Capitulo 10 (Alice)

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Cada vez se volvía más habitual mi falta de sueño, mi pesadez en los ojos y el cansancio que se acomulaba en mi cuerpo, sumado con el peso de las mentiras que decía todo el día, sobre todo con la culpa que sentía por saber que mis padres no tenían idea de lo que en realidad estaba ocurriendo conmigo.
Seis días habían pasado desde que llegué al palacio, la primera semana fue para adaptarnos, no hubo ni clases, ni actividades, solo las citas que el príncipe tenía, sabía que solo quedaba la princesa Lena y yo en encontrarnos con él, pero no habíamos sido requeridas.
Aún así, el tiempo se me estaba pasando muy rápido, al principio contaba los minutos que pasaba en mi habitación, pero continuamente iba a la cocina y no obtuve ninguna objeción a cambio, así que de alguna manera me aproveche del permiso que me había dado el príncipe ya que las actividades iban a comenzar en dos días más, la mayoría se había inscrito a clases de música, arte o incluso clases de dama, yo opté por las actividades de cocina y defensa personal, recuerdo haber recibido algunas miradas por esa última, pero las ignoré sin recelo.
Me estaba adaptando muy bien al ambiente caluroso de la cocina, de hecho, había hecho algunas amigas, Lily era una repostera que llevaba cinco años en el castillo y Sally unas de las principales cabezas en crear las deliciosas entradas que servían, definitivamente eran expertas en el arte de la cocina. Cada vez que me equivocaba, una de las dos me corregía, al comienzo solo era eso, correcciones, ya que Mary las había puesto a cargo de cuidarme, por decirlo así, pero con el paso de los días fueron soltándose más, y las indicaciones se empezaron a volver conversaciones, en definitiva me agradaba demasiado estar ahí abajo, ayudando con la comida.
La biblioteca también estaba en mis lugares recurrentes, que debo de recalcar que no era cualquier biblioteca, tenía que pasar una eternidad para contar cada uno de los libros que habían en los estantes, como todo lugar del castillo era verdaderamente glamoroso. Estaba dividido en dos pisos, bien iluminado y con un ambiente favorable para la lectura, era cálido y sobre todo, espacioso.
Había encontrado dos lugares en los que pasaría la mayor parte de mi tiempo, en la biblioteca me encontraba siempre sola y en la cocina tenía una muy buena compañía, por mi podría pasar día y noche en aquellos lugares, pero no habían pasado más de dos días cuando Lady Emma habló a solas conmigo.
—Señorita Taylor, entiendo su fascinación por la cocina y los libros y tiene suerte que el príncipe le haya permitido iniciar las actividades antes de lo acordado —su rostros reflejaban mera indiferencia y desaprobación—. Pero insisto en que tiene que convivir con las demás doncellas, ellas...
—Pero resul...
—No he terminado —tomó un respiro y luego añadió—: Tal vez se le dificulte el estar con más personas, no le sea común, o el simple el hecho de que las vea como competencia. Pero le recomiendo ser agradable ante los ojos del público. En unos días todas ustedes estarán en los medios y lo único que falta es que no tengan modales. Aunque de eso me encargaré empezando con las clases de dama.
Imagine que había expresado un gesto de disgusto porque no tardó en notar mi desagrado.
—Y si se lo pregunta, si, las clases son obligatorias —prosiguió—, no me lo tomé a mal todo lo que le estoy diciendo, trato de ayudarla. Mire entre usted y yo —su voz se volvió cada vez más en un susurro— no solo tiene que ganarse el corazón del príncipe, sino también el de los reyes, sin olvidar a la audiencia. Me agrada señorita Taylor, lo hizo en el momento que tuvo interés en la cocina, además de que sus mucamas hablan muy bien de usted. Solo sea más precavida y le recomiendo mejorar en esconder en cómo se siente, sus expresiones no ayudan mucho.

Y solo así es cómo se retiró de mi recámara, después de ese día cambié un poco mis horarios, ahora que habían empezado las clases de las que había hablado Lady Emma, tenía menos tiempo para mí.
Por las mañanas se servía el desayuno que era obligatorio el comerlo con las demás, acompañadas de los reyes y el príncipe, luego seguían las clases, que terminaban un poco antes de la hora de la comida, que para mi suerte, la hora de la comida era libre, para nosotras "libre" significaba comer ya sea en el jardín, en el cuarto de cada quien, en el comedor principal, o incluso en la terraza, eran algunos de los lugares que nos habían mencionado, pero yo lo aprovechaba para ir hacerme mi comida, había quedado en un acuerdo con los chefs, que aceptaron sin rodeos, resulta que me permitirían realizar mi propia comida, porque aunque estaba inscrita en el área de la cocina, las actividades se limitaban a enseñarme y no realizar platillos complejos, así que aprovechaba el horario.
Después habían días en que se iban a destinar en otras actividades, pero estas para un público, constaban de entrevistas, fotos, recorridos, o eso es lo que nos habían contado en lo que pasaríamos parte de nuestro tiempo y todo iba a comenzar con la sesión de fotos que nos tocaría hacer al día siguiente, a lado del príncipe.
Al final la cena donde también era obligatoria, está un poco más elegante que el desayuno, en este horario aprovechábamos usar vestidos un poco más ostentosos. Y así mis días terminaban, sintiéndome agotada, cuando tenía tiempo iba a la biblioteca, y otros los iba a destinar a las clases de tiro con arco, pero todos mis días acababan en un sueño profundo en las suaves y extensas sabanas de mi cama.
El día había comenzado como lo habitual, desayuno, clases, cocina y por suerte ese día no teníamos otra actividad con la que ocuparnos, después de tanto consultarlo con la almohada, me había convencido en ir al salón principal para tratar de conocer a las demás, pero por suerte mía, no estaban en ningún lado, supuse que no era la única que estuviera agotada.
Estuve un rato leyendo en uno de los sillones del gran salón que daban al jardín, hace tiempo que no había visto al príncipe, alguno días solo lo veía en la cena y aveces no se encontraba en los desayunos, era extraño ya que el rey si estaba, y por las tardes casi nunca me lo encontraba, aunque ayudaba a mi favor.
—¿Qué estás leyendo? —me sobresalte al escuchar una delicada voz detrás de mi hombro.
Apostaría que mi rostro reflejaba una sorpresa al ver la dueña de esa pregunta.
—Perdón no era mi intención asustarte —dijo la princesa Isabella mientras se acercaba a sentarse en el sofá a mi derecha.
—Está bien. Estaba muy metida en la historia —le enseñé la portada.
Ella asintió, sus gestos eran delicados y sobre pensados a diferencia de los míos, ella había agarrado una fina postura al sentarse mientras que yo abarcaba medio sillón para estar recostada, de inmediato me enderecé.
—No recuerdo haberlo leído ¿De qué trata? —preguntó.
—Es de una chica que vive en una distopía y hace todo lo que tiene a su alcance para llegar a ser más que una humana, ya que ella vive en un mundo de hadas.
—Suena interesante.
—¿Te gusta leer? —pregunté mientras dejaba al lado el libro.
—Si. Bueno, no lo sé —una sonrisa apareció en mi rostro mientras fruncía las cejas—. Si es confuso. Recuerdo que antes me la pasaba leyendo, cuando era más niña pero con el paso de los años mis lecturas fueron cambiando.
—¿Cómo?
—Bueno de pequeña leía novelas de fantasía, ciencia ficción, sobre todo romance. El gusto por la lectura no disminuía pero conforme pasaron los años, mi
padre aprovechó ese gusto, y lo ayudó a desenvolverse en la monarquía —continuó—. En cambio mi madre lo utilizo para leer acerca sobre los modales, y el comportamiento de una dama en todo su esplendor, así que poco a poco mi gusto fue disminuyendo y hace años que no leo por interés propio.
—Es una lástima —dije mientras le dedicaba una sonrisa consoladora—. Si algún día quieres volver a leer, avísame y te puedo ayudar.
—Gracias —sus mejillas rosadas se acercaron a sus ojos a la hora que apareció una tierna sonrisa—. Por cierto me llamo Isabella —extendió su mano y acerqué la mía para aceptar el gesto.
—Alice —estreché su mano.
—Lindo.
—Mhh —exclamé confundida.
—Tu nombre, es lindo.
—Ouh, gracias, fue idea de mi padre.
—¿De dónde vienes, Alice? —preguntó mientras una de sus mucamas se acercaba con dos tazas de té.
—Soy de Neogin —agarre un poco de azúcar para el té y lo disolví.
—Lastima, nunca lo he podido visitar, dicen que es un mundo hermoso aunque también peligroso —llevó la taza ardiente a sus labios para soplar con delicadeza.
—Si lo es, en los dos aspectos.
Odiaba admitir como me hacía sentir yo misma todo el tiempo, el tener que enfrentar la verdad en mi propia cabeza, y que las mentiras fluyeran cada vez con más fluidez por mi boca.
—¿Y tú eres de...? —sabía quién era, de dónde era y quien era su familia pero imaginaba que lo único que quería era que le preguntaran por ella y no saberse ya la historia real.
—Es una pregunta difícil de contestar. Siempre me dijeron que dijera que soy de Hanat pero toda mi vida he vivido en la tierra —sus cejas se fruncieron—. Legalmente soy de Hanat.
Claro, los hijos de los reyes han vivido toda su vida en la tierra aunque toda su descendencia proviniera del mundo al que sus padres estuvieran gobernando.
—¿Es lindo Hanat? —tome un poco de té y proseguí—. Solo he visto algunas imágenes del lugar.
Hanat era el mundo sobre el agua, o así le llamaban, ya que todos sus hogares fueron construidos sobre los océanos, básicamente la mayor parte del planeta era agua y solo había pequeños fragmentos de tierra que sobresalía del mar, de ahí comenzaron a construir, creando una civilización que se transportaba sobre botes, o por puentes que cruzaban de un fragmento de tierra a otro. No sabía mucho del planeta, pero contaba con la información básica.
—Si lo es. Lo visitó cada vez que puedo.
Me imaginaba que no lo visitaba con frecuencia, ya que en su rostro se desvaneció la luz que emitía hace unos segundo atrás.
—Mi padre una vez fue —sus ojos siguieron a los míos—. Recuerdo que estaba fascinado por cómo veneraban el agua. Había dicho que los mares eran cristalinos y sus cascadas eran de un hermoso color azul aqua.
Isabella asintió.
—Tu padre está en lo correcto. Nunca he podido olvidar la sensación de sumergirme en los mares hannets por primera vez, no es simplemente un líquido que recorre tu cuerpo, es una sensación extraordinaria —sus ojos se abrieron cada vez más—. Deberías venir conmigo a la siguiente reunión. Estoy segura de que a mi padre le encantaría saber que he hecho una amiga.
Una amiga. Isabella era con la primera de las demás, que había tenido la oportunidad de hablar, por una parte era mi culpa ya que los primeros días me separé del grupo, aunque desde los primeros desayunos captaba miradas de disgusto, a Isabella siempre la noté en sus asuntos. Era agradable hablar con ella, y aunque suponía que éramos parte de una competencia, no demostraba que eso le importara.
—Claro, me encantaría.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora