Dudas.

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ADARA.

A medida que pasan los días las dudas se van haciendo más grandes. No hay nada que desee más que estar con Mik, pero dejarlo todo es tan radical que no puedo evitar sentirme también triste. 

Mik y yo acordamos no vernos estos días para no levantar sospechas, me he pasado todas las tardes con la cabeza metida en los libros para estudiar los exámenes finales y la selectividad. 

Al pasar cerca del cuarto de la limpieza la puerta se abre y una mano me empuja dentro. 

— ¿Pero, qué? — digo asustada hasta que escucho su voz en mi oreja. 

— Te echaba de menos, bebé.

Sin pensarlo me doy la vuelta y lo beso entregada con tanto ímpetu que Mik choca con la pared.

— Vaya, veo que tú también me echabas de menos — dice divertido ante mi arranque de pasión.

— No te haces idea de cuánto, mi amor.

Entonces se fija mejor en mi cara y frunce el ceño.

— ¿Qué pasa? 

Para Mik soy como un libro abierto, sabe perfectamente cuando estoy mal.

— Empiezo a pensar que es una locura eso de irnos y dejar atrás a nuestra familia. ¿Tú no te sientes mal ante la idea de no estar con tus hermanos?

Suspira y se recarga contra la pared. 

— Mi relación con mis hermanos no es igual que la tuya con tus padres. Los quiero, pero con la mayoría de ellos nunca fui muy unido, mi padre siempre nos entrenaba por separado. 

No puedo ni imaginar una infancia así, uno de mis sueños era tener una familia grande para no estar sola, pero acabé siendo hija única. Al escuchar a Mik me doy cuenta de que tener muchos hermanos no significa estar acompañado y su infancia también ha sido solitaria. ¿En qué consistirían los entrenamientos de su padre?

Vuelvo a prestarle toda mi atención cuando suena su voz masculina de nuevo:

— Brayton es controlador en exceso y eso no va conmigo, Santos se la pasa metido en sus negocios, Ares sigue pensando solo en salir de fiesta y divertirse mientras que yo he cambiado. Mi hermano pequeño lleva años en un internado y pasa de todo. El único que estuvo más cerca de mí cuando pasó lo de mi madre fue Black, pero también cree que debo hacer esto. Él fue el primero que renegó del apellido y buscó su propia suerte. Hasta se cambió el nombre por Black — revela con humor.

Hace una pausa, pero no me atrevo a interrumpir ahora que está abriendo a mí. Estoy muy emocionada de que esté confiando hasta ese punto.

— Yo necesito hacer esto, alejarme de todo para encontrarme a mí mismo. No sé lo que soy, pero nunca podré volver a ser un Rinaldi. Al menos no como Brayton, Santos o Ares que en ocasiones parecen los títeres del gran jefe, Angelo Rinaldi. No quiero ese estilo de vida y no voy a volver a seguir las órdenes de mi padre después de lo que descubrí... 

— ¿Qué fue lo que descubriste Mik?

Su mirada se pierde en el infinito y guarda silencio. Luego sigue como si no hubiera oído mi pregunta.

— Entiendo si no quieres acompañarme en esta locura, pero lo haré con o sin ti. Eso no significa que tengamos que dejarlo, podríamos tener una relación a distancia. 

Le abrazo con fuerza y escondo la cabeza en su pecho para respirar su olor.

— No lo pienses ni un solo segundo, yo siempre voy a apoyarte. Donde quiera que vayas iré también. 

Me acabo de dar cuenta de que la relación de Mik con sus hermanos es más compleja de lo que había imaginado en un principio. Aunque no los conozco tengo la sensación de que son todos muy diferentes. Me dejé llevar por el miedo al pedirle que se alejara, pero ahora me doy cuenta de que no había nada que temer porque aunque vivieran en la misma casa Mik estaría lejos.

Ha pasado por mucho y lo que acaba de contarme solo es una pincelada.

Voy a echar mucho de menos a mis padres y espero que algún día puedan perdonarme, pero Mik me necesita más.

Inesperadamente me alza para que le rodeé con las piernas y empieza a besarme.

— ¿Qué te parece si somos un poco traviesos y hacemos el amor en el cuarto de la limpieza? — propone pícaro.

— Podrían pillarnos — respondo con un visible sonrojo en las mejillas.

— Entonces seamos rápidos.

A una velocidad que no creía posible nos desviste de cintura para abajo y entra en mí. Me muerdo el labio inferior para contener mis gemidos, mientras sus caderas atacan sin piedad hasta llevarme al orgasmo en tiempo récord. En este momento me doy cuenta de una realidad aterradora, jamás podría amar a otro como lo amo a él. 

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora