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A Gaeul le dolían las piernas y quería vomitar

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A Gaeul le dolían las piernas y quería vomitar.

Había corrido de manera desesperada desde la universidad hasta la casa de Yunho, sin pausas ni subiéndose al metro, porque no quería perder más tiempo, porque cada segundo contaba para ella y para el destino de él.

Cruzó el patio delantero y, cuando estuvo frente a la puerta de la vivienda, se permitió tomar aire y regularizar su ritmo cardíaco.

Su corazón estaba latiendo de manera violenta y sus pulmones no lograban llenarse de oxígeno de manera correcta, por lo que cerró sus ojos y esperó hasta volver a recuperar la compostura.

Después de unos minutos, golpeó la entrada con sus nudillos de forma insistente, esperando que alguien le abriera lo más pronto posible. Su cabeza estaba trabajando sin descanso y era consciente de que solo se detendría al sentir a Yunho cerca de ella.

Al tercer golpe, la alta y pétrea figura de Mingi apareció frente a ella, sonriéndole con cariño en cuanto la divisó.

—Perdón por no avisar que vendría —murmuró Gaeul con vergüenza. Sus mejillas se habían tornado rojas y el calor se apoderó de su rostro—. Fue algo de último minuto.

—Me alegra que estés aquí, Gae —el joven caminó hacia ella y la apretó entre sus brazos, actuando espontáneamente, sin detenerse a pensar en lo que su corazón le pedía que hiciera. Se alejó de ella y la observó con la cabeza ladeada—. ¿Vienes por Yunho?

La muchacha asintió de manera tímida, desconcertada por el gesto tan cariñoso de Song, que la había tomado totalmente desprevenida, y lo observó con ojos curiosos en cuanto él se terminó de alejar de su cuerpo.

—Está en su habitación, ¿te quedas a cenar? —comentó, intentando no parecer tan entusiasmado por su presencia.

Dejó entrar a la pelinegra y cerró la puerta tras de ella.

—Me encantaría, ¿necesitas ayuda con algo? —buscó su mirada y le sonrió, mientras quitaba sus zapatos, quedando sólo con sus calcetines.

—No te preocupes, estoy haciendo bulgogi con arroz.

Después de dejar al joven en la cocina, Gaeul se dirigió a las escaleras, pero se detuvo de inmediato al oír nuevamente la voz de su amigo.

—Gracias por venir, Yunho se sentirá mejor si estás con él — Mingi elevó las comisuras de su boca en una sonrisa, pero no alcanzó a llegar a sus pupilas, y Gaeul logró comprender el motivo de por qué Mingi estaba tan contento por su presencia.

—¿No está bien? —replicó, quedándose inmóvil en el segundo escalón.

—Llegando a su habitación lo averiguarás, ve.

Gaeul asintió con la cabeza y siguió su camino, pero con cada peldaño que subía, su corazón se volvía más pesado y los pensamientos abrumadores la atacaron sin compasión, atormentándola hasta llegar a la puerta, que se mantenía cerrada como siempre, de la habitación del muchacho pelinegro con mirada perdida.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora