Soy un cazador.

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MIKAEL.

Es un completo desastre de chica, pienso mirando a Adara. En vez de intentar pasar desapercibida parece buscar los problemas a propósito. Por lo menos se cortan cuando ven a su madre y fingen que no pasa nada. Aún así, después de cinco días la situación empieza a molestarme en serio por lo que decido tomar cartas en el asunto.

Al terminar las clases sigo a Tomás sin que se dé cuenta. Va con sus amigotes, pero lo quiero solo. Conforme los amigos van quedándose en sus casas y le toca andar el último tramo solo, me preparo para la acción. Mentiría si dijera que no me siento emocionado, me gusta cazar, saborear los momentos previos a que mi presa se de cuenta de mi presencia.

Ese es uno de los motivos por los que trato de alejarme de este mundo, no debería disfrutar con este tipo de cosas. Hay algo malo en mí.

Cuando cruza por una calle solitaria aprovecho para empujarlo y que caiga al suelo.
Se levanta enfadado, pero cuando me ve sonríe vengativo.

— Nerd de mierda, la has jodido pero bien. ¿Quieres otra lección? — amenaza haciendo referencia a las veces que me he dejado pegar.

Me llevo la mano a la barbilla y finjo pensar.

— Mmm. Creo que hoy seré yo quien de las lecciones.

Su cara se pone roja de rabia y trata de darme un puñetazo que esquivo con facilidad. Su forma de pegar es demasiado simple, solo fuerza bruta sin cerebro. Empiezo a jugar con Tomás, cada vez que trata de darme me aparto en el último momento y él maldice. Después de unos minutos me aburro y entro a la acción, no tiene ni oportunidad de moverse, mis puños impactan con él una y otra vez hasta que empieza a suplicar.

— Para.

— ¿Por qué debería hacerlo? — pregunto con calma agarrando el cuello de su camiseta barata.

— ¿Qué quieres? — dice al ver que lo otro no ha surtido efecto.

— Ahora es que nos vamos a entender, quiero que hagas que los rumores sobre Adara desaparezcan y ninguno de tus amiguitos o tú la volváis a molestar.

— Eres un loco te voy a denunciar — amenaza.

Le suelto y cae bruscamente al suelo donde le doy una patada.

— Corre, ve a denunciar. Diles a todos que el patético nerd al que acosan a diario te ha dado una paliza. Me encantará ver cómo queda tu reputación de chico duro después de eso.

— ¡Capullo! — insulta escupiendo sangre.

Sabe que no tiene muchas opciones y eso le debe doler más que los golpes, para alguien así perder contra lo que cree que represento, es una humillación.

Hago una mueca de asco y vuelvo a hablar.

— A partir del lunes quiero que esté todo solucionado o te haré otra visita y no pienso ser tan blando.

Algo en mi expresión le hace ser consciente de que no voy de farol porque su labio inferior tiembla de miedo.

— ¿Quién eres? — pregunta.

¿Cuántas veces me van a hacer esa pregunta?

Me acerco hasta que mi cara queda a escasos centímetros de la suya y me quito las gafas.

— Soy un cazador y tú, un pobre ciervo con complejo de lobo.

***

No tenía dudas, pero siempre es satisfactorio ver cómo te obedecen.

Al inicio del lunes ya puedo ver cómo los amigos de Tomás se disculpan con Adara y dicen que estaban tan borrachos que se equivocaron de chica. Aunque, lo más divertido es ver a Tomás narrar como le asaltaron diez hombres y le dieron una paliza, cuando la realidad es que, solo se enfrentó a mí.

Cuando voy a clase, antes de que lleguen los demás le dejo una nota a Adara en su mesa. He tratado de ser bueno, pero nunca se me ha dado bien negarme los caprichos. Estoy tratando de ser buena persona, no obstante, ella solita se lo ha buscado. Sé que son excusas pobres para hacer lo que más me apetece, pero no me importa, hoy no.

Brayton cree que estoy en una fase, no entiende que es mi última oportunidad de llevar una vida decente y honesta. O al menos tan honesta como me permite mi situación.

En la nota le he pedido que vaya a la biblioteca después de clase, como era de esperar no aparece. Al día siguiente vuelvo a intentarlo, pero tampoco da resultado. No importa, me gusta el juego del gato y el ratón.

Al tercer día muevo ficha y le digo al profesor Eugenio que Adara se niega a quedar conmigo para hacer el trabajo. Al finalizar la clase el profesor tiene una charla con ella de lo más productiva porque sale resoplando furiosa y en cuanto me ve, viene hacia mí.

— ¿Cómo te atreves a dejarme mal con el profesor?

— Solo he sido sincero. Si ni me hablas, ¿cómo haremos el trabajo? Tengo que preocuparme por mi nota.

— Por Dios, si tu nota es la mejor de clase.

— Eso es porque soy muy aplicado y no dejo los trabajos para el final — pongo una sonrisita maliciosa y añado — como haces tú.

Se cruza de brazos indignada, pero es una postura de lo más insinuante porque realza sus pechos y el escote se vuelve más amplio. Cuando se da cuenta de lo que estoy mirando tira de la camiseta hacia arriba.

— Es culpa tuya, al principio yo me la pasaba diciéndote del trabajo y no querías. Según tus palabras… — trata de imitar mi voz — Yo haré el trabajo solo porque soy el más listo, blablabla.

— He visto que es demasiado trabajo, vamos a mi casa.

Su boca se abre en una perfecta O por el asombro. La de cosas que podría hacer con esa boca…

— ¿Qué?¿Ahora? Claro que no.

— Bueno, en ese caso tendré que volver a hablar con Eugenio…

— Eres odioso.

— Lo sé — respondo satisfecho.

— Vamos, quiero acabar rápido.

Media hora después llegamos a mi casa, Adara permanece callada, debe estar procesando su derrota. Nos ponemos con el trabajo en silencio, cada uno una parte, yo termino a los veinte minutos.

— ¿Quieres que te ayude?

Suelta el bolígrafo de golpe y clava sus ojos en los míos.

— No te entiendo, me dices que me aleje y luego vas detrás. ¿A qué juegas?

— He cambiado de opinión.

Estar tanto tiempo alejado de mis hermanos para que no me relacionen con ellos me hace sentir algo solo. Siempre he vivido rodeado de personas, los veranos me iba de vacaciones con mi madre y el resto del año estaba en la finca con mis hermanos. El cambio había sido brusco y aún no estaba acostumbrado.

— Y a qué se debe el milagro — dice con desconfianza.

— ¿Alguien sensato podría estar lejos de ti? — respondo con otra pregunta.

— Eso se lo dirás a todas cuando te quitas las gafas.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora