Esperar.

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ADARA.

—No creas todo lo que cruza por tu mente malpensada —dice Mikael con descaro.

Centro mi vista en la hoja y le ignoro, pero no tarda en volver a llamar mi atención.

—De acuerdo, te lo mostraré.

Comento el error de mirarle para ver qué quiere mostrar y lo encuentro muy cerca de mí rostro, tanto que nuestros alientos se entremezclan. ¿Cuándo se ha acercado tanto?

— No sé qué pretendes mostrar, pero no me interesa — musito contra sus labios con poca convicción.

— En ese caso, puedes alejarte e irte. Yo terminaré el trabajo.

¿Es una trampa para volver a dejarme en evidencia con el profe de biología? Puede ser, pero no importa porque igualmente no puedo alejarme. Tenerlo cerca es hipnótico, mi cabeza no funciona con normalidad.

Mikael se da cuenta y lo aprovecha para besarme. APÁRTATE, grita mi cabeza pero el resto de mi cuerpo se aferra a él.

El beso se vuelve más y más intenso, tanto que sin darme cuenta acabo sentada sobre la mesa con él inclinado sobre mí. ¿Cómo es posible que me deje llevar de esta manera? Nunca me había pasado.

El roce de su erección es lo que me devuelve a la realidad, giró la cabeza y pongo las manos en sus hombros para que se aparte. Mikael lo capta de inmediato y se aleja.

— ¿Pasa algo?

— Vamos demasiado rápido — respondo con la respiración agitada.

— Como quieras — se encoge de hombros y va hacia la cocina americana — ¿quieres algo de comer o beber?

Es increíble que pueda estar tan tranquilo después de lo que acaba de pasar, a mí todavía me tiemblan las piernas.

— Nada, gracias. Ya me voy a ir, se está haciendo tarde y no avisé a mi madre.

— ¿Ya terminaste tu parte del trabajo?

— Todavía no — evito su mirada atrayente — pero puedo hacerlo en mi casa.

— Mañana, quedamos a la misma hora.

— Pero …

— Sin peros — me interrumpe y repite — mañana a la misma hora.

Asiento con la cabeza y me pongo a guardar mi cuaderno. Necesito distraerme o volveré a caer en sus brazos.

Como era de esperar, insiste en acompañarme. Aprovecho el camino para preguntarle mis dudas sobre el trabajo. Es fácil hablar con él cuando no investigo sobre su vida, puede responder a cualquier otro tema y se nota que es muy inteligente. Me gusta cuando está relajado, incluso sonríe sinceramente. Tiene una sonrisa tan perfecta que se me pasa por la cabeza que en algún momento haya llevado aparato dental.

Nos despedimos poco antes de llegar a mi casa para que no le vea mi madre y haga millones de preguntas.

Antes de irse nuestras bocas vuelven a buscarse como si ya se echaran de menos.

El frío se cuela por mi sudadera pero el calor de Mikael basta para que empiece a sudar. Besa tan bien que me asaltan las dudas ¿A cuántas habrá besado?¿Por qué va disfrazado?

No puedo seguir pensando cuando muerde provocador mi labio inferior. Es adictivo.

Cuando se separa, está tan calmado como siempre y yo le envidio. A mí sus besos me convierten en gelatina.

— Hasta mañana — hasta eso me suena sexy dicho por esa boca.

Una vez sola retomo el camino hacia mi casa. Estoy tan distraída recordando el beso una y otra vez en mi cabeza, que choco con alguien.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora