Buenas florecillas!!! Espero que hayáis disfrutado del fin de semana de desconexión!
Que disfrutéis de la actualización porque esto va a comenzar a volverse una guerra para ver quien sale vencedor!Era la tercera carta que rompía en menos de una hora. Realmente no sabía qué decir, ni como empezar, ni tan siquiera a quien dirigirla exactamente. ¿Al inútil de Edmondo o a lady Lucía? Quizá solo tenía demasiadas ideas que no la dejaban dormir y había pensado que era mejor escribir, aunque no supiera exactamente como solucionar su problema.
Su hermana la había acusado, sin ningún atisbo de duda, de querer llamar la atención de Guicciardini. ¡Ella!, ¡Cuando no buscaba otra cosa que todo lo contrario! Y lo peor es que después de lo ocurrido esa misma noche por tratar de querer alejarlo de su joven e inocente hermana, algo que empezaba a sospechar que distaba mucho de como ella imaginaba, ahora fingiría cortejarla para dar celos a Carlo.
¡Aquello no tenía ningún sentido!, ¡Carlo jamás tendría celos!, ¡Y encima su hermana pensaría lo peor de ella!
Hundió la punta de la pluma de nuevo en la tinta y cuando llevó la fina aguja al extremo de la lámina cortada con esmero, supo realmente que su mente estaba en blanco y que no solo estaba desperdiciando aquel papel tan valioso, sino también su apreciado tiempo.
Al fin y al cabo dudaba que lord Guicciardini hiciera nada, ¿De verdad ese pretencioso que se las daba de cortejar a las damas más bellas de Florencia y dicho sea de paso, de Europa entera, iba a cortejarla a ella públicamente?
No.
Por supuesto que no lo haría.
Ella estaba muy lejos de ser una beldad absoluta.
Encontraría una excusa banal que alegar para no hacerlo cuando su querida madre le pidiera explicaciones. Incluso estaba segura de que le echaría la responsabilidad de tal cosa a ella con una invención cualquiera.
No había de lo que preocuparse.
Había desperdiciado tres láminas de lino prensado en alta calidad solo por una estupidez.
¡Y todo por el maldito Edmondo!
Ahora no solo le detestaba por exasperarla, sino por ser el culpable de su discusión con su hermana.
Es posible que Georgia creyera que estar casada con el duque de Guicciardini fuera conveniente para su estatus social, pero es obvio que solo se trata de un juicio incoherente producto de un corazón joven y anhelante de ambición. Era su deber velar por los intereses de su hermana, y a pesar de que pudiera obrar en contra de ellos en primera instancia, sabía muy bien lo que le convenía para su felicidad.
A pesar de que era tarde, su desvelo le fue útil para continuar con la lectura de uno de sus libros prohibidos. Su pasión por la filosofía y la medicina comenzaba a generarle un entusiasmo impropio de otras materias y el afán por conocer con más detalle la opinión de otros filósofos o la medicina avanzada de la época, acompañaban sus desvelos hasta altas horas de la mañana.