La Leyenda Dice...

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Habían logrado llegar hasta la ciudad, camuflados como cualquier aldeano. El pueblo se veía bastante convulsionado: gente iba y venía casi corriendo, era tal como lo habían imaginado, ya que se trataba del día de la boda del faraón y por lo mismo los súbditos se esmeraban en dejar todo reluciente, pues el carruaje nupcial pasaría por la calle principal que iba a dar justo a los pies de la esfinge que allí se construía. En ese lugar se lograba visualizar un fastuoso altar, en donde habían dispuesto una mesa blanca en el centro, algunas flores por las orillas y unas cuantas alfombras. Para protegerse del sol, instalaron algunas telas delgadas y por dentro algunas esclavas sostenían en sus manos hojas de palmera para agitarlas y lograr refrescar el lugar.

—De tanta magia que tiene el tal Osiris, pudo haberse traído un par de ventiladores del futuro —dijo Dean a Harry, quien solo sonrió—. O mejor, aire acondicionado.

—Debemos reconocer terreno, aún queda poco más de media hora para que inicie la supuesta boda. Nuestro faraón acaba de aparecer, vino solo, a la mujer del futuro la ha dejado en el fuerte —era Neith quien había llegado al lado de Dean y de Harry junto a Sam y Draco. La muchacha al parecer tenía bastante don de mando en las tropas. Ese carácter era digno de una cazadora pensaron los hermanos Winchester.

—Bien, andando. Y sin despertar sospechas. Malfoy, trata de calmarte.

—Estoy calmado, Potter.

Vieron que delante de ellos caminaba Ronald junto a Luna intentando pasar desapercibidos en medio del gentío. Por la calle del frente lo hacía Pansy junto a la diosa Perséfone.

Mientras tanto Jety había logrado invadir disimuladamente la ciudad apostando en lugares estratégicos a sus soldados. Se había dado cuenta que el hechizo de Osiris efectivamente perdía fuerza, pues pudo aparecerse sin problemas y sentía que su poder aumentaba. Sin embargo, lamentaba que su madre estuviera yéndose y él no hubiese podido hablar con ella.

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Hermione por otro lado, ya estaba vestida, lista para su matrimonio: llevaba un traje largo de seda extremadamente fina, con un cinturón ancho bordado con hilo de oro y que caía holgadamente en su cadera. En su cuello lucía un collar que daba varias vueltas, llegando a formar parte del vestido, el cual era entallado en la cintura, haciéndola parecer una verdadera diosa del Nilo.

Su cabello estaba tomado en un moño en forma de rosquilla, dejando caer algunos pequeños mechones en los costados. El peinado debía dejar espacio para llevar el tocado real, una especie de corona gruesa y ancha elaborada de material vegetal y pintada con polvo de oro. Cuando Hermione la vio pensó que pesaría una enormidad pero era liviana, tanto que a ratos olvidaba que la llevaba puesta.

Mientras una mujer terminaba de ponerle una pulsera de piedras preciosas en su muñeca izquierda, la puerta del aposento se abrió de par en par, ingresando el faraón vestido con el traje para la ocasión: una especie de taparrabo de un blanco impecable, en su mano llevaba el cetro en forma de cobra en cuyos ojos brillaban dos zafiros, además lucía un neme a rayas de color azul y amarillo, pinturas obtenidas con polvo de oro y lapislázuli.

—Veo que te han dejado digna de un faraón  —dijo tomándole la mano y rozando sus labios en el dorso. Las mujeres que estaban allí hicieron una reverencia y otras se pusieron de rodillas, en señal de sumisión al ver a su dios rey tan de cerca.

Hermione sintió que se mareaba y se tocó el brazo en donde le escocía. Sin embargo Osiris no se percató. Además realmente estaba cansada, deseaba su cama y dormir un par de semanas... Hacía años que se no sentía así, desde que...

OJOS DE ANGEL IV: SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora