Capítulo 1. Tan simple como elegir por ti

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Una tarde a principios de octubre, en un lugar de una ciudad...

Llega tarde. Afortunadamente su destino no está muy lejos, a unos diez minutos caminando. Mira el móvil y no ha recibido ningún mensaje ni llamada. Siente un pequeño alivio y sale de casa. Revisa que lleva las llaves, la cartera y, por supuesto, el smartphone que estrenó tan solo hace unos meses. Va directo a la cafetería donde siempre queda con sus amigos, aunque hoy solamente le estará esperando Álvaro. Si fuera cualquier otro día sería sinónimo de charla, diversión y risas, pero esta vez... su amigo no estaba bien en los últimos meses con su pareja o, mejor dicho, ambos ya no estaban bien con su compañía. Se dejaron demasiado espacio, pensando que por el bien de los dos podría ser la solución que buscaban, pero conforme pasaba el tiempo se dieron cuenta que se encontraban mejor el uno sin el otro. No sabe exactamente qué decirle, aunque todavía recuerda las frases que le dijeron a él cuando también pasó por algo similar.

Guillermo llega a su cafetería preferida: Cafés Al Capone. Se puede considerar que ya es cliente vip, pues suele entrar unas tres veces por semana para desconectar de su rutina y disfrutar a su vez del aroma y sabor de aquello que elige. Desde fuera el sugestivo olor a café actúa como una pequeña tentación a que entres al local. Quizás esto explica la nutrida concurrencia que llena el local a lo largo de los días. Entra tímidamente buscando con la mirada a su amigo entre la multitud de personal que invade el local. Saluda con la mano a su empleada favorita, Sara. La mujer lleva desde los veinte años trabajando en la hostelería; cocinando, sirviendo e incluso en su tiempo libre se dedica a innovar. Innovar, la gran pasión de muchos en su oficio, el querer crear algo que has hecho tú, elegir un nombre para aquello que has inventado y, sobre todo, poder compartir con los demás.

—Muy buenas, Sara. ¿Qué tal va todo?

—Hombre Guille, ¿cómo está mi cliente favorito? —Luego Guille empieza a reírse.

—¿Tu cliente favorito? Vamos, eso se lo dirás a todo el mundo.

—Qué tonto eres, no cambiarás. Sabes de sobra que te tengo mucho aprecio.

Y en eso Sara tiene razón. Se conocen desde hace dos años pero lo que sí es cierto es que entre ellos mantienen una gran amistad, aunque para algunos les pueda resultar raro por la diferencia de edad. Sara tiene 46 años, ojos marrones y el pelo castaño con mechas rubias. Fuera del trabajo viste bastante moderna y respecto a su carácter es una mujer risueña, alegre y acompañada la mayoría de veces de conversaciones amenas. Guillermo tiene 18 años, aunque todo el mundo le dice que aparenta menos. Tiene el pelo moreno, ojos marrones y suele afeitarse a menudo, pues su barba a día de hoy no es del todo poblada. En relación a su carácter, contrasta la seriedad y atención que aplica en sus estudios frente al buen sentido del humor que contagia en su tiempo de ocio. Dos personas que en realidad no son tan diferentes como parecen, una amistad que hasta ahora les ha servido para reír, hablar, desahogarse de sus malos días, apoyarse y comprenderse.

—Por cierto, no has visto entrar a Álvaro, ¿no? —le pregunta Guille mientras pega una ojeada al local.

—¿Álvaro? No, pensaba que venías tú solo.

—Qué raro, he quedado con él hace veinte minutos. Bueno, no creo que tarde en llegar.

—Al fondo queda una mesa libre. Si quieres coge sitio y, cuando lo vea entrar, le digo que le estás esperando y os sirvo.

—Vale Sara, ahora nos vemos.

Y aunque Cafés Al Capone está abarrotado y puede sentirse el calor de sus clientes, el ambiente sigue siendo tranquilo y acogedor. La gente habla en voz baja, incluso se puede escuchar de fondo la canción Across the universe del grupo The Beatles, y eso que tampoco está a un gran volumen. Y en cada mesa se tratan temas diferentes. En una de ellas hay dos madres hablando de la etapa de sus hijos de siete años que van juntos a clase, donde las dos comparten opiniones e intentan aprender la una de la otra. En otros asientos, el dueño de una empresa está evaluando al que podría ser de aquí a poco uno de sus empleados, aunque de momento la cita no ha comenzado como ambos hubiesen deseado. Una mesa más atrás, un hombre le pide a su amigo una cantidad económica, aunque su amigo queda en un compromiso. Justo en la mesa de al lado, un psicólogo evalúa a su paciente para saber si definitivamente ya ha superado los problemas personales que llevaba arrastrando en los últimos años. Luego, en otra mesa, una pareja joven ha quedado por primera vez para conocerse, la cara de ambos está repleta de ilusiones. También hay una mesa, esta vez un poco más grande, donde cinco personas mayores rozando los 70 años se toman un té con leche mientras dialogan de la vida de sus hijos y familiares. Y entre otras muchas mesas más, Guillermo, al fin, observa por la puerta cómo su amigo Álvaro ha llegado.

"Yo también" no es decir te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora