me esfuerce, atraigo los problemas, nada más cerrar mi taquilla los pesados empiezan de nuevo.

—Mira lo que tenemos aquí —dice Tomás apareciendo detrás de mí— nuestro pardillo favorito.

Un par de amigos suyos se ponen delante impidiéndome el paso. Los miro con calma, aunque no quiera mi cabeza ya está analizando la situación. Podría darle un derechazo al que tengo más cerca, después me agacharía y le daría una patada baja al que está al lado. Por último, sería fácil dejar K.O. a Tomás, sin sus amigos no es nadie.

Sin embargo, no hago nada de eso, aunque mi cuerpo lo pida a gritos. Mi cabeza está al mando y sabe que hay que pasar desapercibido, por lo tanto, agacho la cabeza y trato de pasar.

—¿Dónde vas tan rápido? Queremos jugar un poco.

Es tan básico, que hasta me aburren sus tácticas de chulito de barrio. Si se hubiera cruzado con mi antiguo yo, le habría dado una lección que no olvidaría.

Bajo la vista a mis manos y durante un segundo las veo cubiertas de sangre, igual que aquella noche cuando traté de defender a mi madre. Esa noche en la que yo mismo me convertí también en un asesino…

Parpadeó y la sangre desaparece, pero sigo en el instituto de Jatun con mis acosadores. Tomás aprovecha mi distracción para empujarme y caigo al suelo. Los libros que tenía en las manos acaban a más de un metro mientras que mis manos sirven para frenar la caída.

—Pero qué torpe eres —se inclina para mirarme en el suelo y me pisa la mano izquierda.

Ignoro el dolor agudo y pienso lo satisfactorio que sería agarrarle del tobillo para hacerle perder el equilibrio y luego golpearle en el suelo.

—Deja de joder, Tomás. Eres un pesado —esa voz me aleja de mis oscuros pensamientos.

Miro hacia arriba y la veo, su cara angelical tiene el ceño fruncido. Mientras que el pelo rubio la rodea como si fuera un halo. Parece un ángel.

Tomás afloja su pie y aprovecho para levantarme y salir deprisa de allí. Esa chica no debería haberse metido por segunda vez. Sólo consigue que Tomás se ponga más rabioso, se nota a leguas que le gusta.

Él no se la merece, pero yo tampoco. Cada vez que me la encuentro lo tengo más claro.

En mi huida algunos de mis libros se han quedado en el suelo, aunque no importa porque puedo comprar más. El dinero no es problema.

La clase que me toca ahora es la de biología, una asignatura terriblemente aburrida si ya sabes todo lo que está explicando el profesor. En mi anterior instituto iba muy por delante en el temario, aquí suelo sentirme como si estuviera rodeado de bobos. Ese es otro de los motivos por los que he acabado clasificado como nerd, a los bobos les asusta la inteligencia.

La puerta de clase se abre y entra Adara, en esta asignatura coincidimos. Me mira y yo finjo leer mi libro. Por el rabillo del ojo la veo resoplar, enfadada está aún más guapa.

—¿Tienes mutismo selectivo o simplemente eres antisocial? —dice provocadora.

Si espera un agradecimiento, va a llevarse una gran decepción. Ya le dije que no se metiera.

—No sé de qué hablas.

—No, claro que no —responde irónica y deja en mi mesa los libros que había perdido— de nada.

Por más que intento mantener mis ojos lejos de ella, pierdo la batalla y me encuentro obsevándola. Es preciosa.

Tiene un aire de inocencia mezclado con un carácter explosivo que me pone a mil. Verla enfrentándose a Tomás fue todo un espectáculo, mi cuerpo reaccionó de inmediato y el deseo de tomarla allí mismo fue más doloroso que los golpes.

No obstante, sé que debo alejarla. Mi compañía no es buena para nadie.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora