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Moon Gaeul caminaba con pasos titubeantes por los amplios pasillos de la universidad

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Moon Gaeul caminaba con pasos titubeantes por los amplios pasillos de la universidad.

Era su primer día y, a pesar de que su hermana le había dicho durante la noche anterior, que la encontraría en la biblioteca para llevarla a su sala de clases, no la encontró cuando llegó al lugar, por lo que se encaminó sola en su aventura de localizar el aula.

Había muchas personas dentro del establecimiento. Algunas caminando de manera más apresurada y otras riéndose con sus amigos mientras se dirigían a algún lugar del campus universitario.

Miró por el ventanal que tenía vistas al entorno de donde se encontraba y se quedó paralizada, deteniendo su andar, con el corazón retumbándole en los oídos. Sus ojos se perdieron en los verdes árboles y arbustos que adornaban el lugar y no pudo evitar pensar en que lo había logrado.

Había logrado entrar a una de las prestigiosas universidades de Seúl, siendo la misma en la que se encontraba cursando sus estudios Haneul, su hermana mayor, quien ya se encontraba en su tercer año de enfermería.

—¡Gaeul! —escuchó que la llamaban a sus espaldas y se giró, volviendo a la realidad.

La figura alta de su hermana no tardó en aparecer frente a ella, con dos cafés en sus manos. Le dio un abrazo apretado con precaución de no derramar el líquido sobre ellas y los talones de Gaeul se levantaron brevemente por la diferencia de altura.

El aroma a fresa característico de la pelicastaña inundó su nariz y su cabello sedoso cosquilleó en su mejilla.

Se separaron y Gaeul no tardó en sentirse insegura. Quería mucho a su hermana, pero no podía ignorar el hecho de considerarse inferior a ella, en todos los sentidos.

A pesar de haber estado siempre rodeada del amor de sus padres, obtener excelentes calificaciones en el colegio y tener el apoyo incondicional de Haneul, ella siempre se percibía insuficiente, en la mayoría de los ámbitos, menos en la creación de pinturas y, por aquella razón, decidió estudiar Bellas Artes.

Sus padres, cuando les comentó su interés de profesión, no se mostraron tan reticentes ante la idea como ella había pensado que ocurriría, por el motivo de que ellos sabían que su hija sería la mejor de toda la universidad y que no tardarían en asistir a sus exposiciones, en donde vendería sus cuadros en grandes cantidades de dinero.

—No te había encontrado, te busqué en la biblioteca —arrugó su nariz en una sonrisa y le entregó el vaso desechable con tapa a su hermana—. Ahora vamos a tu sala antes de que se nos haga tarde, queda en el piso de arriba, en el departamento de pintura.

Gaeul, a pesar de saber que su pregunta podía ser un poco obvia, no tardó en decir:

—¿Vas seguido ahí? —sus pasos se intentaron equiparar a los que daba Haneul, para no quedarse atrás.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora