Tuvo que ver como Guicciardini cogía a su hermana de la cintura para subirla a la parte delantera de la calesa de un modo demasiado cercano, tanto que la irritaba notablemente y sin esperar a que la ayudase, subió por sí misma al pequeño carruaje apartando la mirada y centrándose en los artistas callejeros que exponían sus obras sobre espléndidos paisajes del río, sus puentes y el gentío de las calles.
La conversación se centró principalmente en el baile de esa noche y en los rumores que se habían vertido sobre un posible enlace entre el barón Gaetano, viudo en dos ocasiones y una joven que había sido presentada en sociedad esa misma temporada, pero que no ostentaba ningún pariente con título. Aquello le parecía demasiado superfluo; un hombre rico y con título, compraba una esposa joven que podría darle los herederos que deseaba, algo en apariencia normal, simple, algo que todos veían con una normalidad tan inaudita que lograba acrecentar sus ganas de vomitar.
—Puede que el barón ya no goce de su juventud, pero es obvio que quien sale ganando con dicho matrimonio es ella, por supuesto —mencionó Guicciardini cuando su hermana comentó que ella jamás se casaría con un hombre que casi triplicaba su edad.
—Eso solo lo decís porque no sois una mujer. Aunque, ¿Que se puede esperar de un necio patán? —exclamó Camelia atrayendo la atención de las dos damas.
—¡Camelia! —Su hermana dio un pequeño gritito de reprensión.
—No lo sé, ilustradme quizá... —soltó Guicciardini y Camelia alzó una ceja casi sorprendida de que la estuviera retando.
—Habláis de esa pobre joven como si el hecho de casarse con un hombre que casi podría ser su abuelo fuera un triunfo para ella. No lo es. Obtener un título nobiliario, que todas las grandes familias de Florencia le abran sus puertas, que tenga un hogar seguro, comida sobre la mesa, ropajes caros y joyas llenas de piedras preciosas no la hará más feliz, ni logrará que sienta menos repulsión hacia el hombre a quien deberá lealtad. Vos no abogáis a ningún sentimiento de deber, ni de consagración, ¿Creéis que para esa joven aceptar ese matrimonio es fácil?, ¿Que es feliz de ser la tercera esposa de un barón que incluso supera la edad de su propio padre? Esta sociedad, este nefasto circulo de desigualdad que nos ha convertido en meros objetos de transacción ha creado a monstruos como el barón Gaetano, que se aprovechan de su influencia para constreñir a familias desesperadas, como la de esa joven sin apenas dote y en lugar de resultarnos un hecho horrendo y atroz, simplemente lo aceptamos. No importa si ella es feliz o no, ¿Como puede no serlo si se convertirá en una mujer rica? El simple hecho de que la máxima aspiración de una mujer en la vida sea la de casarse en su primera temporada y que su único objetivo alcanzable sea el de formar una familia, lo hace aún mas deleznable —dijo tan abruptamente que se dio cuenta de que apenas había cogido aire para respirar.
—Ahora comprendo porqué Carlo no os ha pedido matrimonio. Probablemente crea que si lo hace, le enviaréis al mismísimo infierno —concretó Guicciardini y Camelia bufó.