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Astas se había convertido en el club con mayor concurrencia de aquella parte de la ciudad en cuestión de días. La energía que emanaba atraía a todo tipo de personas sin importar su edad, etnia y género.

Sin embargo, debido a los espectáculos que se exponían a determinadas horas de la noche durante la semana y al tipo de sustancias que se ingerían en específicas zonas del club, la seguridad debía garantizar en un cien por ciento el ingreso solo a mayores de edad. Incumplir esta norma, no era un lujo que Sneyder pudiera darse, a menos que quisiera añadirlo a sus antecedentes y cerrar el club.

A diferencia de los otros tres clubes, el público tenía acceso a él sin necesidad de una membresía, convirtiéndolo en un objetivo difícil de controlar, pero para Sneyder era todo un reto que asumió con placer.

Esta era su cuarta visita y se preparó antes de salir del auto, deshaciéndose de la chaqueta del traje, ya que no la necesitaría. Incluso dentro del ascensor que lo llevaría directo a Elux, la sala privada preparada para las visitas especiales, sintió el calor, cubriendo progresivamente su piel con una leve capa de sudor.

Los colores opacos contrastados con luces fluorescentes, el olor fresco ahumado, el vapor en el ambiente, la forma sexual de los escenarios, los sabores de los tragos y la música vibrante se apoderaba de cada sentido, llevándolo incluso a él a ser parte del gran propósito de Astas. Disfrutar sin importar el día, la hora ni con quién.

Aron ya se encontraba allí recibiendo gustoso los mimos de sus dos acompañantes, mientras que en las mesas contiguas a ellos reposaban varias copas vacías, más de las que esperaba encontrar y era un claro sinónimo de que algo no había ido bien para su amigo. Seguramente relacionado con Angela, pues ella era el único motivo para que Aron Chevalier quisiera perder el sentido.

Levantando el dedo índice pidió al barman la bebida azul clásica de la sala con la que compartía nombre y color.

Con la copa en la mano se sentó diagonal al trío. Una caja diminuta le llamó la atención en la mesa a su lado, se inclinó un poco para leer "XC" en ella. No solo había tomado, también estaba drogado.

Le hizo señas al barman para aumentar el volumen de la música en la sala y luego marcharse. Una vez lo hizo y sin siquiera ver de reojo, supo que los efectos comenzaban. Bebió su copa de un sorbo, dejándola junto a la caja y giró la silla, quedando frente a la pared de vidrio.

Apoyó los codos en el reposabrazos y cruzó las piernas a la altura de los tobillos. Desde allí podía observar todo y a todos, sería suficiente distracción para el tiempo de duración de la droga.

Eligió un personaje al azar, deteniéndose en el hombre que disfrutaba muy animado de los cuerpos femeninos a su alrededor. Tenía veinte tantos años, por su forma de moverse, dedujo que era poco propenso a las fiestas, además de muy poca actividad sexual, lo cual tener a aquellas chicas frotándose contra él debido al espacio reducido, era un sueño hecho realidad. Seguro volvería.

Dio otro repaso rápido al tumulto, encontrándose a la mujer de su segunda visita al club. Esta vez llevaba un vestido gris brillante que cubría lo necesario, sus movimientos eran lo suficientemente sensuales para atraer la mirada de varios hombres. ¿Cuál sería el de esta noche? Siguió su punto de enfoque, encontrándose a un hombre cincuentón, posiblemente con problemas en su matrimonio y entrado en tragos.

Cambió de sujetos, esta vez, puso su atención en el barman. Se movía con estilo, gracia y se demoraba más del tiempo necesario en poner el trago listo frente a las personas en la barra. Preparación, segundo perdido, acomoda la servilleta y entrega. ¿Qué estaba haciendo en ese segundo?

Se levantó del puesto y tomando la puerta de emergencia, subió las escaleras hasta llegar a la sala de seguridad.

Sneyder estaba de pie concentrado en las pantallas frente a él.

♥ Fue un Error Conocerte ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora