Capitulo 36. El verdugo de Antonov; Andrey Ryabinsky.

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Un uniforme militar perfectamente planchado y sin arrugas, un par de botas limpias, casi nuevas y la mitad del rostro cubierto por un cubre cara negro.

Eso, es lo que ven los nuevos aspirantes; Los hombres valientes que se han atrevido a presentarse a la convocatoria para el curso de comandos fantasma.

Noventa…

Noventa soldados que han estado esperando esta oportunidad desde hace más de cinco años, están aquí. Perfectamente formados y uniformados, sud manos sostienen un fusil de asalto con la boca del caño apuntando hacia abajo. Levantan el pecho con orgullo, y su mandíbula apunta hacia la nuca de su compañero de enfrente en una posición de firmes perfecta.

Todos, absolutamente todos, han entrado por voluntad propia. Esos hombres, todos ellos, están allí para tratar de entrar al equipo liderado por el mismo Andrey Ryabinsky.
Noventa hombres entraron y solo tres se quedarán.

Andrey se encargará de hacerlos caer uno a uno. Se encargará de sacar a los más débiles, a los menos capaces, y solo dejará a lo mejor de lo mejor para su unidad de élite…

—Nadie, absolutamente nadie, los ha invitado a este centro de entrenamiento. Ustedes, no son bienvenidos en esta escuela. Los señores instructores, a mi derecha y a mi izquierda, se van a encargar, de que día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, y segundo tras segundo, su mente, y su cuerpo, lleguen hasta donde nunca antes han llegado. A partir de ahora, dejen de llorar, dejen de rezar y dejen de maldecir, por qué dios y el diablo ¡Están, de vacaciones!

El discurso de inauguración finalizó y dos disparos resonaron con escándalo al mismo tiempo y se perdieron en el cielo. El olor a pólvora estallo y la euforia se disparó en todos los cursantes.

Se les ve emocionados por comenzar el curso más difícil jamás antes creado.

Mientras los cursantes esperaban pacientemente, Andrey, se dio la vuelta dándoles la espalda y se dirigió a los instructores que personalmente asignó para llevar el curso correctamente. Ellos se encargarán de vigilar que todos los cursantes hagan al pie de la letra lo que él ordene.

Y Andrey, bueno… Él se encargará de hacerles pasar un infierno.

—Foxtrot, prepárate, marcarás el paso.

—Sí, señor —Uno de los integrantes del equipo Ghost, que no era de los instructores asignados, corrió a posicionarse al frente del primer segmento conformado por cuarenta y cinco cursantes.

—Atención cursantes. Es un buen día para festejar, vayamos a bañarnos y perfumarnos para la ocasión.

Los cursantes no entendieron lo que Andrey decía, solo el mismísimo equipo del general y algunos cursantes que han intentado hacer el curso por segunda vez.
Estos últimos saben perfectamente lo que viene. Y no es nada bonito.

—Atención, soldados, paso veloz… —Rápidamente, se alistaron para correr, doblando la pierna izquierda y manteniendo el cuerpo inmóvil, listos para iniciar a correr, dando el primer paso con la pierna derecha. —¡YA!

Al segundo siguiente, Foxtrot, golpeó el suelo con la suela de su bota con una fuerza abrumadora; dando el inicio a la marcha. Y claro, no puede faltar una porra para elevar los ánimos y la moral.

Las porras dentro del ejército son fundamentales para la moral, consiste simplemente en qué los cursantes deben repetir lo que Foxtrot dice. Son composiciones que no necesitan de algún instrumento para acompañar, simplemente se deben repetir lo más fuerte posible.

—¡Máquina de guerra! —Inicio gritando con todas sus fuerzas y los cursantes lo repitieron poco después mientras corrían.

—Máquina de guerra

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