Capítulo 31 (James)

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Por la noche Alice se había quedado dormida en mis brazos, no podíamos quedarnos ahí pues por la mañana siempre iban a limpiar, así que para no despertarla la lleve a su habitación.
    Luego de ahí me fui a dar un baño porque ya casi era hora de irnos a Itaris, no había podido dormir toda la noche, mi mente no paraba de dar vueltas con toda la información que había captado el día anterior, tenía que encontrar donde tenían a los rehenes.
    Lo único que me calmaba, era sentir como su corazón subía y bajaba, contra mi piel, como su temperatura se volvía cálida cuando la abrazaba, y cómo la tranquilidad inundaba su rostro cuando por fin empezó a soñar. Me reconfortaba verla tranquila porque ella me había hablado de sus miedos y como la atormentaban en la noches, y verla sin ninguno de ellos, me hacía sentir que todo preocupación que tenía se desvanecían cuando la veía.
    Eran casi las siete de la mañana cuando terminé de vestirme y bajé para encontrarme con Chris en el comedor, estaba en un costado, parado.
    —Buenos días ¿Cómo durmió su majestad? —se burló cuando comenzó acercarse para entregarme una carta.
    Lo fulmine con la mirada.
    —Casi no he dormido por esperar esta carta —dije aunque no todo era verdad en esa frase.
    Era la aceptación de la petición que había pedido al rey Ward de ir a su palacio, se me había ocurrido que lo mejor sería hablar con Isabella, ella podría entender lo que mi mente seguía queriendo conectar.
    —¿Dónde estuviste anoche? —pregunté mientras me sentaba frente a mi desayuno.
    —Salí al pueblo —respondió—. Le dije a Alice que te dijera.
    —Por supuesto —asentí, mientras mi mente trataba de negar pensar en la noche anterior.
    Tenía que concentrarme y no ayudaba imaginarme lo que había pasado hace algunas horas.
    —Por cierto, el portal está listo para irnos a Itaris, el sargento nos está esperando allá —dijo.
    Unos minutos después, las puertas se abrieron dejando pasar a Alice, llevaba una falda color azul marino, una blusa holgada de color blanco y un corset que enmarcaba su cintura.
    —Buenos días tirita —dijo Chris.
    Lo saludó con una reverencia y una gran sonrisa. Chris frunció el ceño.
    —Estoy lista —comentó Alice cuando se acercó a mi lado.
    Volteé a verla y no pude evitar formar una sonrisa con mis labios.
    —¿Tú también irás? —le preguntó Chris.
    Asintió.
    Chris volteó a verme con una pregunta en su rostro.
    —No me mires a mi, es la próxima heredera al trono —dije mientras tomaba otro bocado.
    —Oh disculpe —dijo Chris y luego volteó a ver a Alice—. Miss Barclay.
    Alice abrió los ojos de par en par como si no hubiera asimilado el apodo, apreté mis labios intentando ocultar mi sonrisa y mi satisfacción al escucharlo, pero cuando Alice volteó a verme no pude evitar sonreír más de lo que quería.
    —Aún suena extraño —dijo.
    —A mi me gusta —admití.
    Había una electricidad entre nosotros, sentía como cada vez se volvía más intensa. El lazo estaba pidiendo más...
    —¿Ya desayunaste? —le pregunté.
    Asintió.
    —Te ves muy linda —dije.
    —Gracias, ha sido idea mía lo del corset —dijo sintiéndose tan entusiasmada por ello—. Por desgracia, me están haciendo ponerme vestidos más ostentosos, y todo por culpa de Lady Emma. Al parecer una emperatriz no puede andar con vestidos sencillos —dijo con tono burlón—, tengo que ser el ejemplo de muchas.
    Chris se ahogó con una risa. Y Alice volteó a verlo rápidamente para fulminarlo.
    —Disculpen —dijo—. Me ahogué con la saliva.
    —Ajá —rodó los ojos.
    Sonreí, al pensar que esta podría ser mi próxima vida.
    —¿Cuándo me has dejado en mi habitación? —preguntó.
    —Luego de que durmieras, no te quise despertar —dije.
    —Que horror —se sentó mientras se cubría el rostro con sus manos—¿Te imaginas cuántos guardias o mucamas te vieron cargándome en brazos? Solo porque me quedé dormida.
    Una risa salió de mi, áspera y llena de sinceridad.
    —Ahora ¿De que te ríes? —inquirió.
    —Creo que si vamos a ser esposos —comencé a acercarme ella, bajando la voz para que Chris no pudiera escucharnos—, deben de darse la idea, de que en algún momento, tú y yo...
    —Okey, entendí —dijo luego de pararse, sus mejillas se habían ruborizado.
    —Exactamente ¿Qué pasó anoche? —volteó a vernos Chris—. Saben que, no quiero saber.
    —Bien —me pare cuando termine de comer—. Entonces hora de irnos.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora