Buenas flores!!!!!! Esta semana empecé con retraso y sigo igual hahahaha subiendo capítulos días que no tenia previstos pero espero que la rutina se asiente, coja el ritmo y ya no me resulte tan complicado actualizar cuando tengo el propósito!Sin más, que disfrutéis!
Camelia era muy consciente de la animadversión que aquella mujer sentía hacia ella. No la culpaba, a fin de cuentas había arruinado más de una velada por discutir acaloradamente con su hijo.
Obviamente la culpa siempre había sido de Guicciardini que la sacaba de quicio.
—Lady Lucía —dijo llamando su atención, puesto que acababa de levantarse de la mesa y sonreía ante alguna gracia que una de sus amigas cercana a ella había mencionado.
—¡Oh, querida!, ¡Que susto! —advirtió con un pequeño respingo dándose la vuelta para verla y recalcando su falta de educación al abordarla de ese modo.
Quizá uno de sus mayores defectos era su impulsividad, aunque en muchas ocasiones lo consideraba una virtud, en otras como aquella se reprendía a sí misma por no pensar las cosas detenidamente antes de actuar.
Ciertamente, ella jamás se dirigía hacia lady Lucía por muy amiga de su difunta madre fuera. Sus familias tenían una gran relación desde hacía años y, aunque era obvio que gozarían de una unión que afianzara aún más esa relación, era muy consciente de que la duquesa viuda la toleraba en sus fiestas porque era el único modo de lograr que su padre asistiera.
—Disculpe la intromisión, es que hay un asunto importante del que me gustaría tratar con vos —admitió mientras sus pensamientos trabajaban a marchas forzadas sobre como plantear aquello sin que la dama se ofendiera. A fin de cuentas iba a insultar a su propio hijo y por muy verdad que fueran sus palabras, sabía que la dama le defendía a capa y espada.
—¿Finalmente mi sobrino Carlo se ha declarado? —exclamó con verdadera euforia y la sonrisa de absoluta felicidad se dibujó en su rostro.
Camelia atisbó a ver como se abalanzaba sobre ella para cogerla de los brazos con un ímpetu desconocido y por un momento se quedó sin palabras.
Debió haber imaginado que aquello sería lo primero que pensaría lady Lucía teniendo presente que ella jamás se acercaba para hablar en privado.
—En realidad no —dijo finalmente sabiendo que debía sacar de su error a la dama por más que le pesara.
No amaba a Carlo, al menos no en un sentido romántico porque sí le amaba como a un hermano.
La mirada extraña de la duquesa viuda hizo que a Camelia se le anudara la garganta y no fuera capaz de tragar su propia saliva. Ella solita se había metido en aquel berenjenal, así que debía continuar.
—Si no es de vuestro compromiso con mi sobrino, ¿De que queréis hablarme? —hizo énfasis lady Lucía dando a entender que entre ellas no había tema de conversación alguno.