Capitulo 22 (James)

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Conforme la noche se hacía más pesada todos bailaban con más alegría, el vino se iba terminando y las fogatas calentaban protegiéndonos de los susurros del frío.
Muchos se habían colocado alrededor de la fogata para hacer sus bailes tradicionales, niños, adultos y señores mayores cantaban y sonreían al compás de la música que creaban los instrumentos. Los tambores se escuchaban y los pasos de baile iban al ritmo de la armonía de la música, levantaban una y otra vez los brazos y se movían con una repetición y un ritmo sincronizado.
Mia se había unido al baile que ella ya conocía, en algún momento me sorprendí de ver a Alice enredada con los pasos de baile que una chica le estaba enseñando, su sonrisa resplandecía en todo momento y sus intentos eran divertidos pero a ella no le importaba ser vista, se estaba riendo de ella misma y aprendiendo a la vez. Su rostro estaba lleno de pintura, si no la conociera pensaría que era de ahí, nunca la había visto tan abierta y llena de gracia, su entusiasmo brillaba tanto que todos le ponían atención. Por otro lado, las princesas estaban sentadas en una mesita lejos de los pasos de baile, Chris se acercaba a mi lado y noté como su presencia atrajo la atención de la princesa Gwen.
—Estás consciente que Alice se tomó una copa de vino —dice Chris a mi lado.
—Lose, se le pasará en un rato —dije con calma—. Sus poderes ayudarán a que se le baje tan rápido como se le subió.
—Te veo distinto —lo volteó a ver—. Bueno, la ves de distinta manera —voltea a ver a Alice—. Más bien, ahora se te nota más que antes.
Guarde silencio y dirigí mi mirada a mi copa de vino que estaba por la mitad.
—¿Ustedes ya...? —se interrumpe— ¡Por todos los guardianes! James ¿Estás consciente lo que el lazo ocasionaría?
—Guarda silencio. Si, lo sé y no ha pasado —me percaté de lo que estaba imaginando—. Por Dios, Chris, yo la respeto —dije indignado.
—¿Entonces?
Lo miro y no hace falta que le diga para que entienda.
—¿Cuándo se lo dirás a los demás? —pregunta.
—Todavía necesito que ella me diga si eso es lo que quiere.
—¿Si tú eres lo que quiere ella? —me corrige.
Lo fulmino con la mirada.
—Bien, bien. Solo bromeo —se muerde la lengua—. Has pensando en que va pasar si los demás descubren quién es ella.
—Si —respondí.
—¿Y?
—No dejaría que nadie la tocara —negué—. Aunque soy muy consciente de que ella puede defenderse por su cuenta.
Chris me había estado platicando de cómo había avanzado en los entrenamientos, sus pies ya coordinaban con sus manos, sus movimientos eran rápidos y llenos de furia y por lo que Chris me había platicado, me había contando que se le había dado muy bien usar navajas, su equilibrio y su altura ayudaban a la facilidad de manejarlas.
—¿Estás listo para el ritual de mañana? —encaró sus cejas con una mirada juguetona.
—¿Quieres decir, quitarme la camisa enfrente de todo Hanat? —sonreí.
—Si, si tu lo llamas así —respondió.
Cada vez que un príncipe se volvía rey tenía que hacer los rituales de los mundos, en el caso de Hanat se trataba de vestir como ellos lo hacían y ser pintado por las mismas manos de sus habitantes, para luego terminar sumergiéndote en sus aguas y ser bautizado con ellas.
Neogin no tenía un ritual para este proceso pero sabía que tenían uno, cuando me casara, ellos creían tanto en la naturaleza que pensaban que el vínculo matrimonial estaba vinculado a ella, no se muy bien de que dependa pero se que es muy espacial para ellos, pero ese ritual sería después de que me casara.
—¿Fuiste a ver los huertos quemados? —bajo la voz Chris.
Asentí.
—¿Y qué es lo que piensas? ¿Tienes idea de cuál puede ser su otra movida? —preguntó.
—Es muy probable que busque algún anillo que esté en Itaris o aquí en Neogin —admití—. Presiento que la Tierra la dejara para último o se le es muy difícil entrar.
—¿Le contestaste al rey?
—Si, pero no a los demás. Sigo pendiente de esa reunión, quiero reunir más información —respondí.
—¿Y la carta? —preguntó refiriéndose a la carta del abuelo.
—Sospecho que el abuelo la dejó en ese lugar para que yo la viera. Lo tiene todo calculado —asumí.
Volteo a verme con descaro.
—Piénsalo, ya lo he visto otras veces y no me ha preguntado por la carta, nadie más entra a su habitación, más que Lena, él y nosotros. Estoy seguro que sabe que su carta desapareció por mi culpa y el que no la haya reclamado me hace pensar que quería que yo supiera de su existencia.
—Si es así ¿Porque no simplemente te la dio?
—El abuelo nunca hace las cosas fáciles, además sospecho que la carta tenía un hechizo de promesa.
—¿Existe? —percibo asombro en su voz.
—Si, claro. Estuve analizando la tinta con la que está redactado y aunque a simple vista no se nota, la tinta es distinta y estoy casi seguro que es sangre, el único pacto que cierra las promesas —tomé un sorbo de vino—. No le he preguntado, porque se que no me diría dónde puede estar, el abuelo tiene que estar condenado a no hablar de esa carta, por lo que se me hace coherente pensar en que estoy en lo cierto.
—¿Y qué harás? —preguntó.
—Tengo que descubrir quién es y donde se encuentra, presiento que él me puede dar todas las respuestas —respondí.
Lo había estado pensando, había estado releyendo la carta una y otra vez, hasta que me la aprendí palabra por palabra, tenías razón la oscuridad está destrozando todo lo que conocemos.
Esa era la clave, lo había descubierto después de leer las páginas que me había dado el abuelo, había tardado en conectar todo pero sabía que punto principal era la oscuridad, tenía distintas pruebas y todas apuntaban a eso mismo. Los ataques se hacían en la noche, la carta hablaba de la destrucción por parte de la falta de luz. Todo estaba claro, sólo tenía que conectarlo y encontrarlo.
—¿Ves a Alice? —pregunté mientras mis ojos buscaban cerca de la fogata.
—Príncipe —Will se acercó haciendo una reverencia—. Creo que tiene que ver esto.
Nos dirigimos a la oscuridad, la música se iba extinguiendo y cada vez se escuchaba más a lo lejos, la luz de la fogata ya no alcanzaba para alumbrarnos aunque había suficiente luz con las plantas.
Cuando llegamos, los tres nos quedamos pasmados al ver lo que estábamos presenciando. Era un enorme vilk, era como siempre me lo habían descrito, dientes largos y afilados, ojos rasgados y su pelaje era precioso, su hocico era grueso y su cola espesa. Era tan hermoso de presenciar que me impacte cuando Alice estaba tan cerca de él. Lo miraba con asombro y el vilk la veía desde arriba, su atención estaba sobre ella. Caminaba con cuidado hacía él, mientras su mano la subía con delicadeza.
Comencé a dirigirme hacia ellos pero Chris me detuvo con una mano, su expresión reflejaba miedo y a la vez asombro. Empieza a negar y señala que guarde silencio.
—¿Qué haces? —preguntó indignado.
—Mira y no hagas ruido  —señala a Alice.
Su mano cada vez se acercaba al hocico del vilk, sin miedo, sin advertencia del animal, se paró de puntillas y el vilk bajo su rostro, haciendo que Alice pudiera tocar su pelaje.
—¿Cómo es que...? —mi asombro interrumpió mi pregunta.
Chris y Will tenían la misma expresión que la mía. Will dio un paso para atrás y una rama crujió bajo su pie, Alice se dio cuenta de nuestra presencia y cuando la bestia se dio cuenta que no estaban solos, salió corriendo tan rápido, desapareciendo de nuestra vista.
—¿Qué han hecho? —pregunta como si fuera algo normal.
Ninguno de los tres respondió.
—¡Ahg! —se sumerge su rostro entre sus manos— ¿Tienen alguna idea de lo que han hecho?
—¿Estás consciente de lo que acaba de pasar? —pregunté con calma.
—Claro que estoy consciente —comenzó acercarse— ¡Por qué tenían que hacer ruido!
Su furia resplandecía a todo nivel.
—Alice, los vilks son sumamente peligrosos —señaló Chris.
—¿Estás bien? —preguntó Will.
—Si, si estoy bien —se comenzó a dirigir a la fiesta.
—Déjenme con ella —ordené a Chris y a Will.
Los dos asintieron y se alejaron un poco aunque en caso de peligro podían vernos.
Tomé de su muñeca con delicadeza, deteniéndola. 
—¿Cómo has hecho eso?  —pregunté.
—¿De qué hablas? ¿De cómo lo toque? —se retiró de mi agarre para volver a su camino.
Asentí.
—No lo sé, vine porque me estaba comenzando a sentir mal por tanta vuelta y tenía demasiadas náuseas. De repente comencé a escuchar ruidos y su larga figura apareció entre las hojas —respondió—. A decir verdad sigo un poco mareada.
Sus pasos no eran tan firmes como ella pensaba.
—Alice, espera —la tomé de los hombros—. Respira un poco ¿Cuántas copas te tomaste?
—Una —mintió—. Bueno algunas más, después del uno.
—Respira un poco —volteé a ver a Chris y le hice una seña para que trajera agua—. Ven vamos a sentarnos.
La dirigí a unas bancas aún lejos de los demás.
—Sabía tan bien el vino, ninguno me supo a los que me enseñaste. Tenían un sabor irreal.
—Si bueno, me alegra que hayas conocido los vinos de Neogin. Sus uvas son originarias de aquí y puede llegar a ser muy adictivo. Al principio.
—¿Tú no tomas? —su mirada empezaba a recobrar sentido.
—Claro, pero sé mi limité —me le quedé mirando—. Sospecho que tienes que conocer el tuyo.
—No estoy para juegos, James —se sentó y yo me quedé parado frente a ella.
Guarde silencio y me crucé de brazos.
—Perdón, no quise ser grosera —añadió.
—Está bien —respondí.
Chris llegó y me entregó un vaso con forma de un coco pero adentro contenía agua.
—Toma —le acerque el vaso a Alice—. Bebe un poco.
No tuve que decirle dos veces para que lo hiciera y de un trago se lo tomo todo.
—Gracias —dijo.
Asentí al igual que Chris.
—¿Te ha dicho algo? —me preguntó Chris.
—Estoy aquí —se señala Alice.
—Si bueno no sé en cuánto tiempo tus poderes puedan ayudar a que se te pase el efecto —añade Chris.
—Ya estoy bien —comenzó a pararse.
—Tranquila fiera —la volvió a sentar Chris.
—¿No tienen algo más importante que hacer? —inquirió Alice.
Chris y yo nos volteamos a ver.
—No —contestamos al unísono.
—Son tan irritantes —escupió.
—Bien, ahora que te sientes mejor —comenzó a decir Chris—, tienes alguna idea de lo que pudo haber pasado si el vilk no era amistoso.
—Bueno, qué bien que si lo fue —respondió.
—Alice, es sorprendente lo que acaba de pasar —añadí.
—No pienso que sean malos, tal vez les temen por su apariencia y sin embargo no son lo que creen —dijo levantándose por tercera vez—. Ahora si me disculpan iré a mi recámara.
Chris comenzó a negar mientras la veía.
—Es tan terca —murmuró.
—Alice, espera —me acerque a su lado—. Te acompaño.
—¿Es una pregunta? —se cruzó de brazos.
Asentí.
—Bien —comenzó a dirigirse a las escaleras del tronco que sostenía su choza.
El silencio se interpuso entre los dos y el único sonido era la madera crujiendo a cada paso que dábamos sobre los escalones.
—He visto los huertos —rompió el silencio.
—¿Qué hacías allí? —preguntó.
—Fui a ver los campos de flores y desde lejos pude darme cuenta de cómo una parte estaba quemada —respondió— ¿Has sabido algo más?
—Los ataques son para distraer la atención del verdadero objetivo —dije.
—¿Supones?
—No. Lo descubrí, luego de saber que los Diez anillos no son una leyenda —estábamos en medio del camino, sabía que nadie nos podía escuchar ahí—. Supe que sus motivos principales eran los anillos y que los ataques solo eran una distracción.
Su expresión fue de duda, dejó de subir y se quedó quieta, asimilando lo que había dicho.
—¿Estas diciendo que los Diez anillos si existen?
Asentí.
—¿Cómo? —se quedó atónita— ¿Cómo te enteraste?
—Por que uno de los anillos fue robado —respondí.
—¿Todos los anillos los tienen los reyes?
—No, yo no sabía y hasta el robo me enteré que solo tienen algunos de ellos, otros están extraviados o almenos que ya hayan sido encontrados, pero no se ha sabido nada al respecto —confesé.
—¿Tienes idea de lo que significa?
Si, sabia que eso significaba que en algún momento todos habíamos tenido poderes, el no tenerlos te hacía ser invisible para los demás, si la historia era la verdadera, todos mis ancestros habían ocultado esa verdad para su beneficio, toda mentira era una verdad.
Comenzó a sonreír, comencé a imaginarme todo lo que debía de estar pensando, la alegria que le podía ocasionar saber que ella no era la excluida, que ella no era diferente, ella no tenía idea que su poder era inmenso y que ese mismo defecto la hacía espacial, no la hacía diferente, la hacía superior.
—Si —respondí.
—¿Que harás al respecto? Me imagino que no saben quien ha robado los anillos —toda expresión requería de más respuestas.
—No. Es lo que trato de saber, por el momento tengo que descubrir quién es A.M. —dije tras seguir subiendo.
Su sonrisa vaciló.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó con una mirada suplicante.
—Alice, yo...
No les había dicho a los demás reyes y el único que estaba al tanto de todo era Chris y mi padre. No tendría que estar diciéndole todo esto a ella y aún así lo hacía, ponerla en peligro era lo que menos quería, pero no podía imaginar las ansias que tenía de poder ayudar después de saber todo.
—Por favor —replicó—. Prometo no ser un estorbo —se lo pensó un momento—. Si me convertiré en la emperatriz tenemos que empezar a trabajar como equipo —argumentó.
—¿Qué dices? —una sonrisa se comenzó a formar en mi rostro.
—¿Quieres que lo repita?
Quedé de piedra.
—Si, repítelo —dije con una voz melosa.
Resoplo bajando la cabeza, luego murmuró—: Esto es una locura —sus ojos volaron hacia arriba y se encontraron con los míos—. No sería mala idea casarme contigo.
—¿Ah sí? —jugueteé con mis palabras.
—Si. No me mires con cara de chulo —escupió—. Podría cambiar de opinión.
Me crucé de brazos, no era tan bueno para poder ocultar mi sonrisa y el desafío que implicaba.
—¿Es una amenaza? —la mire con deseo.
—Es una advertencia, no te equivoques —se acercó a decir tan cerca de mi rostro—, o creeré que yo te pongo nervioso.
—Bueno entonces supongo que debemos de practicar —sonreí.
Nuestras miradas podían decir millones de palabras, pero ninguno se atrevía a hablar y decir lo que pensaba, ella me hacía sentirme pleno y saber que su respuesta complementa la mía, me daba paz.
Esa mujer estaba volviéndome loco.
—Bien —me acerque a su oído para poder susurrar—: Ten, trata de ver si puedes descubrir algo —le entregue la carta que saque de mi bolsillo.
Su expresión mostraba confusión pero fue tan rápido que no lo pensó dos veces antes de agarrar la carta.
—¿Proseguimos? —señalé las escaleras.
Asintió y nos dirigimos hacia arriba.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora