Capítulo 50

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Emily

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Emily.
Orgullo, tal vez no pueda decir que tenga un gran patrimonio, pero lo que tengo es porque lo he conseguido por mi misma, he aprendido a vivir con el orgullo de que cada cosa que lo he conseguido es por y para mí, y no estoy dispuesta a que alguien más me arrebate eso, mi mayor fortuna, mi hermoso orgullo.

Acomodo mi cabello, que cubre parte de mi rostro, solo para recogerlo en una cola alta.
—Algunas veces me das miedo, ¿Sabes que estás personas nos pueden meter presa si nos metemos en esa embajada sin autorización?

—Y yo podría meter preso al que me ha golpeado con su auto, quien se cree, y luego querer hacer beneficencia conmigo.

Vanessa se pone delante de mí.
—No ha hecho beneficencia, solo ha pagado de lo que ha provocado. —dice intentando desviar mi enojo.

—¿Pero quién le ha pedido que pague eso? Yo no necesito que nadie pague mis cosas.

Parece una eternidad hasta que veo salir a alguien seguido de ¿un custodio?

—Es ese. —murmura Vanessa junto a mí. —Él que viene caminando delante.

—Oye tú, ven aquí. —lo llamo y este me mira extrañado pero se acerca.

—¿Necesita algo? —me pregunta.

—¿Cuánto te debo? —digo sacando mi monedero de mi cartera.

—¿Deberme? —pregunta.

—De la cuenta del hospital, ah y toma. —digo quitándole las flores a Vanessa y golpeando su pecho con ellas. —No estoy muerta para que me dejes flores y yo perfectamente puedo pagar mis cuentas, no necesito beneficencia.

Observa las flores y se las pasa al hombre que se encuentra detrás de él.

—¿No te parece estúpido enviame flores como si estuviese muerta? Y cuando voy a pagar mi cuenta, porque soy perfectamente capaz de pagar mi cuenta hospitalaria, me encuentro con la maravillosa sobrepasa que el idiota que ha provocado mi accidente, me vio como una beneficencia y quiso hacer caridad conmigo.

Él solo me observaba y terminó por negar y sonreír.
Cómo quisiera golpearlo para acabar con esa maldita sonrisa perfecta.
—Cumplir con mi responsabilidad, no es beneficencia. —dice simplemente para darse la vuelta y comenzar a caminar en la dirección por la que vino.

Lo tomó del brazo deteniendolo, pero rápidamente el tipo que estaba detrás de él, me aparta.

—Eh eh, déjala. —le dice al hombre y este baja la cabeza y retrocede.

Yo lo observó sin entender.
—Mejor ve a descansar, te has dado un golpe muy fuerte.

Vanessa se ríe detrás de mí.
—Lo siento. —se disculpa. —Ella es así, no es por el golpe. —dice acercándose. —No sé si me recuerdas, yo he hablado contigo, soy Vanessa la amiga de ella. —habla muy sonriente.

En los brazos del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora