Capítulo 25

7.3K 1.1K 36
                                    

El día amaneció con una lluvia intensa, era como si el tiempo se hubiera acompasado a la vertiginosidad que se hallaba en su interior desde la noche anterior

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El día amaneció con una lluvia intensa, era como si el tiempo se hubiera acompasado a la vertiginosidad que se hallaba en su interior desde la noche anterior. Conocer la autenticidad de los sentimientos de Carlo hacia su hermana y no poder mediar era insufrible, más aún cuando Georgia pensaba cometer el mayor error de su vida aceptando a Guicciardini. Y mejor no hablaba de este último, porque aquella vertiginosidad se convertía en un huracán dispuesto a arrasar con todo a su paso. Durante años pensó que le detestaba, que era reacia a él por las implicaciones amorosas y poco éticas sumado a su soberbia y falta de respeto hacia los demás, pero ahora... le odiaba. Lord Edmondo de Guicciardini era una plaga que había decidido ser la causa del mal hacia los seres que amaba. Comenzando por Carlo, continuando por Georgia, puesto que era conocedora de las desdichas a las que se enfrentaría si se unía a él en matrimonio y continuando por ella misma, ya que llevaba años tratando de humillarla.

La noche anterior Carlo había tenido la amabilidad de acercarla en su carruaje a pesar de vivir solo a unas calles de distancia y en la puerta, volvió a insistir en que le prometiera no confesar sus sentimientos a nadie. Lo hizo. Sabía que no podía contarle nada a Georgia, Alessia o a su propio padre.

Debía callar aquel secreto por más que su mejor amigo sufriera por ello y sus ideas para que ese matrimonio que parecía gestarse y que estaba segura que Guicciardini llevaría acabo aunque fuese solo por fastidiarla, se agotaban.

Convencer a Georgia parecía un imposible y la idea de matar a Edmondo era mucho más válida en sus pensamientos que si debía llevarla a la realidad.

Los golpes en su puerta hicieron que se levantara de la cama. Era algo tarde, supuso que Franca no había llegado aún porque la tormenta implicaba que no habría visitas y que podía retrasar su desayuno un poco más, agradeció la consideración de su doncella, aunque también sabía que quien llamaba a la puerta no debía ser ella.

Alessia abrió con delicadeza y entró cuando comprobó que Camelia se ataba con minucia la bata de dormir.

—Anoche guardaste especial silencio durante la cena y que no hayas bajado a tomar el desayuno me indica que algo te preocupa. ¿Que paso exactamente ayer? ¿Has discutido con Carlo? —preguntó acercándose hasta el tocador y sentándose en la butaca que había frente a él donde Franca siempre alistaba a Camelia para salir.

Camelia comenzó a deshacer su trenza, normalmente era algo que nunca hacía pero necesitaba estar entretenida en otra cosa que mitigara su fulgor interno.

—No —negó pensando hasta qué punto podía revelar lo sucedido—. Todo está bien entre Carlo y yo.

—¿Te confesó que está enamorado de ti? —exclamó expectante.

—Contra todo lo que Georgia, tú o el resto de la familia piense, Carlo y yo somos como hermanos, nuestros sentimientos son de origen fraternal. Así que no. Carlo no me ama, al menos no lo hace en ese sentido, pero si me confesó sus sentimientos hacia otra dama.

La expresión de Alessia fue de desilusión y posteriormente confusión.

—¿Y entonces porque estás así? Deberías alegrarte por él, ¿no? Tú te casarás con lord di Montis y él con su amada dama.

Camelia no quiso contradecir a su hermana mayor, aunque el hecho de que asumiera que ella se casaría con lord di Montis era apresurar demasiado los acontecimientos, ¿Realmente quería unirse en matrimonio a ese hombre? Una parte de sí misma le decía que era una sabia decisión, la otra... bueno, la otra simplemente reconocía que era improbable que amase a dicho caballero.

—Tuve un encuentro con Guicciardini antes de ver a Carlo. Eso es todo —confesó sin entrar en detalles, como el hecho de que la estrechara entre sus brazos y que hubiera rozado sus labios, aunque los motivos por los que lo hizo distaban mucho de ser indecentes, sino más bien, solo deseaba torturarla.

Alessia se levantó rápidamente de la butaca e hizo aspavientos con las manos.

—Camelia, debes abandonar esa repulsa que sientes hacia el duque. Si todo va según mis planes, Guicciardini pedirá la mano de Georgia muy pronto y eso le convertirá en nuestro hermano. No puedes permitir que el se sienta atacado dentro de nuestro propio núcleo familiar, así que sea lo que sea aquello que provoca esos sentimientos de desdén, cámbialos por respeto. No digo que deba caerte bien, pero al menos tolerarás su presencia sin entrar en ninguna discusión. Eres una mujer adulta, deberías entender que es lo que se espera de ti.

Alessia hablaba como si fuera su madre, probablemente de estar viva, su progenitora le habría hablado del mismo modo, a fin de cuentas ella había asumido en parte ese rol desde que lady Federica murió.

—¿A ti te parece bien que Georgia se case con ese degenerado? Todo el mundo sabe que es un asiduo de prostíbulos, juegos clandestinos y que ha sido amante de un numero vergonzoso de damas casadas. ¿Es eso lo que deseas para nuestra hermana?

Alessia guardó silencio durante unos instantes, quizá pensando en una respuesta plausible o meditando si Camelia tenía razón o no.

—Puede que lord Guicciardini no haya sido un ejemplo a seguir de caballerosidad hasta ahora, pero su soltería le ha permitido el lujo de tener esa vida y no voy a entrometerme en las decisiones del duque, su título le hace honor y debes comprender que le exime de ciertas responsabilidades. En esta vida hay algo más importante que el orgullo, Camelia y es la posición. Georgia se convertirá en la duquesa de Guicciardini y eso está por encima de la reputación que a él le precede. Además, si ha decidido buscar finalmente esposa, estoy segura de que decidirá cambiar su estilo de vida por una encantadora familia. —Su tono de entusiasmo repugnó a Camelia.

¿Encantadora familia?

La simple idea de que tocara a Georgia de ese modo como lo hacía con la baronesa di Rosso... no. Definitivamente no.

 Definitivamente no

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Tercer Secreto	Donde viven las historias. Descúbrelo ahora