CAPITULO 14-5

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Tenía la esperanza de que Yunho no estuviera en casa, pero con lo primero que se topó a modo de irónica bienvenida, fue con el Volkswagen negro mal estacionado frente a la puerta. Primer signo de mal agüero: el ruso amaba a ese auto, nunca hubiera consentido dejarlo afuera sin protección; mucho menos aún salirse del camino y avanzar hasta allí, arrasando a su paso con el cantero de rosas amarillas, las preferidas de su madre.

Intentando ignorar aquel pequeño desastre, Jongho subió sin prisa los escalones del pórtico. Al entrar, comprobó que la luz de recibidor estaba encendida, al igual que la de la gran escalera de madera que comunicaba con los pisos superiores. A su derecha, la enorme sala del hogar estaba en penumbras, iluminada solamente por las intermitentes luces del árbol de Navidad que reinaba en un rincón. 

En su base aún podían verse varios regalos, brillantes paquetes adornados con bonitos moños, que habían prometido desenvolver en la intimidad de una noche junto al fuego, luego de haberse amado hasta desfallecer de placer.

Deseando vaciar su mente de todo pensamiento, Jongho desvió la mirada antes de que aquella visión le rompiera el corazón. Subió la escalera sin hacer ruido, rogando tener la fortaleza para tomar sus cosas y partir lo más pronto posible. No quería más peleas, no tendría el valor de soportar un solo golpe más.

La luz del dormitorio estaba encendida, pero Yunho no se encontraba allí. La puerta del baño se hallaba cerrada, y podía verse claridad bajo ella. Jongho suspiró. Mejor, así no tendría que verlo.

Rápidamente hizo una lista mental de las pocas cosas que se llevaría. Dinero, documentos, artículos de higiene personal y ropa. Poca, tal vez nada o lo más indispensable; mientras menos cosas conservara de esta vida que abandonaba como una víbora deja su piel, mejor.

De un vistazo recorrió la habitación. Había un desorden extraño que por alguna razón no acababa de encajar por completo: la ropa de Yunho tirada en el piso, las puertas de un placard abiertas, cajones revueltos, una botella de vodka prácticamente vacía sobre el escritorio bajo la ventana. Lentamente se acercó a la cama. Desparramadas por todo el acolchado, las cientos de fotos tomadas a lo largo de aquel año. Aquí y allá caras sonrientes, besos, abrazos, bosques y montañas nevadas de trasfondo... Le dieron ganas de llorar. Pero antes de que se acercara conmovido a rozar las fotos con sus dedos, algo en el suelo junto a la mesa de luz llamó su atención. Se inclinó para verlo mejor... era su pasaporte hecho trizas. 

Jongho lo observó boquiabierto. ¡Ahora no podría salir del país! Histérico, se puso de pie, se dirigió al baño y sin pedir permiso abrió la puerta hecho una furia, dispuesto a descargar con violencia la catarata de reproches que bullía en su interior. Pero el pálido brazo que colgaba fuera de la bañera y la sangre que chorreaba de la muñeca rebanada alimentando el arroyo punzó que se esparcía por el prístino suelo del baño... le indicaron que ya era demasiado tarde.

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Semanas más tarde Jongho aún intentaría recordar los detalles de aquella noche funesta.

No importaba cuánto intentara, no podía unir las piezas, no acababa de encajarlas en el rompecabezas de su memoria para relatarse entera la perversa historia escrita con la sangre de quien más amaba. 

No recordaba con exactitud cómo había rescatado el exangüe cuerpo de la bañera, aunque aún podía sentirse resbalar una y otra vez en el mar de sangre bajo sus pies. Tampoco tenía muy claro cómo había logrado envolverlo en una manta y descender con él las escaleras, cuando Yunho era más alto y pesado, más aún en ese momento en que la cabeza le colgaba exánime hacia atrás, y los miembros caían en lánguido abandono desde el sostén de sus brazos.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora