¿Por qué a ella?

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MIKAEL.

Pasamos una tarde agradable que hace que me olvide de todos los problemas. Lo necesitaba hace días, el estar en un mismo sitio todo el rato me está volviendo loco. Tengo un exceso de energía que me pide a gritos acción. 

Jugamos en el lago y empezamos a besarnos hasta que damos rienda suelta a nuestra pasión. Después la puesta de sol anuncia que se ha hecho demasiado tarde y salimos.

— Mira ese puente — dice Adara sonriendo — seguro que desde allí se ve más hermosa la puesta de sol.

Antes de que pueda pararla sale corriendo hacia el puente entre risas. Yo decido caminar despacio disfrutando de la escena y el aire de pureza que parece rodearla. Esa inocencia que a veces se torna ingenuidad me llama la atención porque nunca la he tenido. 

Cuando llega al final del puente, para, y alza la cabeza al cielo admirando los vivos colores de la puesta de sol. 

Al principio creo que va a darse la vuelta, pero comprendo demasiado tarde que se está tambaleando. Corro lo más rápido que puedo para evitar que caiga, pero no llego. 

El sonido de su cuerpo al impactar con el agua me desespera y me sumerjo en el lago sin haber llegado al puente. Nado a toda velocidad con el aire entrando y saliendo fuerte de mis pulmones, al llegar al punto en el que se cayó, tomo una gran bocanada de agua y buceo para buscarla. Por suerte el agua del lago es clara y poco profunda, en cuanto la localizo, voy como una flecha a sujetarla y la saco del agua.

No sé cuánta agua habrá tragado, pero empiezo con los primeros auxilios sin pararme a pensarlo. La tumbo boca arriba con la cabeza de lado para que expulse el agua y empiezo el masaje cardíaco. Al cabo de unos minutos que se me hacen eternos Adara tose y el agua sale de su boca. 

Sin embargo eso no me deja tranquilo, sus ojos están vidriosos y parece muy desorientada. Maldigo mi idea de ir al lago justo hoy. 

La tomo en brazos y emprendo el camino hasta el coche que dejé en la mansión. No quiero ir muy rápido para moverla lo menos posible. Me mira pero no dice nada.

— Adara, ¿me oyes?¿Cómo te sientes?

El silencio es la única respuesta.

Puede que arriesgue todo con lo que estoy pensando hacer, pero no me queda otra opción. No puedo perderla y no soy médico para dar un diagrama. 

Nada más llegar al coche la meto en la parte trasera sin importar que todo va a quedar empapado. me subo en el lado del conductor y arranco a toda velocidad. 

El hospital más cercano se encuentra a una hora según el GPS, pero a la velocidad que voy apuesto a que llego en media. 

Estoy por tirar el móvil por la ventanilla en medio de un ataque de frustración cuando veo el hospital. Creí que el cacharro ese me había perdido, soy incapaz de pensar con claridad.

La llevo corriendo por la puerta de urgencias, nada más entrar un par de médicos se acercan y la llevan adentro, yo me quedo fuera con todo el papeleo y un presentimiento cada vez más oscuro.

La noche que perdí a mi madre estuve horas mirando sin poder hacer nada hasta que se me pasaron los efectos de lo que me dieron y acabé con uno de ellos. Esta noche me siento también impotente mientras aguardo en la sala de espera con la ropa todavía mojada y el corazón latiendo como el de un conejo asustado. Horas, pasan muchas horas hasta que viene un médico a hablar conmigo, tantas que mi ropa está casi seca cuando me saluda. 

— Buenas noches, ¿es usted familiar de la paciente Adara Serrano?

Después de mucho dudarlo di el nombre real de Adara porque no sabía si tenía un historial clínico con enfermedades o alergias que pudiera ser importante en estos momentos para los médicos. En realidad, no sé tanto de ella y eso me entristece.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora