Draco estaba cansado y bastante ansioso puesto que dentro de unas pocas horas al fin podría volver a ver a Hermione. Sin embargo, no quería salir sin despedirse de sus hijos. Así que antes de ir a su habitación pasó por el cuarto de los niños, en donde también dormía Samantha. Abrió con sumo cuidado la puerta para evitar despertarlos. Adentro vio las tres camas, en un costado y cerca de la puerta, estaba la de Samantha quien dormía con la lámpara de su velador encendida, a su lado se encontraba la cama de Rose Luna, que estaba hecha un ovillo abrazando un oso de peluche, a los pies de ella, también dormía el gato de la casa. Draco se sorprendió de ver ahí a Crookshanks, ese gato se perdía por días y luego aparecía en donde menos se esperaba... En la cama del frente se hallaba Scorpius, durmiendo sobre las cobijas y de revés.
Draco se acercó su hija, le acarició la frente y la besó: —Te amo hija mía. Te prometo que traeré a tu madre de regreso —luego fue hasta donde el niño a quien cubrió con las mantas y le acarició la cabeza—. Sueña con tus escobas, mi pequeño campeón.
Sintió que su pecho se apretaba. Deseaba tanto abrazarlos con fuerza y reír con ellos. En los últimos días, el tiempo compartido en familia había sido casi nulo y eso realmente lo llenaba de tristeza. Sabía que ambos intuían que algo estaba ocurriendo y que la ausencia de Hermione no era nada bueno. Esperaba que Samantha supiera cómo enfrentar la situación; confiaba en sus dotes como educadora, pero no sabía qué pasaba por la mente de la joven. Algo no andaba bien en esa chica que decía que entre ellos existían temas pendientes del pasado. Él, simplemente no se acordaba de nada. Ese sería otro asunto que debía abordar al regreso de Egipto y de paso dejar las cosas claras con Samantha: él amaba a Hermione y jamás le había sido infiel, ni con ella, ni con nadie.
Salió de la habitación, pero antes de retirarse a descansar iría por un vaso de leche a la cocina, no recordaba haber comido durante el día. Lo mejor sería sumar al vaso de leche un buen sándwich de jamón y queso.
—Aquí lo tiene mi amo —la elfina Oco, que parecía no dormir, lo esperaba a la entrada de la cocina con una bandeja con leche y pan.
—Buenas noches, Oco. Veo que ahora adivinas mis pensamientos —dijo recibiendo la bandeja.
—No, señor Malfoy. Solo supuse que tendría hambre.
—Gracias. Y ahora vete a dormir.
—Como diga, señor.
Draco se fue a la chimenea que estaba cerca de la sala de reuniones, se acomodó en un sillón y cenó. Estaba tan cansado que no se dio cuenta cuando se quedó dormido.
Alguien lo cubrió con una cobija para abrigarlo y luego quitó un mechón de cabello blanquecino que estaba sobre su frente.
—¿Cómo es posible que no recuerdes nada, amor mío? No sabes todo lo que te he extrañado y todo lo que he pasado por estar contigo. He hecho todo lo que me dijiste y aun así no eres capaz de hablarme como aquella vez.
Samantha era quien estaba a su lado, quería hablar con él, pero no lo iba a despertar porque se daba cuenta de cuán cansado estaba. Le dio una última caricia en el rostro y se alejó rumbo a la alcoba.
Antes de volver a acostarse, se acercó a Rose y luego a Scorpius para ver si estaban durmiendo bien. El niño se había vuelto a quitar las cobijas. Samantha sonrió y lo volvió a cubrir.
—Descansa, pequeño. Mañana jugaremos de nuevo —dijo la muchacha y se dirigió a su cama. Tenía sueño, pues desde que había asumido su nuevo trabajo le costaba lograr un descanso reparador. Pero sabía que debía acostumbrarse. Total, nadie dijo que trabajar en una casa con magos y brujas fuera fácil.
Acomodó la almohada y cerró los ojos. Sin mayor conciencia de que había caído en un sueño profundo...
Corría por la calle aledaña a la playa principal del puerto de Lido di Jesolo en Venecia - Italia, pues temía que llegaría tarde a su trabajo en el Hotel Plaza que estaba situado frente al mar. La noche anterior había conversado hasta tarde con uno de los pasajeros, un hombre de unos veintitantos años, inglés de cabello rubio y que decía ser mago. No era muy común ver a un mago en medio de tanto muggle. Ella le había confidenciado que era bruja y a partir de esa confesión los temas en común comenzaron a salir al instante.
