Paraíso.

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ADARA.

Mi primer despertar a su lado me llena de amor. Dormido se ve tan dulce e inocente que me dan ganas de llenarle la cara de besos.

Sin resistirme llevo mi mano a su torso y empiezo a bajar con suavidad, se mueve pero no se despierta. Cuando llego a sus bóxer descubro la enorme erección que tiene. 

No soy una chica atrevida, pero con él me vuelvo más valiente. Los bajo con cuidado y empiezo a acariciarle. Al principio dudo si seguir pero al escuchar el gemido bajo que se le escapa sigo e incluso me inclino para probarlo. Con la punta de la lengua sigo el contorno de la punta, es la primera vez que lo hago y no tengo idea de si voy bien, pero abro un poco la boca y succiono. Su sabor me fascina.

Entonces Mik parpadea y abre los ojos, al darse cuenta de lo que estoy haciendo sonríe. 

— Si vas a despertarme todos los días así me caso contigo — bromea. 

— La respuesta es sí — digo con el mismo tono, juguetona.

Sigo con mi juego y lo recorro con la lengua, luego trato de meterlo entero en mi boca pero no cabe y me da una arcada.

Mik se ríe y me sujeta del pelo.

— Con calma, tienes que relajar la garganta.

Sujeta mi pelo con una mano y empieza a guiarme. Después de unos minutos sus movimientos de vuelven más rápidos, y yo me esfuerzo por succionar para tomar cada gota de humedad. Cuando me aparta protesto, pero me hace un gesto para que guarde silencio. 

— Súbete encima. 

Como tomo la píldora no me lo pienso y hago lo que me dice. Se desliza con facilidad por toda la humedad que me ha provocado saborearlo. Es tan rico sentirme llena de Mik que me muevo inmediatamente para cabalgarlo. Cuando me sujeta por las caderas el ritmo se vuelve frenético, mi centro palpita intentando atraparlo mientras que de mi boca escapan gemidos necesitados de más y me lo da. 

Los dos llegamos al orgasmo sudados y exhaustos, pero con una sonrisa bobalicona en el rostro. No podría ser más feliz.

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La mansión está tan aislada que es como si solo existiéramos nosotros en el mundo. Estar en esta burbuja hace que los días se pasen más rápido, cuando me quiero dar cuenta ya ha pasado casi un mes.

Hemos establecido una rutina y nos vamos turnando para las tareas de la casa. Hoy me apetecía cocinar y eso es lo que estoy haciendo. Cortó la verdura mientras me pierdo en mis pensamientos… 

A veces cuando Mik está solo y cree que no le veo, noto una sombra en su rostro. Puede que sea una tontería pero mi inseguridad hace que piense que quizá él no es tan feliz conmigo. Soy una chica corriente, ¿eso es suficiente para alguien como él?

Sacudo la cabeza y trato de centrarme en lo que estoy haciendo, pero mi vista se vuelve borrosa y todo se torna negro. Lo último que recuerdo antes de caerme es el sonido del cuchillo cuando escapa de mi mano. 

Lo siguiente que veo es la cara tensa de Mik frente a mí. 

— Si te encontrabas mal no deberías haberte ofrecido para cocinar hoy. ¿Sabes lo peligroso que es desmayarse con un cuchillo en la mano? Podrías habértelo clavado — su voz es mortalmente seria, pocas veces le he visto así.

— No me encontraba mal, creo que ha sido una bajada de tensión por el calor — respondo para suavizarlo. 

La verdad es que llevo días algo indispuesta con fuertes dolores de cabeza y mareos, pero hoy es la primera vez que me he desmayado. No le había dado importancia porque con todo lo que ha pasado y la preocupación por mis padres me parece normal. ¿Cómo se habrán tomado mi desaparición?¿Habrán denunciado a la policía?

Le pedí a Blanca que cuando hubiera pasado un día dejara una carta que escribí, en el buzón de mi casa. ¿La habrán leído?

Demasiadas cosas en mi mente, no me extraña que mi cuerpo este agotado.

— Descansa — ordena Mik — yo me ocupo de todo. Si te vuelves a encontrar mal avísame y busco un médico de confianza para que te revise.

Asiento y me voy a la habitación a dormir un rato, cuando me despierto ya está la comida en la mesa. 

— Acabo de servirla — dice Mik al verme — iba a ir a llamarte. 

— Huele tan delicioso que me he despertado sola. 

Empezamos a comer en silencio y durante todo el rato Mik me observa como si esperase que me fuera a marear en cualquier momento. 

— Estoy bien — digo para tranquilizarlo, pero en realidad se me ha quitado el hambre. Está delicioso pero solo pensar en comer me da angustia. 

Hago un esfuerzo para comer más de la mitad. 

— He pensado que podríamos salir a dar una vuelta esta tarde. Hay un lago cerca con agua limpia en el que podríamos nadar.

— Me parece genial. 

Unas horas después, cuando el calor del mediodía ha dado paso a una agradable brisa, salimos hacia el lago. 

— Este lugar parece un paraíso — digo admirando el paisaje nada más llegar — ¿Cómo lo descubriste?

— Ayer cuando salí a correr, cambié de ruta y en cuanto lo vi, supe que te tenía que traer.

— Gracias — me acerco y le beso en los labios. 

Profundiza el beso y me abraza con fuerza como si no quisiera soltarme.

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora