CAPITULO 14-4

61 6 0
                                    


–Recuerdo haberme ido, pero no recuerdo haber regresado –confesó el rubio, con la mirada fija en sus manos temblorosas–. Sólo sé que de pronto te vi en el suelo, ensangrentado y con mi patín clavado en la espalda. Miré a mi alrededor, todo estaba cubierto de sangre, incluso mi rostro, mis manos, mi ropa –y cerró los ojos, como si aquella visión todavía le resultara demasiado increíble–. Me incliné sobre ti, tiré del patín y al quitarlo la sangre manó como de una fuente. Intenté detener la hemorragia presionando mis manos contra la herida, pero tu ropa se empapaba y la sangre seguía saliendo sin control. Estaba tibia, y resbalosa, y... Jongho se arrebujó en el asiento, descompuesto, mientras Yunho se cubría el rostro, horrorizado por sus recuerdos.

–¿Por qué no pediste ayuda? –quiso saber, preguntando en un susurro entrecortado.

–Creí que estabas muerto, estaba seguro de eso. Y de haberme quedado alguna duda ni loco hubiera ido en busca de nadie, hubiese sido ponerme la soga al cuello y tirar yo mismo de ella – Jongho lo miró atónito, pero Yunho continuó su relato sin prestarle atención–. No pude mirar más. Comprendí que no debía perder más tiempo, así que me lavé con mucho cuidado, limpié mis huellas, me quité la ropa y la arrojé en mi bolso junto con los patines. Volví a ponerme el traje de competición, me cubrí con la campera y hui de allí.

El relato de aquella actuación a sangre fría dejó sin habla a Jongho. Por alguna razón hubiera preferido escuchar el plan de un ataque con alevosía y no ese acto de egoísmo y desinterés por parte de hombre al que había entregado su cuerpo y su alma. Lejos de sentirse ofendido por la agresión, sintió el profundo dolor del abandono y de su falta de amor. Cuando pensaba que ya nada podría herirlo, una nueva puñalada atravesaba su corazón. 

–Al llegar al hotel escondí todo debajo de la cama –continuó Yunho, incapaz de detener su confesión–. Pasé dos horas bajo la ducha, bebí una botella de vodka, tomé pastillas para dormir y me acosté a esperar el sueño o la muerte, lo que fuera que llegara primero. No fue hasta la noche siguiente, cuando desperté, que me enteré de que estabas vivo.

La pausa fue tal vez para ver por qué Jongho estaba tan silencioso. La verdad era que el castaño estaba acurrucado contra la ventanilla, con una mano cubriendo su boca y la mirada más encendida que Yunho le hubiera visto jamás. El ruso comprendió que aquella sería su última oportunidad de hablar; no podía desaprovecharla.

–Cuando comprendí que aún estabas vivo, sentí que era Dios que me daba una segunda oportunidad. Una oportunidad para enmendar mi error, para salvarte, y también para salvarme a mí mismo. No voy a mentirte, no sabía en ese momento que eras el amor de mi vida y que querría estar junto a ti para siempre... eso no lo supe hasta mucho después... pero sí supe que lo que había sentido contigo no lo había experimentado jamás con nadie, y no iba a permitir que te me escaparas de entre las manos por segunda vez. Iba a ir a ese hospital a verte, e iba a lograr que salieras de allí caminando, costara lo que costara.

–Cuando hurgué bajo la cama, las cosas habían desaparecido – continuó luego de una breve pausa–. Casi me muero al pensar que el servicio de limpieza del hotel lo había tomado, pero luego llegó Seonghwa y sin decir una palabra me entregó mis patines. Estaban perfectamente limpios y les había colocado hojas nuevas. "No podías patinar con el filo en ese estado". Eso fue lo único que dijo, y no me permitió agregar nada más. Nunca volvió a tocar el tema, y yo tampoco lo hice –admitió con un dejo de vergüenza–. Él lo sabía –aseguró, y sus ojos brillaron con un amor imposible de ocultar–. Lo supo todo el tiempo, y sin embargo jamás me insinuó nada, ni en la más secreta intimidad. Siempre me encubrió, siempre... aún después de que lo abandonara, de que le dijera las cosas horribles que le dije... –Yunho hundió el rostro entre las manos. Un nuevo dolor se agregaba a su lista de remordimientos, el de haber hecho sufrir a Seonghwa cuando no se lo merecía–. Por qué lo perdonas, me preguntaste en la iglesia. Lo perdono por eso. Porque a pesar de todo, me amaba, me amaba de verdad, y me protegió con su vida. Esos disparos eran para mí... eran para mí... Oh, Seonghwa, mi dulce Seonghwa, era inocente de todo lo que lo acusaste. ¡Era inocente!

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora