Capítulo 23

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Camelia se dio cuenta del modo extraño en que él la observaba y de que tenía la vista fija en sus labios, o en su cuello, de no ser porque el chal le cubría habría pensado que su desfachatez le había hecho observar muy de cerca su escote, pero con...

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Camelia se dio cuenta del modo extraño en que él la observaba y de que tenía la vista fija en sus labios, o en su cuello, de no ser porque el chal le cubría habría pensado que su desfachatez le había hecho observar muy de cerca su escote, pero con alguien como Edmondo ¿Que se podía esperar? Era la desfachatez e insolencia en persona.

—Aparte sus sucias manos de mi —dijo queriendo parecer segura y al mismo tiempo asqueada de tenerle tan cerca, pero la realidad es que casi fue un jadeo cuando sintió como sus dedos apretaban la parte de su cuerpo en la que acababa el corsé, hundiéndose en su carne a través de la tela.

—No —volvió a negar por segunda vez—. No hasta que me digas que haces a estas horas sola en un callejón y sin compañía.

—Mis asuntos no te atañen Guicciardini —declaró recuperando su control.

—Sus asuntos me atañen cuando planeo casarme con su hermana, lo que me convierte en su familia y, por tanto, mi interés. No dejaré que mancille la reputación de mi futura esposa.

¡Que descaro era ese!, ¡No solo le había advertido que sería capaz de matarlo antes de dejar que se casara con Georgia, sino que además, se regodeaba de ello en su cara!

«Plaf»

Camelia alzó la mano y le dio una sonora bofetada que pareció aún más fuerte por el silencio del callejón en el que se hallaban. El escozor en su mano le importaba más bien poco, su regocijo en ver como la mejilla de él se enrojecía era lo suficiente placentero para compensarlo.

—¡La única persona que mancillará la reputación de mi hermana es usted si pretende casarse con ella! —bramó en un tono tan alto que si alguien se había adentrado en la calle le habría oido sin dudarlo.

Gabriele encolerizó, la apretó contra él y se acercó tanto a su rostro que su aliento se mezclaba con el suyo. ¡Esa dama era incorregible! ¡Insensata! ¡Pertinaz! ¡Y con una bravura impropia de su condición!

Por un instante Camelia pensó que iba a besarla, aunque solo fuera como represalia por haberle dado aquella bofetada y usar ese beso como castigo. No. El no podía ser el primer hombre que probara sus labios, ni el primero ni el segundo, ni ninguno porque no concebía que ese patán se atreviese a tanto. En el momento que sintió como su nariz se rozaba con la suya un ferviente calor en su vientre le hizo olvidarse de que podían ser descubiertos, de que si alguien salía en ese momento de la mansión de los Guicciardini estaban condenados a enlazarse de por vida, pero ni siquiera eso parecía alterar las intenciones de Gabriele Edmondo, que la estrechaba contra él con tanta intensidad que Camelia podía percibir cada músculo de su cuerpo bajo el traje hecho a medida que llevaba puesto.

—Me casaré con su hermana —gimió tan cerca de sus labios que por un instante los rozó sutilmente y la corriente fue frenética, pero logró resistir el impulso de devorarlos con firmeza—. Y no podrá hacer nada para impedirlo.

Tras decir aquello se separó bruscamente provocando que Camelia se tambalease y diera varios pasos hacia atrás antes de lograr mantener el equilibrio. Aquel sutil roce la había desestabilizado mucho más que la brusquedad con la que se había apartado, pero la firmeza de su aseveración, le decía que aquel empeño de contraer matrimonio con Georgia estaba muy infundado con la idea de atormentarla.

—Lo hace para fastidiarme, ¿No es cierto? ¡Es capaz de arruinar la vida de mi hermana solo por su estúpido orgullo!

Gabriele sonrió de medio lado y evitó mirarla.

—No voy a negar que me complace ver como alguien la pone en su lugar, algo que su progenitor debió hacer hace mucho tiempo. Usted es una mujer y no tiene opinión, criterio o consideración en estos asuntos. Necesito una esposa y mi familia estaría complacida de que fuera una de las hijas de lord Vasatti. Su hermana mayor está casada y está claro que usted no es una opción... eso deja solamente a lady Georgia a mi disposición y le aseguro que será más que complaciente en nuestra noche de bodas...

—¡Buitre de mala calaña! —exclamó con la intención de propinarle otra bofetada, pero esta vez, Gabriele fue capaz de retenerla a tiempo alcanzando su brazo.

—Vuelva a intentarlo de nuevo y sabrá lo realmente repulsivo que puedo llegar a ser —bramó viendo como el chal se le había abierto dejando a relucir un escote demasiado inapropiado para una dama que caminaba solitaria a esas horas.

¿En que demonios pensaba esa mujer saliendo sola de casa a esas horas? ¿Es que deseaba que la mancillaran?

Camelia forcejeó para soltarse pero él la agarró con firmeza mientras la arrastraba hacia la entrada de carruajes de la casa familiar. A pesar de ser el mismo edificio, se diferenciaba en varias secciones para albergar a toda la familia, incluido su primo, eso otorgaba de privacidad al núcleo familiar pero estaban lo suficientemente cerca para reunirse cuando quisieran.

—¡Soltadme inmediatamente! —increpó Camelia, solo que Guicciardini no lo hizo hasta que  llegó al pasillo que conducía a la servidumbre hacia las estancias familiares.

—Será un placer perderte de vista, ¡enana! —dijo dandole un empujón para que entrara y dándose media vuelta sin despedirse.

Lord Edmondo de Guicciardini, un duque con los modales de un asno, ¡eso es lo que era!

Tenía algunos mechones fuera de su recogido, el chal abierto, un aspecto agitado y seguramente las mejillas teñidas de color por el enfurecimiento que aguardaba en su interior, por eso, en cuanto una de las doncellas la reconoció puso el grito en el cielo pensando que la habrían agredido.

Si. Había sido agredida en su orgullo, de eso no había ninguna duda.

 Había sido agredida en su orgullo, de eso no había ninguna duda

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