Sí, aquel hombre definitivamente la había cautivado. Acordaron volver a verse ese día una vez que terminara su turno. Así que por eso trabajó presurosa esperando que pronto fueran las ocho de la noche para poder encontrarse con ese hombre misterioso.
Cuando lo vio, la alegría la embargó de inmediato. Aquel hombre, de cuerpo atlético, de hombros anchos, cabello rubio blanquecino y de un extraño color plata en sus pupilas, la había atrapado de verdad. Por primera vez en su vida podía decir que se había enamorado y que era amor a primera vista.
Sí, el sentimiento era recíproco. Se amaban y se amaban demasiado. Tanto, que no duraron un segundo en subir a la habitación de él y terminar enredados en la cama, amándose y perteneciéndose toda la noche. Jamás con nadie se había sentido tan mujer, tan plena y feliz... Aquel hombre era un verdadero dios y la hacía sentir a ella como una diosa, como alguien que no pertenecía a este tiempo.
Su voz, su manera de expresarse, la forma en cómo la tomaba, las cosas que decía, provocaba que dudase de su humanidad. Era un ser perfecto, único y que la hacía sentir única. Demostraba, además, ser un hombre culto, manejaba tantas áreas de la historia que ella se había quedado perpleja por el dominio de fechas, de hechos pasados y de nombres de personajes históricos. Todo lo que decía, todo lo que conocía, era como si en vez de haberlo leído de alguna enciclopedia, él hubiese sido un espectador de primera fila en todo aquello.
Por eso y por tantas cosas que el hombre le demostraba, en tan solo dos días su vida había cambiado. Él era la persona con quien deseaba estar hasta su muerte. Lo amaba y él la amaba a ella. Pero algo en su corazón le decía que eso no podía realizarse en este tiempo, que su amor era atemporal y que ellos no pertenecían a este mundo.
Cuando despertaron en la mañana, él le dijo que se debía ir, que por más que quisiera quedarse, él no podía hacerlo. Pero antes le había hablado claramente:
—Búscame en el mes de julio del año 2011 en casa de Draco Malfoy. Él vive con su esposa en Wiltshire, Londres - Inglaterra. Debe ser en la fecha que te digo... no antes, no después. Él abrirá una puerta por donde podrás pasar a mi tiempo y así podremos estar juntos una eternidad. Debes entender que ahora no puedo quedarme contigo porque mi eternidad se acaba en este momento. Cambié todo por encontrarte y la única forma de estar juntos, es que tú vayas por mí. Yo allanaré el camino en la mente de él, para que crea que te ha conocido, pero he sido yo quien ha sido tu amor. No él.
Anda, ve. Busca a Draco Malfoy, mi amada Gran Señora. Estos recuerdos se activarán en ti solo un día antes de que el portal se abra. Por ahora, tu meta es buscar a Draco Malfoy en cinco años más. Obliviate.
Samantha despertó sudando y con la garganta seca. Ahora entendía todo, su mente estaba clara y por primera vez sonreía a pesar estar nerviosa y casi aterrada: Draco Malfoy no era el hombre que ella recordaba. El hombre que ella recordaba, físicamente se parecía a Draco, pero su nombre era otro, Jeremías, así le dijo que se llamaba. Todo encajaba a la perfección: las imágenes en su mente, esos seres venidos de otro tiempo, el rapto a Hermione, el portal... ese portal del que tanto hablaban era el camino al encuentro de aquel hombre que ella conoció años atrás. Ella también debía ir, pero no podían saber sus pretensiones porque se lo impedirían. Ya vería qué haría. Pero como fuera, ella debía ir tras Jeremías. Debía volver a estar con él, con el hombre que ella tanto amó por años y que solo hoy sabía toda la verdad.
No obstante, una parte de su vida quedaba clara: el «a dónde debía ir», pero el tema «de dónde venía» no le quedaba claro aún. Mas, si tantos años había vivido con la duda de su familia, otros tantos no le significarían nada. Quizás Jeremías la ayudaría a averiguar todo sobre su verdadero origen.
ESTÁS LEYENDO
OJOS DE ANGEL IV: SOMBRAS
Random¿Qué relación existe entre la diosa Isis y el mismísimo Salazar Slytherin? Descúbrelo en este Dramione que mezcla la aventura, el amor y la mitología egipcia, mezclado con toques de humor y la ayuda oportuna de Sam y Dean Winchester (los guapos caza...