Recuerdos.

9 2 0
                                    

MIKAEL.

Estoy tumbado en el suelo boca abajo. Estaba de fiesta con unos amigos por mi cumpleaños... o eso creo, mi cabeza está llena de bruma. Escenas se mezclan haciendo que sea difícil identificar la realidad. Un golpe fuerte por la espalda me ha hecho caer, hay manos, muchas manos que me sostienen y ponen un pañuelo sobre mí boca y mi nariz. Ojalá me hubiera quedado inconsciente. 

La sangre resbala lenta pero sin pausa hasta llegar a mi ojo derecho, escuece como el demonio.

— Mira lo que pasa cuando te metes con un Salvatore, basura.

Los gritos de la mujer hacen que no pueda oír nada más, no, no es una mujer, es mi madre. 

Trato de revolverme pero mis movimientos son descoordinados, el pañuelo es el culpable comprendo de pronto. Debía tener alguna sustancia que ha creado la bruma en mi cabeza. Las manos se alejan, pero no la pesadez de mis miembros, no puedo moverme, jamás me había sentido tan impotente.

Mi madre súplica, pero eso no es lo peor. No pide por ella sino por mí…

Entonces escucho las palabras de otra mujer.

— Sólo busco salvarte y tener un futuro juntos sin temor a que alguien enfadado se cuele a nuestra casa y nos haga daño. ¿Podrías asegurar que algo así no pasaría si sigues relacionándote con ellos?

Adara… 

Despierto con el cuerpo empapado en sudor frío y el corazón latiendo a límites sobrehumanos. Hasta mi respiración está agitada como si hubiera vuelto a esa noche. 

No es la primera vez que me atrapa esa pesadilla, es algo recurrente que me persigue como un castigo. La peor noche de mi vida.

— No puedo asegurarte eso, Adara. — respondo en la soledad de mi habitación — porque ya lo he vivido.

Cuando vives en el vértice de la violencia siempre te salpica. De nada sirve que yo intente no hacer nada si mis hermanos continúan creando enemigos. Cualquiera podría querer hacerles daño usando a su familia, no puedo hacer que Adara sea parte de esa familia y acabe como mi madre.

Si las circunstancias hubieran sido diferentes, lo que ella me pidió habría sonado descabellado, egoísta incluso, decirle a alguien que se aleje de su familia. Pero en este caso tiene razón y eso que no sabe ni la mitad de la realidad, este tipo de vida es mucho peor, más salvaje, regida por la ley de la selva. Sólo el depredador más peligroso sobrevive y para eso tienes que dejar de lado los escrúpulos. 

El resto de la noche no consigo dormir, doy tantas vueltas que al final me levanto y me visto y llamo a Black al móvil, pero no contesta. Es algo típico en él ignorar las llamadas, sobre todo cuando está en el Deadly-sin.

Iría hasta allí, pero no puedo pasar, ni cuando cumplí la mayoría de edad me dejó. No tengo la moneda que es como el pase VIP a su infierno de lujuria, solo Santos y Aria la tienen. 

Al final opto por mandarle un mensaje a Black con los datos de Blanca y una descripción breve del acuerdo al que llegué con ella. Espero que la conozca para poder cumplir mi parte del trato, lo último que me faltaría sería tener a esa víbora metiendo las narices en mi relación otra vez.

El exceso de energías y la rabia que me ha dejado la pesadilla no me abandona, por eso decido bajar a la calle e ir a la zona de la ciudad más conflictiva, si tengo suerte me encontraré alguna escoria como la que quiso atacar a Adara aquella noche, y podré descargar mi ira sobre ellos. 

En mi cabeza repito una y otra vez que será la última vez que lo hago. Tengo que escapar de la violencia y eso solo lo lograré yendo muy lejos. Lejos del apellido Rinaldi, donde mi familia no tenga influencia.

Cuando vuelvo de cazar me encuentro a Adara en la puerta de mi edificio. Se gira para mirarme al notar mi presencia y yo guardo rápidamente las manos en mis bolsillos para que no vea mis nudillos ensangrentados. 

— Me sentía mal por lo que te dije ayer y quería verte. No debí pedirte que te alejaras de tu familia, lo nuestro acaba de empezar y pedí demasiado. Lo mejor será que me vaya con mi tía al terminar el instituto, te amo pero no puedo vivir con la angustia de estar rodeada de personas capaces de hacer cualquier acto atroz y tampoco puedo pedirte que abandones todo lo que conoces. Por eso lo mejor es que cada uno siga por su lado. 

Al escucharla me entra la desesperación y la agarro de las manos para evitar que se vaya.

— No, tenías razón en todo. Tengo que alejarme y solo puedo pensar en hacerlo contigo. 

Mira nuestras manos y descubre mis nudillos, al verlos su cara se llena de preocupación y de algo similar al miedo que hace que me sienta como alguien despreciable.

— ¿Qué te ha pasado?

— Tuve pesadillas, estaba tan alterado que golpeé la pared y luego salí a que me diera el aire — mi mentira consigue que el miedo desaparezca por completo y quedé solo la preocupación — vamos arriba a mi casa y seguimos hablando. 

Falsa apariencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora