Cenizas

1.3K 99 32
                                    

Osiris se acercó con paso lento hacia ella, mientras dos de los sirvientes la tomaron de los brazos, apresándola con fuerza.

—¡Suéltenme, no iré a ningún lado! —dijo intentando zafarse, pero era inútil.

—Hay algo que quiero que veáis, antes de que nos casemos. Con eso aprenderéis a quedaros en tu cuarto cuando os digo que lo hagáis. Conmigo, Hermione Granger, ninguna mortal y sangre sucia inmunda como tú, juega conmigo. ¡Llevadla a la sala de sacrificios! ¡De inmediato!

—¡No! —gritó desesperada porque sin saber a dónde la llevaban, el hecho de llamarse «sala de sacrificios» simplemente le presagiaba que nada bueno se avecinaba.

Los hombres caminaron con Hermione por el mismo pasillo hacia una puerta de piedra. Al abrirla y antes de comenzar a descender, le pusieron unas amarras de fierro, tipo esposas, atándole ambas muñecas hacia adelante. Luego de lo cual iniciaron el descenso por unas escaleras interminables. Hermione sentía que sus piernas ya no daban más y se preguntaba por qué descendían a pie, considerando que Osiris tenía instalado un moderno ascensor, el que antes utilizó junto a él, pero era evidente que el mago no quería exponerlo a los sirvientes de ese tiempo pues no entenderían su funcionamiento.

Cuando al fin llegaron a un piso inferior supuso que allí finalizaría la caminata, pero no fue así. En ese nivel había unos cuantos esclavos más. Se trataba de una especie de taller en donde forjaban celdas con barrotes elaborados con algún metal duro, las que no eran celdas amplias, más bien eran como jaulas del tamaño justo para una persona. Pero no pudo seguir indagando puesto que los hombres la condujeron a un elevador rústico: una especie balde hecho de metal con unas cuantas cadenas suspendido en sistema de poleas.

Uno de los hombres levantó a Hermione en brazos y la metió dentro del balde, subiéndose con ella. De inmediato iniciaron juntos el descenso por un oscuro agujero iluminado solo con la antorcha que el sirviente había tomado antes de subir al balde.

—¿Qué es este lugar? ¿En dónde estamos? ¿Por qué hace tanto calor? —preguntó, pero el hombre no respondió ni hizo ningún esfuerzo por mirarla. Los minutos transcurrían y ellos seguían bajando lentamente.

En un momento sintió un estruendo y un fuerte movimiento, supuso que era el fin del camino o se les había acabado la cuerda. En efecto, era lo segundo. Habían llegado a una especie de descanso, en donde había otra cámara y otro ascensor rústico como el que acaban de utilizar, sin embargo, en este nivel no había más personas, solo ellos dos.

El hombre descendió del balde e intentó tomarla en brazos para bajarla pero Hermione ya estaba harta de que la trataran como muñeca de trapo. Dio un paso atrás y acordándose de sus mejores tiempos como policía y, con ese poco impulso que se dio, pudo dar un salto y salir del balde. El hombre la miró sorprendido y a pesar de su adoctrinamiento, no pudo evitar esbozar una sonrisa de admiración.

Luego le señaló que debía subir a otro balde. Hermione obedeció y saltó al segundo receptáculo. Ella esperaba que él la acompañara, pero el hombre le indicó que esta vez bajaría sola pues sería él quien operaría el montacargas para que ella hiciera el resto del camino.

Si hubiese sabido las intenciones de ese hombre, le habría pedido la antorcha. Ahora descendía metros y metros en plena oscuridad. ¿A dónde diantres se dirigía ahora?

Al cabo de un par de minutos y cuando ya pensaba que el viaje sería interminable, el balde había tocado suelo. Debía estar a unos ochocientos metros o un kilómetro de profundidad. El calor era agobiante y el oxígeno escaseaba. Sentía sus fosas nasales secas y un olor a azufre lo inundaba todo.

Iba a salir del arcaico ascensor cuando dos guardias de palacio, vestidos con faldón a la rodilla y torso desnudo, llegaron a su lado. Uno la ayudó a salir del balde y el otro de inmediato le tomó el brazo en forma ruda para conducirla por uno de los pasillos.

OJOS DE ANGEL IV: SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora