La Lista de Egipto

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Era cerca de medianoche y aún seguían todos reunidos en la biblioteca de la casa de Draco. Cada uno ya tenía definido qué papel iba a jugar en la incursión que pronto tendrían que llevar a cabo para ir en busca de Hermione al Egipto antiguo.

Luna Lovegood era la primera en la lista de los que debían ir, pues sería la encargada traducir tanto los jeroglíficos como el lenguaje nativo en caso de que fuese necesario. Había aprendido bastante como arqueóloga en el mundo mágico y en el muggle, pero aun así no descartaba el uso de magia para poder comunicarse.

En cuanto al amigo inseparable de ella, Rolf Scamander, se quedaría en Londres pues debía vigilar el portal que abrirían. Sería él quien activaría la puerta y quien debía estar atento cada vez que se utilizara. Según los estudios realizados por Luna y la traducción de los símbolos que había efectuado, el mecanismo del cofre se activaba con una llave en forma de estrella que también se encontraba junto a las reliquias encontradas.

El portal se abriría exactamente cada treinta minutos por un lapso de treinta segundos, tres veces al día a contar del momento de la primera apertura, durante tres días seguidos. Es decir, contaban con el tiempo justo para dejar entrar o salir a quienes lo utilizaran. Luego de lo cual el portal se cerraba por treinta días.

Harry era otro que estaba en la nómina, ya que era experto en desarme y tenía vasta experiencia en combate, junto a Ron y Draco.

Perséfone Samaras era una de las más importantes, pues si lo que había dicho la diosa Isis era cierto, la única que podría derrotarlos debido a su calidad de deidad, sería ella.

Los Winchester también irían. No sabían si efectivamente la situación estuviese relacionada con dioses o se tratara de algún otro engendro demoniaco a quien debían perseguir. En todo caso, si de combate se trataba, ellos debían estar presentes. Eso a Draco no le había caído nada de bien ya que su resentimiento aún estaba latente y los celos, por más que quisiera ocultarlos, estaban que se desbordaban. Esperaba no reaccionar en contra de Hermione, aunque tarde o temprano sabía que el tema lo abordaría con su esposa. Pero antes, debía encontrarla y traerla de regreso. Era su mujer y la amaba por sobre todas las cosas.

—Una vez que encontremos a Hermione, solo te pido que te mantengas alejado de ella.

—Ya bastante lejos me mantengo, Malfoy. Y por favor, deja de preocuparte por tonterías y concéntrate en lo que realmente nos aflige —respondió Sam, que estaba al otro extremo de la biblioteca junto a Dean y Pansy.

¿En qué demonios estaba pensando Malfoy, que le largó esa advertencia delante de todos, totalmente fuera de contexto? Se había preguntado Sam, pero no quiso seguir rebatiendo el tema. De seguro el «estirado yaqui Malfoy», lejos de estar analizando el mapa que Potter les mostraba, su mente estaba creando motivos para celar a Hermione una vez que la encontrara. ¿Cómo era posible que una mujer tan delicada y especial se hubiese fijado un albino celópata?

Draco por su cuenta había apretado los puños al extremo que su piel se tornó más pálida de lo que ya era; sentía un cosquilleo horrible en las palmas y unas ganas enormes de reventarle la cara al maldito muggle. A esas alturas ya no podía negarlo: si alguna vez siendo adolescente sintió celos de Weasley o de ese policía que intentaba cortejar a Hermione en Nueva York, nada se comparaba con lo que ahora estaba experimentando. No podía borrar de su mente las palabras insidiosas de Isis riéndose de la infidelidad de Hermione. Pero debía ser cauteloso e inteligente. No podía dejarse derribar por las emociones, pues ante todo estaba la seguridad de Hermione y no por sus dudas iba a poner en peligro la misión.

Harry se dio cuenta de que algo no andaba bien y que Draco debía calmarse. Así no podían ir. No debían estar peleándose a cada instante. Dio un respiro profundo y colocó su mano en el hombro de su amigo.

OJOS DE ANGEL IV: SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora