Tres y media de la madrugada.
El reloj de la sala nunca había azotado su segundero con tanto énfasis y en el impasible silencio de la noche su sonido les parecía enloquecedor. Un esporádico maullido, triste, melancólico, también les arañaba los oídos con sus agudas garras.
El animal parecía haber sentido el olor a muerte en sus cuerpos, pues apenas al acercarse a darles la bienvenida, había huido despavorido, y desde entonces no había bajado del estante más inaccesible de la biblioteca. Todos los objetos de la casa parecían rechazarlos, como si reconocieran lo que eran, como si ahora supieran en lo que se habían convertido... Sobre la cama matrimonial de los Choi, tal vez donde el mismo Jongho había sido engendrado, sentados uno frente al otro, los dos amantes se miraban en silencio.
Con las ropas tan manchadas como sus conciencias, las pupilas dilatadas y los labios tensos, aguardaban sin saber qué esperar. El tiempo en el reloj pasaba demasiado rápido en un mundo que se había detenido para ellos, un mundo que los repelía, reverberando en sus conciencias la cruda verdad:... Asesinos.
-Debemos escapar.- Yunho, tan directo como siempre, fue el que decidió romper al fin ese inquebrantable silencio que los había sofocado por horas. Jongho no respondió. Aunque ya no lloraba, no había variado su expresión vacía, oscuramente resignada, que le había dejado impresa aquel último disparo, aún resonando en sus oídos.
-Me odias -dijo con una voz tan calma que parecía irreal.
-¿De qué hablas?
-Me odias por haberlo matado -aseguró, mientras el rubio hundía el rostro entre sus manos ahogando un suspiro-. Yo odiaba a mi padre, pero tú... tú querías a Seonghwa... él tenía razón en todo lo que dijo, ¿no es así? Lo quieres...
-Eso ahora ya no importa -susurró Yunho abrazando sus piernas, la frente apoyada sobre sus rodillas-. Tenemos que pensar qué vamos a hacer. Hay que decidir algo rápido.
-Supe que era verdad cuando seguiste defendiéndolo -continuó Jongho con la misma calma de antes, cual si hubiera sido invitado a confesarse-, pero no sentí nada malo hacia ti, te lo juro, sólo odio y envidia hacia él... Le disparé a conciencia -admitió en un susurro-. Tú lo hiciste casi por inercia, pude verlo, había algo extraño brillando en tus ojos, cegándote, como si no estuvieras allí realmente... pero yo no lo hice así.
-Jongho, por favor...
-No estaba tan fuera de mí -prosiguió con suavidad-. Simplemente sentí demasiado odio por él y quise verlo muerto -confesó con los ojos cerrados-. No vengué a mi padre... me vengué a mí mismo.
-No me des explicaciones, no quiero oírlas. No quiero oír más sobre esto... Haber perdido la razón no me hace menos asesino, por favor, mi conciencia será suficiente para recordármelo hasta que muera, no necesito que tú también lo hagas... No te odio, ¿de acuerdo? Te amo, te amo, pero no hay tiempo para filosofar ahora, tenemos que huir, y tenemos que hacerlo rápido.
Sin responder, Jongho desvió la mirada. Con mucho cuidado quitó la toalla ensangrentada que mantenía presionada contra la herida de Yunho y la cambió por una nueva.
-Necesitas un médico -indicó, ignorando la mirada de expectación clavada sobre él-. Esta herida sangra demasiado.
-¡Al diablo con la herida! No pienso ir a un hospital para que me arresten antes de entrar. Debemos escapar ahora, si nos encuentran de poco servirá contarles nuestra historia.
Silencio. Demasiada espera para un planteo tan simple.
-... no voy a huir.
-¿Qué dices?
-No voy a huir -repitió Jongho con calma, sin mirar de frente, obligándose a ocupar sus manos y su mente en presionar la toalla limpia sobre la herida que intentaba curar. Yunho lo observó, atónito. Por un momento pareció no saber qué decir.
-Jongho, escúchame bien. Hay tres cadáveres, no uno, ¡tres cadáveres abandonados en el hielo! -indicó señalando con un gesto nervioso hacia la calle-. Y al menos dos de ellos llevan nuestro nombre. Son tu madre, tu padre y mi entrenador. ¿Quieres darme al menos una razón por la que crees que no vendrán por nosotros?
