Lo había hecho otra vez. ¿Cómo podía actuar tan relajado? Estaba llevando a su familia a la ruina. Al carajo, el amor. Él ya no sentía amor por ninguno de ellos. Debía hacer algo. Debía detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Sin embargo, no podía. No tenía las fuerzas para tirar dieciocho años de relación. Era el padre de sus hijos. Era el amor de su vida. No podía ser ella quien le diera fin.
Apretó con fuerza sus piernas dejando caer la cabeza contra la puerta.
♥ ♥ ♥
Se cambió de calzado rápidamente mientras intentaba borrar de su mente lo que había visto. ¿Habrá sido este último viaje por las razones que dio? O, ¿solo eran mentiras? Estaba sacando conclusiones tomando como base solo unas fotos que podían tener múltiples interpretaciones.
Despidiéndose de los chicos, salió. Puso la bolsa con el traje en la canasta de la bicicleta y pedaleo. La mayoría del trayecto condujo en piloto automático, hasta hallarse en frente de la tienda de ropa a la medida más cara de la ciudad. Un lugar encantador rodeado por un precioso jardín y una fuente. Se quedaría más tiempo a observar, pero estaba haciendo demasiado frío. Incluso con el calor generado por el ejercicio, podía sentirlo.
Valeria parqueó y sin quitarse el casco, entró.
- Hola, Vicente, ¿cómo estás? – sonrió al chico de, ahora, cabello blanco de raíces negras en la recepción. Cambia el color de su cabello cada vez que lo veía. Se veía bien.
- Detente ahí – le ordenó Jaime, antes que diera un paso fuera del tapete.
Él era el responsable de que cada vez que iba a la tienda pensara en lo absurdo del nombre. Inefable, ¿qué significaba? Además, salía enojada. Entre todos los seres insoportables con los que se había topado en la vida, él era el peor. Era tan... tan... insoportable, patán multiplicado por mil, pero un excelente diseñador. De eso no cabía la menor duda.
- Hola, ¿cómo va todo? – intento pasar de él sin demora.
- ¿Qué haces aquí? – se cruzó de brazos frente a ella, dispuesto a no dejarla pasar.
- Vengo a entregar el traje de Don Bernardo – lo vio chasquear la lengua, decepcionado.
Jaime la miro de pies a cabeza, reparando especialmente en sus zapatos y casco. Era como si ella fuera un zorrillo, hasta le había dado un tic en la nariz. Ese tipo era de lo peorcito. Si lo que buscaba era en una razón para echarla de la tienda, le estaba dando muchas. Aunque, no lo podía hacer.
- ¿Le cuesta tanto ponerse presentable para venir? – y al fin soltó la bomba – Ensucias la imagen de este respetable lugar.
- ¿Quiere acaso que venga en vestido, entaconada y en bici, solo para entregar un traje que ni siquiera yo use? Sí que le falta un tornillo. Usted es un discriminador y un cabeza hueca. El lugar es respetable, pero no puedo decir lo mismo de su dueño.
- ¿Se aseó al menos? – se cubrió la nariz para enfadarla más. Valeria lo asesinó con la mirada. Limpió de malos modos sus zapatos en el tapete y dio un paso adelante, yéndosele encima.
- No y no vengo a charlar. Deme lo que necesito y me iré – levantó el rostro, orgullosa. Tampoco era que le agradara verlo – Por cierto, ¿dónde está el escuálido de su sobrino? – miró por encima de su hombro, en busca de Abel.
- Está muy ocupado. Vamos, entregue el traje.
- ¡Ah! También vengo a recoger el traje de Charlie y a apartar el traje de Don Bernardo para la fiesta de fin de año – Jaime torció los ojos. No se desharía de ella tan fácil. Sonrió complacida.
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♥ Fue un Error Conocerte ♥
Romance¿Cuántas veces nos hemos resistido a aceptar la realidad? ¿Cuántas veces nos hemos esforzado por controlar lo que está fuera de nuestras manos? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de haberlo o no hecho? Y no importa, porque seguimos aquí. Siguiendo...