CAPITULO 5-3

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-Señor Jeong, póngase de pie.

Yunho obedeció, irguiéndose más airoso y elegante que nunca, desbordando su encanto en cada gesto aunque más no fuera en el simple acto de permanecer firme e inmóvil en su lugar, con la mirada serena y astuta fija en cada uno de los magistrados. Llevaba un exquisito traje negro azabache que se amoldaba a cada centímetro de su figura con una perfección envidiable, la camisa inmaculada cerrándose pulcramente alrededor de su cuello, en donde la corbata parecía abrazarlo con la pasión de un amante, para dejarse caer luego grácil contra la calidez de su pecho. Si estaba nervioso, jamás lo demostraría. Calmado y desenvuelto, observaba todo y a todos como si él fuera la autoridad máxima a la  que los demás vendrían a dar sus explicaciones, y no el ser sentado en el banquillo de los acusados. De todos modos, a pesar de su aparente tranquilidad y de los mil y un consejos que había recibido de sus abogados, había algo allí para lo que no estaba preparado: y era la sencillez y aparente facilidad con que se disponían las cosas a su alrededor. Había esperado encontrarse con grandes estrados de madera trabajada, un gran jurado cuchicheando su culpabilidad y un juez con peluca de rizos blancos observándolo con cara de pocos amigos. Nada más alejado a la realidad. Una vez más se había dejado llevar por sus fantasías cinematográficas, pues la sala a la que había ingresado era muy moderna, con muebles de estilo liviano, y las autoridades allí reunidas, en sus trajes de corte caro, distaban de tener togas y polvorientas pelucas.

No había ningún jurado acusador. De hecho había muy pocas personas en la sala: el juez con dos asistentes, una secretaria; dos traductores, uno proporcionado por el gobierno alemán, el otro traído por órdenes Hongjoong; el abogado de Choi Kiwoong (un hombrecito menudo y casposo, de aspecto desagradable y diminutos ojos negros, pero de mirada vivaz y penetrante); Yunho, Seonghwa y dos de sus abogados. Nadie más.

-Espero que entienda usted que esto no es un juicio, sino una audiencia extraordinaria para tratar un caso especial. Sus abogados han presentado una petición que no estoy dispuesto a otorgar si no encuentro pruebas suficientes. Está acusado de un delito muy grave para esperar que yo sea indulgente con usted sin tener mis justificadas razones. ¿Comprende eso?

-Sí señor -respondió Yunho.

Era muy extraño y más que incómodo expresarse a través de la voz y las palabras de otra persona. Apenas el juez comenzaba a hablar el traductor junto a él descifraba aquellos ásperos sonidos traduciéndolos a su gloriosa y conocida lengua materna, y lo inverso hacía el hombre sentado a su derecha, convirtiendo sus pensamientos en incomprensibles palabras que los demás captaban con relajada naturalidad.

-A pesar de las barreras idiomáticas, le ruego que comprenda la importancia de todo lo que se hablará en esta reunión. Sus respuestas serán tomadas bajo juramento, con castigo de prisión si incurre en falso testimonio. También le recuerdo que tal vez esta sea su única oportunidad de expresarse libremente. Diga todo lo que tenga que decir, aclare todo lo que desee aclarar, porque lo que no diga aquí dificultosamente será agregado a posterior. ¿Comprende?

-Sí señor.

-Bien, entonces tome asiento y continuemos.

Yunho se acomodó en su butaca y aguardó en silencio, intercambiando miradas con Seonghwa, sentado a unos cuantos metros a su izquierda, en un lugar alejado pero visualmente estratégico.

-Dígame claramente: su nombre y apellido, edad, fecha y lugar de nacimiento.

-Jeong Yunho, 22 años, 18 de Noviembre de 1982, Novosibirsk, Rusia.

-Estado civil, ocupación y lugar de residencia.

-Soy soltero, patinador profesional y vivo en San Petersburgo.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora