ADARA.
En cuanto llego a mi casa me encierro en mi habitación, y me lanzo a la cama para llorar con la almohada amortiguando mis sollozos. Entonces llaman a la puerta.
— Hija, ¿cómo te fue en el instituto?.
— Bien — digo intentando sonar normal, aunque por dentro estoy destrozada — no me acerqué al Rinaldi si eso es lo que quieres saber.
— No hace falta ponerse a la defensiva, Adara. Solo queremos tu bienestar.
— Sí, claro — murmuro entre dientes, tan bajo que no me escucha.
Al cabo de unos minutos deja de insistir y se va. Lo sé porque escuchó los pasos cuando se aleja. Llevan días así, desde que me enteré de lo de Mikael. He estado tan mal que no he sido capaz ni de ir al instituto por el miedo a verlo cara a cara y ser tan débil de caer en sus brazos.
Cuando me pidió explicaciones casi no pude resistir. ¿Qué hago con todo lo que siento? Es como tener un agujero en el pecho.
A pesar de lo que le dije no puedo verlo como un monstruo, al menos no a él, su familia es otra historia. No puedo dejar de amarlo de la noche a la mañana. Me siento tan perdida...
Las semanas siguientes son un infierno, estoy sola la mayor parte del tiempo en clases porque sigo enfadada con Blanca y evito a Mikael. El único consuelo que me queda es que falta poco para acabar el instituto y ya no tendré que volver a verlo, aunque eso también hace que me duela el corazón.
A la hora de la comida estoy distraída moviendo los macarrones de mi plato, sin llegar a comer, cuando alguien se sienta en mi mesa.
— Se acabó el drama — suelta Blanca — si tanto quieres a ese tío ve por él. Dios sabe que me exaspera verte así, convertida en una llorona sin carácter.
— ¿Cómo te atreves a hablarme así después de que fue culpa tuya? — le echo en cara.
— Alto ahí — dice sería — te he dado tiempo porque creí que lo necesitabas, pero veo que no espabilas sola. Yo no tengo la culpa de que él sea quién es. Lo conté de mala manera, eso lo admito, pero estaba enfadada y actué por impulso. Me habías dejado de lado por él, me habías ocultado que no era tan nerd como fingía y creí que ya sabías que era un Rinaldi, por eso se lo conté a tu padre.
Odiaba entender su punto de vista, conociendo el carácter de Blanca lo que decía tenía sentido. No era una persona fácil, pero yo tampoco era tan buena amiga. Siempre la había utilizado de pañuelo de lágrimas con los chicos o como comodín cuando mis padres no me dejaban salir. Ahora que lo pensaba pocas veces me había preocupado por sus sentimientos, eran tan reservada con su vida que había monopolizado nuestra amistad con la mía.
Seguro que cuando de pronto dejé de contarle mis cosas se sintió desplazada. ¿Por qué no había confiado en ella? La respuesta era tan egoísta que me sonrojé. Quería a Mikael solo para mí, me gustaba que las otras chicas ni le miraran. Con su cuerpo y su cara, si no hubiera venido disfrazado de nerd, se le habrían lanzado a los brazos.
— Puedes sentarte conmigo — digo cediendo — pero esperes que confíe en ti como antes.
— Me parece justo.
Cambia el tema y empieza a hablar de programas de televisión y cosas sin importancia. Trata de distraerme y hacerme sentir mejor, y funciona. Por primera vez en estas semanas vuelvo a sonreír.
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Falsa apariencia
Teen FictionMikael Rinaldi juró que dejaría el estilo de vida de su familia y la violencia atrás. Se independizó siendo aún menor de edad y se matriculó su último año de instituto en un barrio normal, nada que ver con el lujo al que estaba acostumbrado. Solo qu...