Capitulo 4 (James)

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Luego de que Chris me informara de un incidente en la entrada, fui a revisar de lo que se trataba.
—¿Qué está pasando aquí, Rogers? —pregunté al guardia que rodeaba con los brazos a la chica.
Reteniéndola y con cara de angustia saludó.
—Su majestad —dijo—. Esta chica no tiene invitación, y ha estado intentando manipularme —añadió, mientras la chica forcejeaba.
—Ya te dije que se me perdió —gruñó ella, dándole golpes con sus manos.
—Está bien, déjala pasar, y suéltala por favor; así no se trata a nuestras invitadas —pedí mientras sonreía amablemente a la chica —¿Estás bien? —pregunté.
La chica se mostraba avergonzada, sus rulos se habían caído por el forcejeó, y en sus brazos había marcas rojas de las manos del guardia.
—Su majestad —hizo una reverencia—. Lamento que haya tenido que ver esta escena.
—Por favor levántate, ya has tenido suficiente por esta noche, para tener que hacer una reverencia —tomé su mano para que cortara con su reverencia y besé el dorso de ella con delicadeza— ¿Te ha lastimado?
—No, su majestad —negó con su cabeza pero sus brazos decían los contrarió.
—Eres James Barclay —dijo aquella voz conocida.
Volteé a ver por dónde provenía aquella voz, sus grandes ojos azules me vieron desde las escaleras, y en su voz llevaba un tono de desprecio. La miré fijamente hasta que su confusión se convirtió en algo más.
—Alice, el príncipe ha sido muy amable en dejarnos pasar —dijo la doncella frente a mi con una sonrisa, tomó su vestido y volvió hacer otra reverencia—. De nuevo, muchas gracias majestad.
Alice no tardó en verla con confusión, frunciendo el ceño, inclinando la cabeza, se la veía desconcertada e incluso podría decir que ofendida ante el acto de honor de la dama hacía mi.
—¿Se te ha perdido la invitación? —pregunté mientras veía los dedos marcados del guardia en su antebrazo, tras una breve vacilación se enderezó.
—Sí... Resulta que Alice perdió las invitaciones —aclaró mientras intercambiaban unas miradas fugaces, Alice asintió pero sin voltearme a ver a los ojos.
—Pido una disculpa a las dos, si es que ha habido inconvenientes a lo largo de la noche —traté de captar su mirada pero estaba rehusada a verme y antes de que pudiera decir otra palabra un guardia interrumpió nuestra conversación.
—Príncipe —hizo una reverencia—. Lamento interrumpirlo pero su padre lo manda llamar.
—¿Sabes cuál es el motivo?
—Sí. Su majestad me manda decir que la familia de la princesa Lena ha llegado.
—Muy bien, gracias por comentarme, voy en seguida —aclaré volteando a ver al guardia.
Noté que las chicas estaban susurrando algún secreto, mientras me veían, al observar que mi mirada tenía su atención, interrumpieron su conversación secreta.
—Si me disculpan —dije mientras hacía una reverencia—. Te buscaré luego, me gustaría aclarar las cosas.
Alice no hizo ningún movimiento, pero pude notar la traición que suponía su rostro.

Subí al segundo piso donde estaban todos los reyes y las reinas, y algunas princesas, desde ahí se podía ver claramente el salón de baile. Y ahí estaba Lena, estaba como la última vez que la había visto, aquellas mejillas rosadas, con esos ojos almendrados y ese azul marino pronunciado en sus iris, sus dulces y delicados labios y su nuevo color de cabello, rubio; tenía que admitir que le quedaba demasiado bien.
No recordaba la última vez que nos habíamos visto, no fueron más de tres meses, pero no hacía tanto de la última llamada que tuvimos. Desde que éramos niños habíamos sido inseparables, hacíamos todo tipo de actividades juntos, en la adolescencia no fue la excepción, aunque yo comencé a tenerle un afecto distinto a Lena, uno que no era mutuo, al crecer y convertirnos en adultos era más complicado vernos; ella también se estaba preparando para gobernar su reino, la estaban preparando para ser más que una dama o una princesa, se tenía que convertir en una reina, era poco el tiempo que teníamos para nuestras vidas personales, pero aún así la amistad seguía viva y el afecto que le tenía no se había apagado.
—¡Mi príncipe! —chilló Lena mientras daba un gran abrazo de oso.
—Hola Lena —susurré a su oído mientras la apretaba contra mi.
Lena desde pequeña acostumbraba a decirme que era su príncipe, y de algún modo lo era, porque era la única chica que me había robado varias veces el corazón. Siempre le había tenido un gran cariño, ella había sido en gran parte dueña de mis sentimientos, durante varios años le había querido de otra manera, una que me hacía sentir insignificante a lado de ella. Y aunque ya no tuviera esos sentimientos por ella, seguía creyendo que era la reencarnación de la palabra "perfección", era tan singular en todo lo que hacía, sus cualidades eran delicadas y elegantes para ser una chica, al igual que su forma de ser, siendo el reflejo de la distinción. Era autoritaria de una forma cautelosa, jamás había dependido de alguien o de algo para alcanzar lo que se proponía.
Acerqué mis labios hacia el dorso de su mano para besarla, saludándola, ella se alejó para admirar mis facciones, entrelazando una de sus manos con la mía, por inercia una sonrisa apareció en mi rostro, al verla, una especie de  alegría me atravesó el cuerpo haciendo que mi sonrisa se volviera más cálida.
—Te ves espectacular, Lena —comenté, agarrando un mechón de su cabello. —Lo sé —dijo mientras se reía inocentemente—¿Se me ve bien este color de cabello? —preguntó, aunque estaba seguro de que no era una pregunta, sus cejas se levantaron al unísono de sus palabras.
—Se te ve muy bien, combina con tus ojos y color de piel —le dediqué una sonrisa, apretando su mano para darle énfasis.
—Gracias. —sus mejillas se volvían cada vez más rojas—. ¿Ya has escogido, James? —preguntó, sin previo aviso. Siempre había sido así de directa.
La pregunta me causaba una especie de nervios. Hacía unas horas que el baile había empezado y yo todavía no había escogido alguna doncella, ya había hablado con algunas.
—Por desgracia no, sabes que no tengo mucha experiencia con las chicas y ahora que me ponen en un cuarto lleno de ellas... —suspiré, tratando de buscar las palabras— Bueno es una tarea difícil.
Ella sonrió, era una sonrisa un poco forzada, su expresión era apagada, se la veía seria.
—Por lo menos, ¿has tenido la oportunidad de hablar con alguna? —retiró su mano de la mía.
—Sí, todas son muy agradables, congenió mejor con unas que con otras —respondí.
—Tienes que elegir con cuidado, no es una decisión que puedas cambiar en un futuro.
—Lo sé.
—Aún así, te ves muy bien James —su mano se deslizó por todas las medallas de mi traje—, te ves como el próximo emperador.
—Gracias, resulta una tarea difícil verme tan bien —dije a juego con mi voz petulante, dedicándole un guiño, se acercó dándome un golpecito en el brazo, haciendo que una risa se me escapara.
—A veces no se como te soportas a ti mismo.
En ese momento llegó el rey Roy y la reina Anna poniéndose a lado de su hija. Lena y yo nos dedicamos una mirada haciendo que un silencio se  marcara repentinamente.
—James —dijo la reina mientras hacía una reverencia.
La reina Anna era muy reservada y eso hacía que fuera más sofisticada, su caminar, su forma de hablar, Lena había aprendido todo de ella.
—Reina Anna —respondí y continué—, Rey Roy —dije haciendo otra reverencia.
—James —respondió el rey Roy, inclinando su cabeza.
—¿Nervioso? —preguntó la reina, mientras su vista se posaba en el salón principal, observando a cada chica—, hay demasiadas doncellas.
—Si le soy sincero, un poco —dirigí la mirada hacia las demás chicas.
—Así es... —tras una breve vacilación, continuó—: Pero no te compliques mucho, tu corazón te dirá quiénes son entre tantas doncellas y princesas. Conócelas, no te guíes solo por su belleza, recuerda que alguna de ellas será la próxima  emperatriz, y eso no es una tarea que se pueda arreglar con gracia y físico.
El rey Roy asentía a cada palabra de su esposa, siempre había sido un hombre de pocas palabras, aunque se sabía que era sabio y de algún modo autoritario, ahora que lo pensaba Lena era una especie de mezcla de los dos.
—Será una tarea difícil y este Entrelazo será distinto a cualquier otro, pero la paciencia y la sabiduría te guiarán a una buena elección —en un gesto de amabilidad sus manos agarraron las mías—, te dejamos para que puedas conversar con las demás —retiró su mano e hizo una reverencia antes de marcharse.
—Mucha suerte, James —dijo el rey Roy.
Los tres se retirarón, así que me aproximé a las escaleras para bajar al salón principal.


William me vio mientras esperaba una respuesta de mi parte, tomé otro trago y luego asentí.
—¿Qué significa eso? —preguntó.
—Que necesito que la busques —respondí.
—Tal vez ya se ha marchado.
—Traten de buscarla de nuevo, no cambiaré de opinión —insistí con más rigor. 
William era el compañero de Chris, otro de mis guardias personales y principales, aunque a él no lo conocía desde que éramos niños, si lo llevaba conociendo desde hace algunos años, podría decirse que desde mi adolescencia había tenido presencia.
—¿Qué tiene esta chica que te ha vuelto frenético en encontrarla?
—¿Frenético? —lo fulmine con la mirada.
—Hablas como si fueras el primer hombre en ver una bella chica —dijo—. Y considerando que el salón está lleno de ellas...
—¿Tienes en cuenta que tengo que escoger a seis?
—No que sacrificio —fingió su dolor llevándose una mano al corazón.
Rodeé los ojos.
—Solo digo que tienes muchas más opciones, no te desgastes pensando en solo una de ellas.
—No lo entiendes, me he visto como un mentiroso, quiero arreglar las cosas.
—No creo que alguna chica aquí piense eso de ti, aunque le cuentes la mayor de las mentiras.
—Ella ha pensado que soy parte de la cocina.
—¿No te ha reconocido? —frunció el ceño mostrando incredulidad.
Negué.
—Debe vivir debajo de una piedra —bromeó.
—No. Entiendo porque no me ha reconocido si es que antes me ha visto, no había tanta luz en el lugar. Además, se esperaría que estuviera en el salón de baile, no en un closet limpiándome la camisa.
Algunas chicas pasaron a nuestro lado, sonreían y luego saludaban con nerviosismo.
—Vez a lo que me refiero —señaló William a las chicas—. Es la tercera vez qué pasa eso. Deja de poner tanta atención en alguien que no busca la tuya.
—Me gustaría que tomaras tu consejo en cuenta —respondí.
Will había estado enamorado de la misma chica desde que lo conozco, hasta donde sabía, había estado intentando conquistarla, pero no había funcionado, aunque él seguía sin rendirse.
—No cuenta para mi —dijo.
Sonreí y luego tomé un último trago, antes de dejarlo sobre la barra.
—Bien, lo tomaré en cuenta —mentí—. Ahora, por favor, ve y busca a Chris para que le informes sobre esto.
Asintió y luego de una reverencia se retiró.
El tiempo estaba siendo limitado considerando toda la cantidad de chicas que debía de conocer. Comencé a caminar por el pasillo, hasta visualizar a una de ellas que se me hacía familiar.
—Príncipe —inclinó su cabeza luego de verme.
—Hola Victoria —sostuve su mano para darle un beso en el dorso de ella—¿Cómo te la estás pasando?
—Bien, hace tiempo no veía al palacio tan lleno como lo es hoy —respondió.
Victoria era la hija del entrenador Clinton, el mismo que me ayudaba con Hades mi hajok. Por lo que siempre había vivido en la tierra, en el pueblo que se encontraba a los alrededores del palacio.
—Si, creo que es la primera vez que está así de lleno —asentí.
—Victoria, no he encontrado...
La chica se detuvo al verme, se tomó la falda de su vestido, para luego hacer una reverencia, tome su mano e hice lo correspondido.
—Príncipe, le presento a mi prima, Emily Clark —dijo Victoria.
—Un gusto. No sabía que tenías familiares aquí en la tierra —confesé dirigiéndome a Victoria.
—De hecho...
—Su majestad, yo vengo de Itaris —terminó Emily por su prima.
—Que agradable sorpresa ¿Qué te ha parecido la tierra hasta el momento? —pregunté.
—Es la primera vez que viene Emily, asi que solo ha conocido el palacio —respondió Victoria antes de que lo hiciera su prima.
—Vic, creo que tu padre te estaba buscando  —Emily le dio una mirada a su prima y una sonrisa cálida apareció en sus facciones.
—Bien —dudó al hablar—. Mejor no demorarme. Los dejó solos —hizo una reverencia y se retiró.
—¿Entonces solo se ven en los años del ensamble? —pregunté.
—Así es, aunque Victoria y yo seguimos en contacto todos estos años —respondió— ¿Se conocen desde hace tiempo?
—Si, su padre es mi entrenador, me ha preparado desde que era niño.
—Practica equitación ¿No es así?
Asentí.
—Mi padre, hermano de mi tío Clinton también es experto en el deporte, por lo que la mayoría de la familia está involucrada en él.
—¿Prácticas equitación?
—Si, su excelencia. Llevo practicándolo desde mis seis años —respondió.
—Eso es genial, se me hace extraño no haberte visto en algunas de las competencias.
Sus mejillas se volvieron coloradas y un calor la baño de pequeñas gotas en su frente.
—Debe ser porque no estoy en el grado en el que usted está —señaló—. Tengo entendido que ya se encuentra en el nivel más alto.
—Así es.
—Si, bueno... Yo aún no he llegado ahí, estoy segura de que por eso no lo he visto. De haberlo hecho lo recordaría —sonrió de una manera dulce.
Sonreí y por un microsegundo vi como su mirada pasaba de mis ojos a mis medallas.
—Esas son muchas medallas para un príncipe.
—¿Me lo tomo como una ofensa? —me cruce brazos mientras fingía mi disgusto con una media sonrisa.
—No, por supuesto que no, su excelencia...Yo solo quería hacerle un cumplido.
Emily cierra sus ojos por un segundo, antes de avergonzarse aún más.
—Perdón estoy un poco nerviosa.
Otras chicas nos miran desde lejos, yo estaba acostumbrado a ser centro de atención pero me resultaba fácil creer que otros no lo hacían con tanta practicidad como a mi.
—¿Por mi? —pregunté lo obvio.
Asintió con timidez.
—No tienes nada de qué preocuparte, me halaga tu acción. Sólo estaba bromeando —dije tratando de darle confianza.
A lo largo de la noche había notado como muchas doncellas no dejaban de hacer halagos hacia mi persona, algunas otras me hablaban de mi, como si ya me hubieran investigado, supuse que querían quedar bien, pero yo era el que tenía que conocerlas, si ellas ya sabían de mi, lo que menos quería era hablar sobre lo que me gustaba y lo que no.
—Pensé que sería más...
—¿Serio? ¿Engreido y narcisista?
A las revistas les encantaba ponerme características como esas.
—No, no —movió sus manos frenéticamente y su preocupación salió a la luz por segunda vez.
Solté una risita.
—Ouh, está jugando de nuevo —levantó una ceja.
—Si, perdón. Dime que es lo que sabes de mi —dije como por décima vez en la noche.
—Pensaba que era muy callado.
—Es lo que la mayoría supone ¿La he decepcionado?
—No, todo lo contrario —por un segundo su voz se volvió más dulce.
Mi mirada se desvió cuando vi que alguien hacía señas detrás de Emily, se trataba de Will.
—Si me disculpas, tengo que atender algo —dije luego de despedirme—. Ha sido grato conocerte.
—Por supuesto, su excelencia. El honor ha sido mío —hizo una reverencia y luego dio media vuelta para retirarse.
Antes de que otras chicas se acercaran, Will se posicionó a mi lado con rapidez. Había notado que desde hace rato un grupo de doncellas estaban a la deriva para que terminara la plática, y así ellas fueran las siguientes. Supongo que Will asumió lo mismo.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—La chica está en los balcones Oestes —dijo.
—¿Y Chris?
—No lo he encontrado, estuve preguntado por él, y también lo he llamado por la radio pero no responde.
Era habitual en Chris cuando se trataba de una fiesta, además de que le había dado el permiso de divertirse, no esperaría que estuviera detrás de mí toda la noche. A Chris se le daba muy bien con las chicas, por lo que imaginaba que se le había hecho fácil perderse en un rincón con una de ellas.
—Está bien, déjalo así —dije—. Gracias por decirme, ahora ve, diviértete, si te necesito te hablaré.
Will dudo un poco, él si era un poco más estricto con su trabajo.
—¿Seguro?
—¿Te gustaría verme conversar con una docena de chicas?
—Aunque suena divertida la idea, me parece que si hago eso no se concentrarán en ti —bromeó.
—Agradable como siempre —mi voz estaba llena de sarcasmo. Le di unas palmaditas en la espalda mientras me retiraba hacia los balcones.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora