Chantaje.

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MIKAEL.

Acompaño a Adara hasta que está cerca de su casa y luego regreso, durante todo el camino de vuelta siento que alguien me está siguiendo. Lo fácil sería creer que son los hombres de Brayton, pero mi intuición me dice que no. Tampoco es algo que me preocupe en exceso, si el cobarde da la cara pienso hacerlo pedazos y más con la adrenalina que llevo encima por mi insatisfacción sexual.

En cuanto entro en mi casa lo primero que hago es quitarme todo y meterme a la ducha. Recuerdo a Adara hace menos de una hora sobre mí, y deslizo la mano por mi abdomen para atrapar con fuerza mi erección. No va a ser lo mismo, pero al menos no tendré dolor de huevos.

Dejo vagar mi imaginación y fantaseo con que la pongo a cuatro….

Adara grita mi nombre rogando que la de más y más duro, mientras que la penetró desde atrás. Sus perfectos pechos de caramelo rebotando al ritmo de mis embestidas.

De repente, suena el timbre y mi fantasía se esfuma.

— ¡Joder! — maldigo durante varios segundos y salgo de la ducha.

Enrollo una toalla alrededor de mi cintura y voy a ver quién es. Es inusual que vengan a mi casa, por eso la idea de que haya pasado algo cruza mi mente.

— ¿Quién es? — pregunto con voz amenazante.

— Siento molestarle, señor Rinaldi, pero aquí hay una chica que afirma conocerlo— dice nervioso el portero del edificio.

— ¿Cómo se llama?

— Dice que su nombre es Adara.

— De acuerdo, déjala pasar.

Eso sí que no me lo esperaba, no tenía motivos para volver. A menos que le haya pasado algo y necesite ayuda. Voy a vestirme rápidamente para no recibirla desnudo, no quiero que se haga una idea equivocada, puedo ser muchas cosas, pero respeto a las mujeres.

Cuando tocan en la puerta de mi casa estoy tan inquieto que abro sin mirar. Error de novato.

Al otro lado no está Adara, sino Blanca, su amiga.

Voy a cerrar de nuevo pero ella pone el pie en medio.

— Cuidado con hacer eso, señor Rinaldi.

La miro de arriba a abajo, debo reconocer que la he subestimado. No creí que nadie de ese instituto de paletos fuera siquiera a acercarse a mí. Señalo el interior de la casa y la invito.

— Adelante.

Pasa con la cabeza alta y los ojos curiosos escrutando todo, por último detiene su mirada en mí y me da un buen repaso.

— Vaya, vaya con la santita de Adara. Lo que se tenía guardado... — murmura para sí misma, pero la escucho.

El tono que emplea para referirse a Adara no me gusta ni un pelo.

— ¿Qué quieres? Suéltalo sin rodeos, odio que me hagan perder el tiempo — digo con voz dura.

Sin embargo, en vez de asustarse o sentirse intimidada, Blanca sonríe. No me gusta nada su actitud, normalmente la confianza viene junto a un as en la manga.

— Vaya, menudo cambio de actitud. Es agradable que te hayas quitado la careta, así puedo saber a quién tengo delante. Seré directa como me has pedido, quiero un favor a cambio de no revelar tu… — se sienta en uno de los sillones y pone cara de drama — secretito.

— Olvídalo, no negocio con niñatas. Quieres contar quién soy, adelante. No es ninguna tragedia pertenecer a mi familia.

Aunque para mí haya sido una tragedia en muchas ocasiones.

Se levanta y empieza a dar vueltas por la sala, no sé si realmente tiene un dilema interno o solo lo está fingiendo. Finalmente suelta un suspiro y camina hasta que estamos a solo un palmo de distancia.

— De verdad necesito tu ayuda con un asunto, no es necesario que te pongas en plan mafioso conmigo.

Escuchar esa palabra hace que me tense. ¿Qué tanto sabe de mi familia? Es cierto que tenemos bastante fama, pero nadie se atreve a hablarnos con tanto descaro. Tal vez ir de bobo le ha hecho adquirir una idea equivocada sobre mí, debería darle una lección.

— Escúchame atentamente porque solo lo voy a repetir una vez…

Empiezo a caminar amenazante, por cada paso que doy Blanca retrocede. El miedo empieza a asomar en su rostro al ver mi expresión. No voy a hacerla nada, pero basta con que ella crea que sí.

— Si vuelves a meterte en mis asuntos, a tu familia y a ti os va a ir muy mal. Si realmente conoces a mi familia, sabrás lo que le pasa a la gente que trata de jodernos.

Cuando ya no tiene más espacio para seguir caminando hacia atrás porque su espalda choca con la pared, en vez de buscar otra forma de huir, levanta la cabeza y enfrenta su mirada con la mía.

Veo miedo en sus ojos, pero también un valor que hace que a mi pesar sienta cierta admiración. Si desde el principio hubiera entrado a Jatun como Mikael Rinaldi, ella habría sido mi primera opción. Es sexy, descarada y con carácter, pero no es lo que quiero en este momento de mi vida. Deseo la dulzura y la inocencia de Adara. Necesito ser mejor persona.

— La has cagado. Te iba a dar una oportunidad, pero ahora haré lo que debí hacer desde el principio — si no fuera por el temblor que la delata, sonaría desafiante.

Me encantaría saber a qué se refiere, pero probablemente se esté echando un farol para que yo ahora la pregunte y salirse con la suya.

— Eres tan pobre que ni tus amenazas están a la altura. Haz el favor de ir a tu casita antes de que te enseñe lo que es tener miedo de verdad.

Me aparto para dejarla pasar y Blanca aprovecha para ir rápidamente a la salida tal y como yo esperaba. No obstante, antes de irse vuelve a hablar.

— Te equivocas, conozco el miedo como la palma de mi mano y eso nunca me ha detenido, Rinaldi.

Esas inquietantes palabras siguen resonando en mi cabeza mucho después de que se vaya. Parecía tan sincera que ya no estoy seguro de que estuviera yendo de farol. ¿Debería haberla escuchado?

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora