Capítulo 20 (Alice)

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Escuchaba cómo Olivia y Chriara comenzaban abrir las persianas, mi rostro estaba debajo de una almohada esperando cubrirme de los primeros rayos de sol, era muy temprano.
    Lady Emma nos había pedido estar a las siete de la mañana en el salón principal ya que ahí nos estarían esperando los emperadores y el príncipe para irnos a Neogin.
    Todos estos días me había dedicado a escribir mi discurso, seguía sin estar muy convencida de lo que iba a decir pero yo lo había practicado mucho, aunque no podía negar que tenía muchos nervios de estar enfrente de una audiencia tan grande.
    James me había explicado que él estaría sentado con sus padres cerca del escenario, también me comentó que nos entrevistarían, esto último no nos lo había dicho Lady Emma, supuse que James ya sabía que nos íbamos a enfrentar.
    También, ya habíamos practicado las danzas tradicionales de cada mundo. El discurso se transmitirá por todo el planeta y eso era lo que más me aterraba, sentir como billones de personas estarían viéndome, por suerte Ewel no vería mi rostro, eran pocos los que tenían televisión.
    —Es muy temprano —escupí—¿No podemos dormir un ratito más? Les hago espacio —les dije a las dos.
    Olivia se rió mientras traía el desayuno a la cama.
    —Lo siento —contestó Chiara—. Las indicaciones fueron claras y nos gustaría que se vea perfectamente bien para irse a Neogin.
    Volteé a ver el reloj y marcaban casi las cinco, ese día había cancelado el entrenamiento con Chris ya que ninguno de los dos podría.
    —Se ve que ha dormido mejor —comentó Olivia.
    Si que lo había hecho, había días que la pesadilla me seguía atormentando pero no era tan agresiva como antes, había días en los que no podía conciliar el sueño por el miedo que me había causado volver a caer en la oscuridad de la pesadilla, pero había otros días donde conciliaba el sueño como debía y ningún alma podía despertarme.
    —Lo he hecho —dije mientras tomaba del licuado de frutas—. Es muy temprano para comer.
    —Lo sé —añadió Chiara—. Pero no nos gustaría que llegara con la panza vacía a Neogin, además de que la transportación podría ser un poco agresiva si no trae nada en el estómago.
    Buen punto.
    Luego de que me termine el licuado, me metí a bañar y por suerte el agua ayudó a que pudiera despertar, luego me comenzaron a arreglar, me hicieron un maquillaje sencillo aunque esta vez le agregaron más color a las sombras. Con el peinado me hicieron unas trenzas a los laterales para luego unirlas en un recogido por atrás, pusieron algunas pequeñas mariposas de oro en el peinado, que ayudaban a contrastar con el vestido, era muy hermoso, era de distintos tonos azules y celestes, las telas eran transparentes y vaporosas por lo que hacía que al moverme la falda creará distinto tonos azulados, la parte superior formaba un escote de corazón, y por los brazos caían unas telas de los mismos colores para sujetar el vestido, no me había dado cuenta que tenía distintos toques dorados que resaltaban con la luz.
    Chiara y Olivia también venían vestidas distintas, tenía entendido que me acompañarían a los recorridos por si necesitaba un retoque, además de que se quedarían a cuidarme donde sea que fuera que nos alojáramos en los planetas.
    Eran casi las siete, así que nos apresuramos en bajar, ahí ya se encontraban Mía y sus dos mucamas, al igual que Isabella con sus tres mucamas, Mía traía un vestido con cola de sirena con distintos colores verdes. E Isabella traía un vestido con una abertura en su falda, los colores eran distintos rosas que hacían contraste con el dorado de sus accesorios.
    Isabella había estado más tranquila desde la plática que habíamos tenido, de hecho, ya no habíamos tocado el tema, aunque había varias veces que pude notar su tristeza en sus ojos al ver al príncipe con Mía, no la había cachado viéndome pero suponía que aveces lo hacía, al igual que a veces también yo lo hacía por inercia.
    —Te ves preciosa —dije cuando llegué a lado de Isabella.
    —Gracias —se sonrojó—. De igual modo, tú te ves espectacular.
    Sonreí.
    Mia se me quedó viendo de arriba a abajo, no podía descifrar sus expresiones, era tan callada y sería, pero no dudaba que su mente estaba recopilando todo lo que traía puesto.
    —Que no se cansa de juzgar con la mirada —murmuré.
    Isabella siguió mi mirada.
    —Déjala —agarro mi mano con suavidad.
    Todos estos días había estado muy pegada con el príncipe, de hecho no lo había visto mucho, se la pasaba ocupado y las veces que lo veía libre, Mía apartaba todo su tiempo libre. No había querido aceptarlo pero me causaba un poco de celos, cuando veía que estaban juntos y él se riera de cualquier cosa que ella le susurraba al oído.
    Escuché como los pasos se acercaban a las escaleras, el príncipe venía bien vestido con su traje y su postura elegante habitual, sus rizos bien peinados y sus distinguidas insignias, a su lado estaban Chris y su otro soldado que si no me equivocaba se llamaba William; detrás de ellos venía Lady Emma y más detrás venían los emperadores con sus escoltas por detrás. Todos hicimos una reverencia cuando comenzaron a bajar las escaleras.
    —Buenos días —saludó el emperador.
    —Buenos días su majestad —saludamos a la realeza.
    —Bien, hora de irnos —comenzó a decir el príncipe—. Todas ya han usado los portales ¿Cierto?
     Las tres asistimos.
    —Será rápido, por esta ocasión usaremos el portal del emperador para evitar problemas —añadió.
    Los emperadores comenzaron a caminar hacia una puerta que desconocía su existencia.
    —Vamos chicas —comenzaba hacer señales Lady Emma para seguirla.
    Era una habitación enorme, no tenía ventanas, ni nada para ver hacia afuera, lo único que había ahí era el portal, abarcaba toda una pared horizontal, era rectangular, ya estaba prendido cuando llegamos, si no me equivocaba los portales de los reyes siempre estaban disponibles.
    —Tranquilas chicas —dijo con su delicada voz la emperatriz—. Se que lo harán bien.
    Fueron primero la escolta de los reyes los que pasaron, luego el emperador y después la emperatriz, luego pasó Lady Emma con las mucamas de todas y quedábamos: el príncipe, sus dos soldados y Mía e Isabella.
    El príncipe le ofreció una mano a Mía para dirigirla al portal, ella se acercó con una gran sonrisa y sus mejillas rosadas, el brillo que tenía en sus ojos era auténtico. Ella se le quedó viendo por un tiempo y el le dijo algo que no pude distinguir, vi a Isabella que los estaba viendo como imaginaba que yo los veía, desvié mi atención a Chris y me acerque a él.
    —¿Nervioso? —susurré.
    Bajo su cabeza para verme y se contuvo la sonrisa.
    —Creo que la que debe estar nerviosa es alguien más —sonrió.
    —No me causa gracia —escupí en un susurro—. Tengo algo que decirte.
    Volteo a verme con curiosidad.
    —Dime —dijo.
    —He decidido quedarme, James me dio la opción de irme cuando fuimos al castillo de Lena, pero...
    —Lo sé —su sonrisa era filosa y llena de diversión.
    —Princesa —vi como James ayudaba a Isabella a pasar por el portal.
    —¿Cómo? —volví a dirigir mi atención a Chris— ¿Te dijo él, verdad?
    —No fue necesario, lo supuse cuando él lo descubrió. De hecho, estaba apostando con el abuelo de Lena de que te quedarías y adivina quién ganó.
    —Eres de lo peor —susurré.
    Chris estalló de la risa, su risa era gruesa y llena de euforia, el príncipe volteó a vernos y William le dio un codazo a su compañero.
    —Perdón, perdón —comenzó a guardar silencio Chris.
    —Alice —me llamó James para acercarme.
    —¿Mi turno? —pregunté mientras me acercaba.
    Asintió.
    —Cuantas medallas —exclame—. Se ve pesado.
    —No lo es, aunque es un poco incómodo —admitió —. Te ves muy bien.
    —Si. Igual que Mia o Isabella —solté y de inmediato me arrepentí, su expresión se volvió juguetona.
    —¿Qué supones? —preguntó.
    —Nada, hora de irme —comencé a caminar al portal cuando me detuvo agarrándome de la muñeca.
    Me acercó a él, casi tanto que me ruborice cuando pensé que Chris y William podrían estar viéndonos.
    —¿Tanto te cuesta admitir que estás celosa? —susurró a mi oído.
    Si.
    —¿Por ti? — mi pregunta estaba llena de sarcasmo.
    Asintió.
    —No te daré ese gusto, príncipe —me solté de su agarre y me dirigí al portal.
    —Si de algo sirve, a mi también me cuesta admitirlo —escuché que dijo antes de teletransportarme.

El Ensamble (Cada Diez Años)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora