A salvo contigo.

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ADARA.

Cuando me levanto por la mañana es como si todo hubiera sido un sueño, excepto porque estoy en otra casa, mi labio luce ligeramente inflamado por el golpe que me dieron y tengo varios moratones en los brazos.

Cuando voy al salón mi desayuno está servido y junto a él, se encuentra Mikael que ha vuelto a ser el chico reservado de Jatun, gafas incluidas.

Nos saludamos, pero noto cierta tensión en el ambiente así que empiezo a desayunar para evitar sentirme incómoda. La comida está riquísima, tanto que se me escapa un gemido.

— Como no sabía qué te gustaba, he preparado un poco de todo.

— Has acertado con todo — respondo complacida.

Voy a beber un poco de café y sonrió al ver el mensaje que ha escrito. Buenos días y una carita sonriente.

Cuando termino de desayunar me pongo más seria, recordando todo lo que pasó anoche. Aunque quiera olvidarme, mi cuerpo aún tiene escalofríos de pánico.

— Debería ir a poner una denuncia.

— No creo que sea buena idea.

— Es lo más lógico en estos casos, enviar a esos hombres a la cárcel para que no ataquen a nadie más — rebato con lógica.

— ¿Tan ingenua eres? — su tono se vuelve más bajo y oscuro — no te llegaron a hacer casi nada, no durarían en la cárcel ni dos días y luego saldrían enfados contigo.

— Y qué se supone que tengo que hacer, cruzarme de brazos y dejar que se vayan como si nada — contesto tratando de imitar su tono sin éxito.

—Yo no he dicho eso — cierra los ojos y se pellizca el puente de la nariz, parece estar teniendo un debate interno, cuando sus ojos vuelven a abrirse tienen un tono tan intenso que parecen esmeraldas — déjame ocuparme de ese asunto, te prometo que no volverán a molestarte.

— Es peligroso, y además, cómo voy a confiar en alguien que oculta tantas cosas. Es decir, mira tu casa es puro lujo y vas a un instituto público, en un barrio obrero.

— Nunca te he mentido, tengo mis motivos para hacer lo que hago y no tengo por qué compartirlos con desconocidos. Vamos te acompañaré a tu casa.

De esa forma corta la conversación, es borde y distante, casi inalcanzable. ¿Qué ocultas Mikael? Haré los que me ha pedido porque quiero confiar en él y sé que si le dijera a mi madre lo que me pasó no me dejaría volver a salir sola por lo menos hasta los cincuenta años.

Parece que de día no quiere arriesgarse a que le vean conduciendo su precioso coche por el barrio, ya que, decide que vayamos en autobús.

Está muy distante, una parte de mí cree que esta será la última vez que me hable y la otra parte me exige que no lo permita.

Le engaño y hago que bajemos en una parada que queda apartada de mi casa, para así poder pasar más tiempo caminando con él.

— Podríamos quedar esta tarde para continuar con el trabajo — digo rompiendo el silencio.

— No hace falta, lo terminaré solo y luego firmarás como que has participado.

— Eso es hacer trampa, es un trabajo en equipo. Tenemos que hacerlo juntos.

Deja de caminar y me mira serio.

— Lo mejor es que no pases tiempo conmigo, no soy buena compañía.

— No dejaré que lo hagas.

Es una locura, prácticamente no lo conozco pero imaginarlo fuera de mi vida me sobrepasa. Me acerco sin que se lo espere y lo beso. Él me corresponde durante un segundo y luego se aparta.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora