Capítulo 18 (James)

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Hundí mi rostro entre mis manos, tratando de pensar en qué solución podría darles, todos hablaban a la vez.
Por la madrugada, después de verme con Alice, fui requerido urgentemente por mi padre en otra de las juntas de los reinos, resultaba que había más problemas en los mundos, Neogin había sido afectado por segunda vez, uno de sus huertos más importantes para los otros mundos se había quemado, el fuego llegó a expandirse por todo el lugar dejando solo con algunas reservas a los pueblos cercanos. Habíamos tenido que buscar una solución para no dejar sin comida a los lugares que se alimentaban de ese huerto.
Esta vez no habían salido culpables, cosa que fue extraña, aún así, nadie vio nada, se demostró que el incendio fue provocado intencionalmente, pero seguíamos sin saber quién había sido el culpable.
Aunque no se veía como un problema tan grande como los otros que habían pasado, sí que lo era, ese huerto era uno de los más grandes, resultaba difícil encontrar tanta comida en tan poco tiempo.
Luego de regresar de Neogin, poco después fui requerido en Hanat, era una junta un poco más discreta pero seguía siendo tan importante como la otra. Mi padre me había mandado para representarlo.
Me había transportado a un lugar al que nunca había ido y que tampoco sabía de su existencia, se trataba de una reserva de las reliquias de Hanat, estaba en una pequeña isla, era un refugio bien asegurado y lleno de guardias.
Estaba sentado con las cabezas principales de los guardias que dirigían la seguridad de la isla, todos estaban alterados, a mi costado se encontraba mi soldado William, el único que guardaba silencio.
—Hablé uno a la vez —alce la voz.
Todos guardaron silencio.
—Su alteza, por la noche uno de los tesoros ha sido robado —habló el guardia principal.
—¿Qué tesoro? —pregunté.
—Me gustaría hablarlo en privado —contesto mientras daba un vistazo a los demás guardias.
—Todos salgan —ordene.
William me dio una última mirada para darme entender que estaría afuera, asentí y se fue.
—Su majestad —comenzó hablar cuando todos ya habían salido—. Uno de los Diez anillos ha sido robado.
Por un momento pensé que no había escuchado bien pero el guardia lo había dicho muy claro.
—¿Los diez anillos? —volví a preguntar tratando de rectificar.
Asintió.
—Discúlpeme por mi ignorancia, soldado. Pero tengo entendido que los Diez anillos son un relato.
El soldado tragó saliva y comenzó a verse un poco más nervioso.
—Con su respeto, no es algo que me corresponde decirle, príncipe. Pero los Diez anillos si existen.
—¿Quienes más saben de su existencia? —pregunté.
—Tengo entendido que son muy pocos. Además de los reyes, también saben los que cuidan de ellos.
Mi padre estaba enterado de que los Diez anillos existían, al igual que los otros reyes, lo que significaba que yo era el único que no sabía de su existencia, me habían ocultado información tan importante, yo era el que llevaba el caso y ninguno de ellos me había dado esa información. Aunque por parte también era mi culpa, no había preguntado en ningún momento y ellos no creo que tuvieran sospechas similares a las que tenía yo.
—¿Tienen todos los anillos aquí? —pregunté.
—No, nosotros solo tenemos a nuestro cuidado el quinto anillo y el noveno que es el que ha sido robado.
Si es que estaba en lo correcto, el quinto era el de la respiración bajo el agua o gravedad cero y el noveno era el que obsequiaba un poder a su portador.
—¿Los dos anillos los tenían juntos?
—No, el que ha sido robado estaba en el almacén oeste y el otro se encuentra en el almacén sur.
Había sido un tema difícil robar los dos anillos en una sola ocasión, aunque tuvo que ser una gran oportunidad desaprovecharla, si tenía que tener en mente porque habría escogido el noveno anillo al quinto, si alguien intentaba hacer algo con ellos tenía que pensar que podría ser lo que quisiera hacer y porque le daba más importancia a unos que a otros.
—¿Podemos ir a ver el almacén oeste? —pregunté.
—Por supuesto —respondió el soldado.
Mientras nos dirigirnos al almacén, comencé a entender cómo estaba distribuida la isla, había cuatro almacenes alrededor de ella, cada uno en un punto cardinal, se encontraban un poco lejos una de otra pero era por seguridad. El mismo guardia me había explicado que en cada almacén tenían tensores distintos, por ejemplo, en el almacén Sur, estaba destinado para las reliquias enconcontradas en el lado Sur del mundo de Hanat, el almacén Este, era para los tesoros descubiertos de lado Este y así con los otros dos almacenes. Lo que significaba que los anillos habían sido encontrados en el lado Oeste y Sur del planeta.
Al llegar, estaban varios guardias cuidando de las grandes puertas, estaban quietos y esperando alguna orden, aunque en sus rostros se reflejaba una expresión apagada y sin ánimo.
—Por aquí, su majestad —dijo el guardia que nos guiaba.
Era un cuarto sin fin, había estantes enormes con todo tipo de cosas, desde estatuas bañadas en oro, hasta alfombras enrolladas con cuidado, la habitación estaba tan grande que era difícil distinguir si había un inicio o un final, por suerte todo estaba acomodado y distribuido para encontrarlo con facilidad.
—Tal vez esto pueda ser una imagen fuerte para algunos —comentó el guardián mientras nos acercábamos a la parte final de la habitación.
Había más guardias ahí, pero estos estaban cuidando de una enorme caja fuerte incrustada en la pared.
Abrieron la caja fuerte y pasamos.
Estaba un guardia estaba sobre el suelo, esté tenía sus ojos bien abiertos y su mirada estaba dirigida a un punto fijo, su piel ya se estaba volviéndose pálida. Me acerqué e intenté verificar su temperatura, la cual ya estaba más fría de lo normal, pase mi mano sobre sus párpados y los baje con cuidado, deseando que le diera paz.
—¿Qué es lo que sabe? —pregunté al guardia que se mantenía quieto frente a la entrada de la caja fuerte.
—Se llamaba Thomas Hamilton, era uno de los nuevos, lo habían mandado a cuidar dentro de la caja fuerte, ese había sido su trabajo durante los seis meses que había pasado aquí —hizo una pausa—. Las últimas semanas se había estado comportando raro, casi no tomaba las comidas en el comedor como todos habituamos, ya no hablaba con muchos, cosa que no era habitual en él, porque aunque era uno de los mejores soldados, era muy parlanchín —vi como su mirada evitaba ver el cuerpo de su compañero—. Anoche había dicho que no tenía hambre, así que no se presentó en el comedor, por la mañana el guardia que le tocaba el turno matutino vino y vio la escena como la está viendo. El anillo había sido robado y el soldado Thomas había sido asesinado.
Me habían explicado que los guardias vivían en la misma isla, esto para tener más seguridad y así no había mucho movimiento en salir y entrar, la única entrada era por bote aunque no era una alternativa eficaz ya que la isla se encontraba en una ubicación muy alejada de la civilización, además de que todos desconocían de su existencia o eso se pensaba. La otra entrada era por el portal que me habían explicado que solo la realeza estaba permitida a usar.
—¿Ningún guardia vio entrar o salir a alguien? —pregunté mientras examinaba el cuarto.
—No, su majestad. El almacén cuenta con solo una entrada y es la misma que la salida, si se da cuenta no hay ventanas, entonces no hay forma de entrar.
—Pero para alguien si lo hubo —dije.
William volteó a verme, haciéndome señas de que me acercara, en el centro había una mesa llena de tesoros pequeños; William señalaba a una cajita vacía, hecha para guardar un anillo.
—Bien, quiero que me manden toda la información del soldado Thomas, para poder hacerle un funeral como se debe —le dije al soldado principal, el cual asintió a mis órdenes—. Y el quinto anillo, me lo llevaré yo.
Me aseguraría de encontrar otro lugar para esconderlo, ahí ya no estaba seguro.
Al salir del almacén me dirigí al portal para poder teletransportarme con William al castillo, tenía mucho del cual hablar con mi padre y no serviría de nada que me quedara más tiempo en la isla.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora