Perdido.

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MIKAEL.

Llego a la casa que compartí con Adara, pero tengo la sensación de que no está vacía. Avanzo despacio con los sentidos en guardia, y cuando noto un movimiento a mi derecha actuó de forma automática. Mi cuerpo se mueve solo haciendo una llave para inmovilizar al intruso. 

— Veo que sigues en forma a pesar de parecer que te ha pasado un camión por encima. 

La voz familiar es suficiente para que afloje mi agarre.

—¿Qué haces aquí Ares?

— Te estábamos esperando para llevarte a casa.

¿Estábamos? Giro la cabeza y me encuentro con Brayton y Santos, uno a cada lado de la entrada.

— No voy a ir a ninguna parte con vosotros. 

— Ya todo se ha terminado — dice Brayton con voz conciliadora — necesitas a tu familia.

Como no… 

Acaba de pasar, pero ya lo saben todo. Seguro que desde que Adara ingresó estuvieron al tanto de la situación. Al menos agradezco que me dieran espacio. 

— El problema es que sigues viéndome como un niño y ya no lo soy. No voy a ponerme un traje y jugar a dirigir los negocios de papá como hacéis vosotros. Lo que yo necesitaba y sigo necesitando es buscar mi propio lugar. Lo que he vivido este último tiempo no cambia nada.

— Puedes hacer eso perfectamente desde casa. ¿No ves absurdo irte tú solo a hacer algo que no sabes todavía?— interviene Santos.

— Puede que lo sea, pero es lo que voy a hacer.

— Es increíble que seas tan cabezota — suelta Brayton frustrado — he dejado a mi mujer sola en nuestro aniversario por venir a buscarte y sigues con la misma pataleta. 

— Os agradezco la preocupación, pero la respuesta es inamovible.

— Vámonos — dice Santos a nuestros hermanos y luego se dirige a mí — si cambias de opinión ya sabes dónde estamos. No corras riesgos innecesarios, aunque lo de los Salvatore esté resuelto, las cosas están más revueltas de lo habitual. 

Lo que acaba de decir me preocupa, pero no por mí, sino por ellos. Si algo he aprendido es que las desgracias nunca vienen solas. 

Empiezan a irse, pero cuando Ares pasa por mi lado hace algo que me sorprende y me deja descolocado, me da un abrazo. No es habitual ser cariñosos entre nosotros por eso es tan extraño, sin embargo, me doy cuenta de lo mucho que lo necesitaba. 

— Haz lo que quieras, pero vuelve.  — dice antes de alejarse como si no hubiera pasado nada.

Echo una mirada atrás y les veo a los tres parados. Sus rostros me dicen que me están dando la oportunidad de arrepentirme e irme con ellos, pero no muevo ni un músculo y finalmente se dan la vuelta.

— Eso haré — respondo a Ares después de que se hayan ido.

Tal vez no vuelva de la forma que a ellos les gustaría, ni vaya a seguir el camino que habían trazado para mí, pero no pienso dejarlos. 

Voy al piso de arriba de la casa, me quito la ropa y me doy una larga ducha. Pierdo hasta la noción del tiempo. De alguna forma tengo que cerrar el ciclo y despedirme. En el hospital Adara estaba tan sedada que no pude, me hubiera gustado tanto poder hacerlo. 

No creo que esa espina desaparezca nunca. Ni siquiera le dije que la amaba, no lo hice porque no podía. Desde que perdí a mi madre no estoy seguro que pueda llegar a amar algún día. Sé que la quería y la quiero, pero ¿amor?

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora