Capitulo 42. En penumbra.

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En cuanto se alzó con la victoria, un extraño sentimiento de paz y tranquilidad lo invadió por completo.

Lo ha logrado. Logro superar a Vaegan…

Ni siquiera podía creer que le hubiese vencido, y no es por qué pensara que no tuviese la fuerza, sino porque se sentía tan asustado de estar cerca de ese monstruo, que se olvidó de su propia fortaleza.

Estar frente a su abusador le causaba tanto miedo, pero ahora… Ahora lo tiene allí, agachando la cabeza en sumisión, bañado de sangre, chillando por lo bajo debido al dolor del instinto.

—Y pensar que llegue a tenerte miedo…

Vaegan no respondió con ninguna frase burlona, aquella distintiva boca suelta que posee, esta vez no se abrió. Todo lo contrario, apretó la boca mientras sus dientes rechinaron con rabia y se inclinó más y más contra el suelo.

Es humillante, es verdaderamente humillante para Vaegan haber terminado de este modo… Jamás creyó que terminaría aquí, así.

Trata de resistirse a las feromonas, pero le es imposible siquiera moverse de su lugar, trata de levantarse, pero siente que algo le jala desde el cuello y le obliga, más y más, a pegar su cabeza al suelo.

Es como si la gravedad de su cuerpo fallara y le hicieran besar el suelo, mientras gruñe como un loco tratando de resistirse al instinto. Pero no puede.

Azael lo observa en silencio, con una expresión de total satisfacción en el rostro y lo deja revolcarse bajo su atenta mirada.

Cuando pensó que ya era suficiente negarle la muerte, dejo de soltar feromonas, quiere que Vaegan esté en sus cinco sentidos antes de ejecutarlo.

—Ha llegado el final de una vida de barbaridades y pecados incalculables…

Las palabras frías, la mirada hosca, le dan un mal presentimiento a Vaegan, quien comienza a retorcerse como un loco, tratando, de una manera estúpida e ilógica, de soltarse.

—QUIETO —Ordeno Azael, con la voz de mando, paralizándole el cuerpo entero con una sola orden

Azael abrió el hocico, sus colmillos se dejaron ver con claridad desde donde Vaegan lo observa; desde el suelo.

La mordida está pronta a su llegada y… Se detiene en seco, se detuvo y este extraño movimiento desconcertó al general del norte, quien abrió los ojos y lo miro con atención, detallando cada facción de su rostro, percatándose de que este parecía… Pensante.

Parecía estar debatiendo un duelo personal.

—¡Déjame matarlo! —Le reprochó Azael a su portador, no pidiendo, EXIGIENDO, acabar con la vida de Vaegan. —¡Este bastardo de porquería merece morir!

—No. Debem-

—¿No? ¡¿NO?! ¿Qué mierda tienes en la puta cabeza para venir a negarme su ejecución? —Se le vio histérico, colérico, ardiendo en rabia. —¡¿QUIÉN MIERDA ERES TÚ PARA ORDENARME A MÍ?!

—Nos sirve más mantenerlo con vida. —Trato de mantener la calma y retuvo el sentimiento tan terrible de rabia que le recorría el cuerpo entero, incitándolo a volverse LOCO —Debemos-

—¡Sobre mi cadáver! Este puto bastardo… No merece seguir viviendo. —Su tono de voz por unos instantes sonó tan… Nostálgico, como si también le doliera recordar el motivo por el cual Vaegan no merece vivir. Ese tema, ese jodido tema, se siente tan, pero tan personal. —Él…

—Y yo mejor que nadie sé eso. —Lo interrumpió, tratando de hacerle entender que la decisión era la correcta. —Azael…

—Lo mataré ahora que tenemos la oportunidad. Su muerte-

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