-... Nadie nos vio, no pueden probarlo...
-¿No pueden probarlo, dices? -Yunho lanzó una carcajada desprovista de humor-. Están allí, muertos, estamos cubiertos con su sangre, ¡por Dios!, ¿Qué más crees que necesitan? ¿Qué uno de ellos se levante y declare?
Jongho escuchaba sin mirar, en silencio, tan tenso que casi temblaba
-Debemos cruzar la frontera esta misma noche, mañana será tarde.
-...No sirvo para huir, no quiero hacerlo... -¡Van a matarnos si nos atrapan! ¿Es que no lo entiendes?
-Yunho, por favor... contratemos un buen abogado, él nos sacará de esto.
-Ni Dios nos sacará de esto, Jongho-aseguró el ruso, nervioso, tomándolo por los hombros para obligarlo a mirar de frente-. Acabo de volarle los sesos a un hombre y tú mataste a otro a quemarropa, ¿crees que lo tomarán a la ligera, cual si fuera una evasión fiscal? ¿Qué un soborno y un par de firmas arreglarán todo? ¡Abre los ojos! Ninguno de esos magos que lees vendrá a arreglarlo todo con su varita mágica, no hay mundos de fantasía en los que puedas refugiarte. Debemos hacer algo nosotros, ¡y debemos hacerlo ahora! ¿Quieres pasar el resto de tus días en la cárcel? Nos encerrarán de por vida, tal vez nos condenen a muerte, ¿es eso lo que deseas?.
-No.
-¡¿Entonces por qué no me haces caso?!
-¡Porque tengo miedo! -estalló al fin Jongho, cubriéndose el rostro con las manos-. Tengo miedo de que nos atrapen huyendo, de eso no hay vuelta atrás, sería peor que todo lo anterior junto. No sabes cómo funcionan las cosas aquí, no les importa lo que hiciste, ¡lo importante es que no les mientas! ¡Que no los quieras tomar por idiotas!
Yunho permaneció mirándolo como si ya no fuese capaz de entender el idioma en que le hablaban. Mientras Jongho parecía ser presa de un ataque de nervios, él comenzó a enfriarse, como el témpano que siempre había sido.
-Tú no sabes lo que es el miedo -dijo con una calma envenenada por los recuerdos-. No tienes idea de lo que es estar prisionero. No sabes lo que es sentirse solo y abandonado, sentir el miedo devorándote desde adentro, como si ya no tuvieras órganos, como si sólo el terror llenara tu cuerpo. No tienes idea de lo que es que te esposen, que te golpeen, que insulten lo que más amas, que te humillen y abusen de ti como se les ocurra sin que puedas hacer nada, sabiendo que nadie vendrá a rescatarte, que aquella tortura no tendrá fin. ¿Crees que la cárcel es solamente estar encerrado en un cuarto mirando el techo? Piénsalo dos veces.
Las lágrimas de Jongho caían sin cesar, por más que se esmerara en secarlas al instante. Trataba de imaginar esos horrores, mientras Yunho sólo tenía que recordarlos.
-No voy a volver a pasar por eso -aseguró el rubio con la mirada cargada de rencor-. Te lo advierto desde ahora. No permitiré que me atrapen.
Los minutos pasaban interminables. Jongho oscilaba entre la calma y el llanto, como si debatiera internamente consigo mismo, cubriendo y descubriendo el rostro tras las manos pálidas. Yunho tenia la decisión tan firmemente tomada que, por el contrario, cada segundo que pasaba lo volvía mas sereno.
- No cambiaras tu decisión, ¿verdad?
-No.
El rostro de Jongho se contrajo de dolor, mordiéndose los labios para no llorar mas. Por segunda vez deseaba poder volver el tiempo atrás y deshacer lo hecho, pero una vez mas, era imposible.
Congestionado, respiro profundo y suspiro un par de veces. Luego estiro una mano temblorosa para acariciar el rostro que había convertido en santuario de sus besos: los labios, las mejillas, la piel suave de los parpados... Todo había resultado tan perfecto...
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Sangre sobre hielo - 2ho / Yunjong
Fanfic"La sangre tiñe el mundo del patinaje sobre hielo y se derrama sobre los que reinan en él. Sobre los que deben amar y odian, sobre los que deben odiar y aman, mientras todos intentan borrar de sus manos la escarlata mancha de la culpa". Adaptación a...