CAPITULO 8-4

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–Ten, toma esto, te hará sentir mejor...

 Jongho depositó una taza de té y una aspirina en las manos de Yunho, que las recibió con la mirada ausente, perdida en algún punto lejano del parquet. Tenía el rostro demacrado por el agotamiento y los ojos irritados de tanto llorar. Más silencioso que nunca, hacía casi una hora que se encontraba allí, en casa de Jongho, arrebujado sobre el amplio sillón de la sala, cobijado por una manta verde escocesa que su niño le había depositado sobre los hombros intentando inútilmente disminuir los incontrolables temblores que lo asaltaban.

Apenas si podía creer que sólo fueran las nueve de la noche. Que esa misma mañana hubiera alcanzado la cima del mundo, y que desde esa altura ahora estuviese cayendo a las profundidades más aterradoras. El mejor y el peor día de su vida, el Cielo y el Infierno tocados con la misma mano... Señor, ese sentimiento de vacío total debía tener fin, las puntas del risco debían alzarse de una vez por todas para destrozarlo, le dolía el cuerpo, no podía seguir cayendo, no podía...

–¿Por qué no comes algo? No has probado bocado en todo el día... –Arrimando el plato con emparedados, Jongho insistió un par de veces, pero Yunho parecía no escucharlo, perdido como estaba en el torbellino de su mundo interior–. Mi Dios... si así tienes la mano, no quiero ver cómo le quedó la cara... –comentó rozando con sus labios los nudillos enrojecidos.

–Doce años... Doce años y estoy exactamente donde empecé... Todo perdido, todo muerto....

–¿Por qué dices eso? Eres un hombre, tienes tu propio dinero, tienes fama y reconocimiento, no lo necesitas. Hoy debería ser el mejor día de tu vida. 

Por primera vez Yunho volvió sus ojos cansados hacia Jongho, como si recién se percatara de su presencia. La afirmación había sido demasiado descabellada como para ignorarla.

–¿Es que no lo ves? –preguntó, mientras su mirada se humedecía–. Estoy huérfano, me quedé solo en el mundo... Toda mi vida se fue al diablo, no tengo nada, estoy otra vez solo, perdido en una ciudad, sin abrigo, sin ningún lugar a dónde ir... sin futuro, como cuando Seonghwa me halló a punto de morir en la nieve... sólo que ahora ni siquiera lo tengo a él para salvarme...

–Pero... ¿Qué estás diciendo? –Jongho quitó la taza de las temblorosas manos para evitar que se derramara, y las tomó entre las suyas para transmitirle calma, tranquilizarlo–. Mi vida, ese tipo es un demonio, un asesino, un abusador...

Pero las lágrimas de Yunho volvían a caer, tibias y desesperadas, desbordando como la angustia que tenía adentro.

–Lo sé, ya los sé –admitió sin poder contener un sollozo, harto de escuchar siempre el mismo discurso–, pero sea como sea es mi padre.

–¡Él no es tu padre, Yunho!

–¡Lo es! –exclamó, estallando en lágrimas–. Me crio, me cuidó, me dio su amor... ¿No es eso un padre? Era un niño, Dios, yo era un niño al que habían maltratado por años y años, y él me convirtió en un príncipe, en su príncipe... No era una bestia, él me trató siempre con cariño, me educó, me enseñó a pelear por mis sueños, a compartir mi fortuna y mi tiempo con los que más lo necesitaban... No me mires así Jongho, él no es como tú crees... Jamás me dejó solo, nunca me abandonó cuando clamé por él. Cuando era niño y me enfermaba, permanecía a mi lado toda la noche para cuidarme, darme medicinas, controlar mi temperatura, como hubiera hecho una madre... Y en los entrenamientos su prioridad siempre fue mi salud a cualquier medalla o título, por más importante que fuera. Me dio la mejor educación, se preocupó por mis tareas, atendió con paciencia a todos mis deseos... Me dio todo lo que alguien puede desear.

–Sí, ¿a qué precio?

Los ojos enrojecidos de Yunho se cerraron, exhaustos, mientras mordía su puño lleno de impotencia. Jongho se acercó más a él, acariciando con cariño las sedosas mechas doradas, acomodándoselas tras la oreja.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora