Capítulo 2

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Que disfrutéis flores!

En el momento que Camelia atravesó el portón lateral que usaban los sirvientes de entrada a su propia casa, supo que el tiempo se le había echado encima al escuchar el movimiento junto a las voces provenientes de la cocina, si no tenía especial cu...

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En el momento que Camelia atravesó el portón lateral que usaban los sirvientes de entrada a su propia casa, supo que el tiempo se le había echado encima al escuchar el movimiento junto a las voces provenientes de la cocina, si no tenía especial cuidado la pillarían. Echó la bolsa que contenía los libros en un bidón afortunadamente vacío que solía contener la harina con la que amasaban el pan cada día y ocultó en el mismo la capa que había cogido prestada a su criada.

Por suerte para ella, no había nadie en aquel zaguán que usaban como almacén, así que se aseguró de que lucía lo mejor posible antes de colocar erguidos sus hombros y adentrarse en la cocina con su mejor sonrisa.

—¡Buenos días! —exclamó con un tono inocente de quien no ha roto un plato en su vida.

La cocinera emitió un pequeño grito por la inesperada entrada y la miró sintiéndose más tranquila al reconocerla.

—¿Es que quiere que me de un infarto lady Camelia? —exclamó la mujer con confianza—. ¿Y que hace despierta a estas horas? Por no decir que es evidente que acaba de entrar en casa —aseguró la mujer observándola detenidamente sin perder detalle.

Camelia aprovechó para coger uno de los bollos recién horneados que estaban calientes y que la señora Federica, su cocinera trató de impedir sin darle tiempo a evitarlo.

—Escuché el lamento de un gato cerca de mi habitación y salí a investigar, pero desafortunadamente no le encontré —mintió descaradamente con algo que sabía a la perfección que podrían creer.

A lo largo de su vida había rescatado infinidad de animales domésticos para cuidarlos, darles alimento y después buscarle un buen hogar, esa era la norma de su querido padre Massimiliano, podía acogerles un tiempo pero después debía buscarles un sitio en el que estar.

A veces se preguntaba porque era tan distinta de sus hermanas, no compartía las mismas inquietudes, ni los mismos gustos o pensamientos, padre solía decir que ella era la que más se parecía a él y en parte llegaba a comprenderlo puesto que era la única persona de su hogar con la que podía mantener una conversación que no fuera trivial.

—Afortunadamente —respondió Federica mientras preparaba en una bandeja el desayuno que identificó sería para su propio padre—. La última vez ese chucho que trajiste rompió la mitad de la conserva de mermelada de fresa.

—Dudo que fuera su intención crear algún mal, solo trataba de evitar que le bañara, de todos modos la próxima vez lo haré en el jardín y así no volverá a suceder —atajó Camelia sonriendo y robando otro bollo ante la mirada furibunda de la cocinera mientras corría hacia su habitación donde sabía que su doncella debía estar buscándola desesperada.

El rostro pálido de su sirvienta le comunicó que era evidente que había estado buscándola por cada rincón de la casa y sintió alivio al verla.

—No sabía que tardaría tanto —susurró entrando en su habitación con la intención de asearse y dejarse peinar por esta.

El Tercer Secreto	Donde viven las historias. Descúbrelo ahora