Encerrona.

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ADARA.

No pensaba salir con Blanca fuera del instituto, nuestra relación se ha vuelto extraña, pero estoy tan harta de estar encerrada en mi habitación que terminé aceptando su propuesta de salir a dar una vuelta por el parque. 

Paseamos en silencio hasta que llegamos al lago, es la parte más lejana del parque y estoy cansada de tanto andar por eso me siento sobre una piedra grande. Las vistas son hermosas, los árboles se reflejan en el agua cristalina del lago.

—  Va a venir tu intento de nerd — suelta Blanca de golpe. 

— ¡¿Qué?! — me levanto sobresaltada y la miró con ojos acusadores.

— Quedé con él para darle la oportunidad de hablar contigo a solas y a cambio le pedí un favor.

— Es impresionante la cara dura que tienes — el descaro con el que me lo ha soltado me deja atónita — me dejas tirada en la fiesta, le sueltas a mi padre que Mikael es un Rinaldi sin hablarlo antes conmigo y ahora esto… ¿Estás tratando de ganar el premio a la mejor amiga del año?

— La ironía sobra, yo no te dejé tirada, sabías por qué quería ir a la fiesta y aún así fuiste a acompañarme. Podías haberte quedado en la fiesta conmigo en vez de irte sola. A los minutos de irte me aburrí de Raúl, habríamos seguido bailando juntas.

— PUES HABERME ACOMPAÑADO — grito exasperada.

Aunque la verdad es que no habría servido de nada que me acompañase, los tipos esos nos habrían atacado a las dos, estaban borrachos y con ganas de hacer daño. Cada vez que recuerdo su aliento cargado de alcohol se me revuelve el estómago.

— No quería volver a casa — la pasión de su tono me sorprende. 

—  Paso de esto, me voy de aquí antes de que venga — digo caminando hacia los árboles.

— Puedo ser muchas cosas pero nunca he fingido ser quien no soy, vas de buena y solo piensas en ti misma. Yo no ocultó mi egoísmo, hago lo que sea necesario para sobrevivir. Lo que te molesta es que soy la única que no te trata como muñeca de cristal.

Sus palabras hacen que me detenga y de la vuelta. Es obvio que me molesta. El resto del mundo me habla con delicadeza porque es lo normal.

— Si lo quieres habla con él — continúa hablando — no puedes culpar a alguien por los pecados de su familia. Es como si yo creyera que vas a volverte adicta al juego porque tu padre lo fue. 

— No es lo mismo.

— ¿Ah, no? Pues ten los ovarios de escuchar lo que tenga que decir. La vida no es color de rosa y si quieres sobrevivir tienes que volverte dura y velar por ti misma. No siempre va a haber alguien protegiéndote.

— Dices eso para que Mikael te de lo que le has pedido. ¿Cuánto dinero le has pedido?

Una sombra de tristeza cruza su rostro durante un instante tan breve que no estoy segura de haberla visto.

— Lo que he pedido es cosa mía. Si quisiera podría haber fingido que Mikael nos ha seguido para quedar bien, pero he sido sincera. Aunque no lo creas te quiero como amiga y me preocupo por ti, aunque no espero que me creas porque tienes una idea muy cerrada del amor y no puedes aceptar a las personas con sus defectos. Para ti todo es blanco o negro, usas tú moral para medir sin empatizar lo más mínimo. 

Sus palabras resuenan en mi cabeza haciendo que me sienta culpable. No soy yo, hay cosas que no son tolerables por eso existe la ley, pegar a alguien, abusar de él o acabar con su vida es algo fuera de toda discusión, está mal. Nadie tendría que tener derecho a hacerlo. Además, hay otras cualidades como las que tiene Blanca que tampoco son de buena persona y aún así he seguido hablándola, debería estar agradecida en vez de hablarme de esa forma.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora