CAPITULO 10-4

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¿Horas? ¿Segundos? Imposible decir cuánto tiempo había pasado. Lo cierto fue que, luego de una mirada letárgica, no era odio ni dolor por aquel padre perdido lo que se reflejaba en los ojos de Jongho, sino una profunda incertidumbre teñida de recelo y sospecha.

–Yunho... –dijo enfrentándolo, sus ojos negros buscando los suyos con pujante desesperación– ¿Qué iba a decirme? –inquirió pasando alternativamente la mirada de su amado al viejo entrenador–. Yunho, respóndeme... ¿Qué es lo saben ustedes que yo no sé? Es obvio que lo silenciaste, no querías que hablara, que dijera...algo. Dijo que iba a hablar de ustedes... 

Silencio. Ni Jeongni Park parecieron mover un músculo, sus rostros impasibles, inescrutables. Pero aunque era imposible descifrar emoción alguna en sus facciones, la expresión de Jongho comenzó a florecer lentamente, como si el entendimiento le llegara en suaves ondas, armando y completando el rompecabezas, activando su razón.

–Oh Dios... oh, Dios –susurró mirando a uno y a otro, su pecho agitándose a cada paso–. Fue él –sentenció señalando a Seonghwa con un dedo tembloroso–. Fue él... Él me atacó y tú lo sabías. ¡Tú lo sabías! –sollozó, y su respiración fue acelerándose a medida que descubría aquel silencio cómplice–. ¡Sabías que él me había atacado y nunca me lo dijiste!

–No... fue tu padre –insistió Yunho tercamente, pero Jongho negó con la cabeza.

–Siempre supiste la verdad... me engañaste todo el tiempo...

Seonghwa y Yunho cruzaron sus miradas y las mantuvieron sin pestañear, en silencio. Las tensiones de las últimas semanas parecieron desvanecerse como la niebla al amanecer, envolviéndose en un manto de complicidad, un contacto profundo, eterno, secreto. Tan inmersos uno en el otro, tan estáticos que Jongho era una cosa nerviosa y movediza en comparación, una interrupción que parecía no ser capaz de cortar aquella unión.

Luego, un imperceptible gesto de negación y unos murmullos en ruso escapando de los labios del rubio.

–No lo digas –susurró en una extraña mezcla de orden y súplica, su mirada firme como si estuviera manteniendo una conversación telepática paralela. Park inspiró profundo, sin quitarle los ojos de encima, casi con resignación–. Ya basta, Seonghwa, no lo hagas. Fue él. ¡Fue él! –insistió Yunho señalando el cadáver de Choi.

–Fui yo –confesó al fin, volviéndose a Jongho casi triunfal–. Yo te ataqué aquel día...

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Jongho parpadeó, confuso. Yunho permaneció en silencio, al parecer demasiado irritado por haber sido contradicho, pero Seonghwa sonreía satisfecho, volviendo su mirada cargada de desprecio hacia el americano.

–Para que veas, maldito mocoso, que hay vínculos que no se pueden romper. Por más joven, y bello, y especial que te creas... siempre habrá un lugar en su corazón que sólo será mío. Mío, ¿escuchaste? Me protegió siempre, ¡siempre! Nunca permitió que mancharan mi nombre.

–¿Es verdad lo que dice, Yunho? –preguntó Jongho, tembloroso y con el rostro encendido–. ¿Es verdad que lo sabías...?

–¡No, no fue él! ¡Fue tu padre!

–¿Lo ves? –preguntó Seonghwa con una sonrisa insana–. Convéncete: mintió por mí, para defenderme, y sigue haciéndolo aún ahora, a pesar de todas las mentiras que le dijiste, de toda la cizaña que sembraste en mi contra. Piensas que nos separaste, que lograste gran cosa... pero él siempre será mío. Puedes tomar su cuerpo, pero yo seré dueño de sus secretos, de sus pensamientos... He llegado donde tú nunca llegarás. No eres ni serás jamás siquiera la sombra de lo que yo fui en su vida. De lo que seré siempre. 

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora