CAPITULO 9-1

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Aunque ya instalados en los cómodos sillones del living, la situación entre los tres seguía siendo algo extraña y embarazosa. Jongho, sentado junto a su amante, aguardaba silencioso e inmóvil, incapaz de ocultar la aprensión que sentía ante tal inesperada y sospechosa visita. Los dos rusos hablaban cómodamente en su idioma, y aunque no se habían dicho mucho todavía, lo enervaba no poder entenderles. Se sentía totalmente excluido de la reunión; casi sin quererlo los celos lo estaban consumiendo por dentro, incontrolables y ardientes como el fuego de una hoguera que amenazaba con salirse de control.

Yunho, ajeno a estos sentimientos, esperaba intrigado y algo preocupado a que su amigo le diera un sentido a aquella imprevista aparición. Jeonggi, aunque ya lo había abrazado y besado lo suficiente, parecía no poder convencerse de que realmente se encontraba bien. 

–¿Puedes decirme qué diablos ha sucedido? –preguntó con una irritada exigencia inusual en él, aunque su agitación comenzaba a calmarse ante la evidencia de que sus peores temores no se habían realizado–. Hace una semana que intento comunicarme, no sé nada de ustedes desde la presentación. Seonghwa me llamó desesperado diciendo que habías desaparecido sin dejar rastros y que había pasado horas buscándote sin éxito. Luego, él también desaparece sin dar el más mínimo aviso.

–¿...Seonghwa no se ha comunicado con ustedes?

–No, no lo ha hecho. Estuvimos día tras día llamando sin cesar, sin obtener ninguna respuesta, ni un e-mail, nada. Si al menos hubieran estado en un hotel, como siempre, pero no, justo ahora se les ocurre alquilar una casa perdida en no sé donde –Jeonggi aflojó el lazo de su bufanda, suspirado, acalorado por toda la preocupación que traía como carga–. Estábamos muriendo de preocupación, dimos aviso a la policía y a la embajada, ya no sabíamos qué hacer. Con el llamado de Seonghwa temía que algo horrible te hubiera ocurrido, pero cuando él también desapareció... No podía quedarme allí sin hacer nada. Si las cosas hubieran estado bien él habría llamado.

–¿Cómo me encontraste?

–Fui a la casa que habían arrendado... Por Dios, parece que un tornado hubiera arrasado con todo allí: los muebles están caídos, la vajilla hecha añicos, todo roto y tirado por el piso. Vi manchas de sangre en el la sala, en el cuarto, en el baño... Las cosas de Seonghwa están todavía allí, pero de él, ni señal. Encontré esta dirección escrita en un papel sobre la mesa, entre botellas de vodka vacías y cientos de cigarrillos.

Tras aquellas palabras un silencio pesado cayó sobre ellos. Jongho, incapaz ya de contenerse, se movía incómodo mirando a uno y a otro con gesto huraño.

–¿Podrías decirme qué sucede? –preguntó malhumorado.

–No volvió –respondió Yunho, siempre tan escueto.

–¿Qué?

–Seonghwa... no volvió a Rusia, ni se comunicó con nadie.

–¿Y qué te importa eso a ti? ¿Acaso estás preocupado por él?

–No, no por él, por nosotros –aclaró seriamente–. Tiene esta dirección, sabe que estamos aquí.

Ahora el excluido por la barrera idiomática era Jeonggi. Cuando Yunho volvió a mirarlo vio cómo su amigo analizaba con la mirada lo que los nervios no le habían permitido descubrir antes: a él prácticamente desnudo, cubierto solamente con un slip negro, en casa del que había sido su principal rival, ahora sentado a su lado vestido apenas con una salida de baño. Los ojitos negros del ruso recorrieron primero a uno y luego al otro, y sin sorpresa aparente se fijaron en los azules que lo aguardaban, desafiantes.

–¿Qué sucedió con Seonghwa? –preguntó con calma, como si la escena ante él fuera de lo más normal.

–Lo abandoné.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora