Capítulo 19 (Alice)

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Comenzaba a ver como mi mente jugaba conmigo, mi impulso por saltar y atacar el peligro inminente que sentía, era exagerado, algo me detenía, no dejaba que pudiera pasar la barrera para impedir que mi poder venciera y se abriera paso entre las sombras.
    Sentía como el poco oxígeno que entraba, se iba de mi y no regresaba, era como si alguien me presionara con una intensidad sobre el pecho, mi mente ya no podía pensar con claridad, sentía como mi cuerpo comenzaba a buscar el aire que me hacía falta.
    La pesadilla iba transcurriendo como siempre, el mismo lugar, la misma niebla, la misma opacidad y cada vez pasaba lo mismo.
    Comencé a escuchar mi nombre a lo lejos, muy a lo lejos, pero yo no podía hacer nada, no podía responder, veía la salida pero no podía llegar a ella, estaba tan lejos de mi.
    Podía sentir como mi magia se estaba liberando y como mi poder ya no soportaba estar encerrado en mi cuerpo, las cadenas que lo mantenían preso se hubieran roto.
    El aire era cada vez menos significativo para mí, cuando por fin abrí los ojos, en busca de oxígeno, mis fosas se abrieron al igual que mi boca tratando de robar todo el aire que me fuera posible, comencé a respirar frenéticamente hasta llegar a respirar con una mayor regulación.
    Mi cuerpo seguía inestable, por un momento seguía pensando que estaba en mi sueño por que mi poder se extendía alrededor de mis manos, reluciente y su significativo color morado, me temblaban y sentía un hilo de escalofríos por todo el cuerpo, cuando levanté el rostro, lo vi.
    Continué pensando que seguía viendo una ilusión o esto era parte de mi sueño, porque ver al príncipe rodeado del color morado, mientras que mi poder lo sujetaba a la pared, era...
    Él no había hablado en ningún momento, cuando por fin regrese a la realidad, deje caer mis manos y mi magia sezo.
    El príncipe cayó al suelo, me levanté en cuanto regresó el equilibrio, cuando por fin lo vi a los ojos, no pude descifrar su expresión pero no se trataba de miedo.
    Carajo
    Abrí la boca para decir algo cuando él habló.
    —¿Estás bien? —trato de acercarse, yo retrocedí un paso.
    Como podía preguntar si estaba bien cuando yo había usado mi magia para retenerlo contra la pared.
    —Preguntas que si estoy bien cuando soy yo la que debería de preguntártelo —dije.
    Mis piernas comenzaban a temblar.
    —Traté de despertarte cuando me di cuenta que estabas ahogándote, pero tu... —volteó a ver mis manos—. Salió y me sostuvo. Creo que te protege.
    El príncipe no se veía aterrado y ningún indicio de miedo se veía en sus ojos, cosa que era extraña, él tenía que estar asustado, no yo, en estos momento ya debería de estar tras las rejas, o al menos algo peor.
    Me era difícil formular las palabras y ponerlas en orden para que salieran con coherencia.
    —Alice, siéntate. No te ves nada bien —comenzó acercarse.
    —¡No te acerques! —escupí—. No quiero hacerte daño.
    Mis manos seguían temblando y sentía como mi poder ardía por mis venas, era el punto donde quería explotar, estaba segura que ese momento podría llegar pronto.
    Comencé a retorcerme de dolor, era como si me estuviera quemando por dentro, tenía intensidad dolorosa y cada vez se abría paso por mis extremidades.        
—Déjame revisarte —dijo.
    —¿DE QUE ESTAS HABLANDO? ¿QUE NO TE DAS CUENTA? NO TE DAS CUENTA QUE ES LO QUE SOY —mis piernas comenzaron a sentirse más flojas de lo normal, de un instante a otro caí al suelo.
    James se acercó a mi lado como si no me tuviera miedo, yo era un monstruo para él y él parecía que no lo viera.
    El príncipe tomó de mis manos y las envolvió en las suyas, sus manos estaban muy tibias a diferencia de las mías, sentía como mis escalofríos comenzaban a controlarse pero mi debilidad seguía hundiéndome.
    —Tus ojos están... son morados —se me quedó viendo con asombro.
    Sin aviso alguno envolvió sus brazos sobre mi y me cargó sin dificultad, como si fuera una pluma, mis párpados comenzaban a cerrarse por voluntad propia, pero no quería volver a esa pesadilla.
    —No dejes que me duerma, no quiero convertirme en la pesadilla —no se si pude decirlo porque cuando cerré los ojos, todo me parecía desconocido.
    —Te equivocas —creo que mi mente imagino su voz tratando de tranquilizarme—. No podrías ser la pesadilla.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora