Tanto Dean como Sam Winchester odiaban el método de traslado rápido que utilizaban los magos. Sin embargo, luego de los extraños sucesos ocurridos en Londres (en el museo y en la casa de los Malfoy Granger), habían decidido aparecerse en aquel poblado cercano a la prisión de Azkaban, llamado Heligoland, lugar en donde Emmanuel Castiel les había informado que podían encontrar a Perséfone Samaras, la diosa escapada del inframundo de Hades, quién debía cumplir cincuenta años humanos en la tierra a fin de optar a un cupo en el paraíso eterno de los mortales. Ya que, según Isis, solo un dios podía combatir a un dios, sin pensar siquiera que una diosa del Olimpo estaba en las filas de quienes había vulnerado.
Iban junto a Ronald Weasley quien era el mago que los había trasladado, mientras Harry y Draco, ayudados por Luna, realizarían los últimos preparativos para ir en busca de Hermione.
Habían aparecido en las afueras de la ciudad en un lugar apartado del embarcadero. Hacía frío y corría viento gélido que les calaba los huesos. Un olor a pescado podrido invadió de inmediato las fosas nasales de los recién llegados pero no había tiempo para detenerse a buscar el origen o realizar comentarios.
—Andando, es por aquí —dijo Sam quien había recibido los detalles por parte de Castiel la noche anterior, cuando al fin habían logrado comunicarse con él, luego de varios intentos, en relación al paradero actual de Perséfone.
—Quizá debimos utilizar un celular y llamar antes... —farfulló Dean a regañadientes, pero era obvio que Perséfone no utilizaba esos medios y quizá nadie en esa isla que parecía estar suspendida en el tiempo. A simple vista, la tecnología no había llegado a ese lugar—. ¡Eh! ¡No caminen tan rápido!
Subieron por una escalera de roca y comenzaron a caminar por el muelle. Luego cruzaron la calle de piedra y avanzaron por la avenida principal, que no era más que una calle con casas de madera, algunas bajas otras de dos pisos, un par de tiendas, una panadería y un pequeño supermercado. Por lo demás, ni la tecnología, ni los edificios altos, ni los autos modernos habían llegado a ese sector apartado del mundo.
Sabían que Perséfone vivía al lado del ayuntamiento pues era una de las pocas profesionales que trabajaban en la isla y que realizaba apoyo psicológico tanto en niños como en adultos. Con eso había forjado amistad con los lugareños contando con acceso libre en Azkaban para intervenir a Lucius Malfoy, el único preso al cual ella podía visitar en la cárcel mágica cercana a la isla; oculta eso sí, a los simples ojos muggles.
El edificio del ayuntamiento no era más que una casa construida en concreto de dos pisos de arquitectura simple pero contando con lo suficiente según los requerimientos del pueblo. Al lado de esta se encontraba una casona tipo americana colonial de madera, con un amplio corredor a ambos lados de la puerta principal, unas cuantas plantas en macetero y un farol a un costado.
Cuando Dean se disponía a llamar a la puerta de la casona, ésta se abrió de inmediato y ahí estaba la mujer que ellos recordaban con lujo de detalle cuando, con aires seductores y siendo la mujer de Hades, se había presentado como ama y señora del averno. Sin embargo, ahora en su lugar se hallaba la misma mujer de piel trigueña, de cabello largo pero en lugar de lucir sus rizos perfectos llevaba el cabello tomado en una trenza sencilla peinada hacia un lado, vestía jeans desgastados con un chaleco de lana y sin maquillaje, no obstante, ese detalle la hacía lucir mucho más joven y su rostro, lejos de demostrar haber sido una diosa del inframundo, parecía simplemente el de un mujer dedicada a la religión. Un extraño escenario para quienes la conocían en su otra faceta. Pero, totalmente atrayente pues su mirada invitaba a perderse en sus ojos negros y a admirar a la mujer que tenían en frente. Realmente Perséfone Samaras era bella.
Les sonrió amablemente y asintió, sin que ellos articularan palabra alguna.
—Buenos tardes, chicos. No hay tiempo que perder —dijo avanzando hacia ellos, cargando consigo solo un pequeño bolso de mano.
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OJOS DE ANGEL IV: SOMBRAS
Random¿Qué relación existe entre la diosa Isis y el mismísimo Salazar Slytherin? Descúbrelo en este Dramione que mezcla la aventura, el amor y la mitología egipcia, mezclado con toques de humor y la ayuda oportuna de Sam y Dean Winchester (los guapos caza...