CAPITULO 12-4

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San Petersburgo era una ciudad tan enorme como hermosa, rebosante de historia y belleza en cada esquina, pero Jongho jamás se había sentido tan extranjero en un lugar. La tranquila naturalidad con que se había amoldado a aquel lejano paraíso austral en nada se parecía a la obligada adaptación a estas frías tierras nórdicas. Todo le era extraño e inusual, a menudo tan distinto a sus costumbres que solía sentirse un extraterrestre. Pero lo más desesperanzador era saberse sólo en aquella lucha cotidiana. Ahora Yunho ya no estaba de éste lado de la línea para compartir su aislamiento verbal, ni comprender su asombro o curiosidad por tradiciones que no comprendía. De hecho, la alegría de zambullirse nuevamente en su mundo había puesto al ruso en un estado permanente de excitación e hiperactividad, dedicándose de lleno a recuperar el tiempo perdido, tanto con sus amistades como con su carrera, dejando poco tiempo (demasiado poco) para ayudar a su amante a insertarse en su nueva vida.

La magnitud de todo a lo que debía acostumbrarse hubiera sido desesperante para Jongho de no haber sido por el cariño y la paciencia que le demostró HeeYeon. De tan buen humor como el primer día, la muchacha (pues Jongho descubrió que era apenas un año mayor que Yunho) le enseñó todo sobre la casa y las costumbres, atendió sus necesidades y sus preguntas, y ayudó como mejor pudo a cubrir la repentina ausencia de Yunho en su vida.

–No te preocupes, está emocionado por volver a casa –lo consolaba ella con una sonrisa cuando el rubio pasaba fuera todo el día–. En poco tiempo volverá a estar tan pegado a ti que suplicarás poder quitártelo de encima.

Jongho sonreía dócilmente, aunque no estuviera de acuerdo. En los diez días que llevaban allí Yunho había mantenido casi la misma rutina: levantarse temprano y partir con Jeonggi a la pista de entrenamiento o a ver a otras personas; luego, con suerte, regresaban a la hora del almuerzo, para volver partir hasta la noche y pasar la cena y sobremesa en conversaciones que no tenía forma de comprender. Jongho no encontraba la manera de hacerse notar. Las escasas veces que lograba abordarlo a solas, Yunho se comportaba tan dulce y cariñoso como siempre, y resumía sus ausencias en que tenía muchos planes y que todo marcharía bien. No parecía ver la soledad en que se encontraba Jongho, y éste, desconcertado por el buen trato, no se atrevía a mencionar sus quejas. 

–HeeYeon, tú que los entiendes, ¿de qué hablan tanto esos dos? – preguntó una noche mirando con recelo hacia la sala de estar, mientras él y la muchacha permanecían en la cocina bebiendo café.

–¿Realmente crees que mi oído es tan bueno como para escuchar lo que murmuran en la sala? –respondió risueña, mientras observaba con ternura cómo Jongho acunaba a su hijo menor.

–Me refiero en general.

–Oh, de muchas cosas. Están preparando nuevas presentaciones. Tú sabes, coreografías, trajes, música... Y por lo que he oído, cerrando buenos tratos. Tu Yunho sabe cómo venderse –agregó con un pícaro guiño, rozando sus dedos en el gesto universal de dinero.

–¿No te da celos que Jeonggi pase tanto tiempo con él? –soltó de pronto, reflejando sus propios temores. La joven se echó a reír.

–¿Celos? ¿De qué? Jeonggi es mi esposo.

–¿La palabra "infidelidad" no existe en el idioma ruso?

–Claro que sí –HeeYeon volvió a reír como si hubiera escuchado una buena broma–. Pero él no es gay –agregó con simpleza–. Aunque así lo quisiera Yunho, Jeonggi jamás accedería a tener sexo con él ni con ningún otro hombre. Eso puedo jurarlo. 

Jongho volvió su mirada hacia la ilusa muchacha y rió como ella, aunque por distintos motivos. Así que Jeonggi escondía un "pequeño secretito" a su esposa... Vaya, vaya, el hombre perfecto mintiendo a su mujer... muy interesante.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora