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San tocó la puerta de la habitación de Yunho con sus nudillos y le sonrió a Gaeul, en cuanto ella le abrió

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San tocó la puerta de la habitación de Yunho con sus nudillos y le sonrió a Gaeul, en cuanto ella le abrió.

Estaba ahí por un motivo importante y debía hablar con ella, a solas. En cuanto sintió que el agua caía de la ducha, supo que el momento perfecto se le había presentado.

Gaeul observó a San, quien la miraba con una extraña combinación de seriedad y amabilidad. En sus manos, divisó un pequeño estuche negro que contenía, para ignorancia de ella, el antídoto que podría salvar a Yunho nuevamente de las fauces de la muerte.

—¿Yunho sigue en la ducha? —inquirió, a pesar de que conocía bien la respuesta.

Gaeul le asintió con un gesto de su cabeza.

—Sí, se demora bastante, dice que mientras se baña puede olvidarse de todas las cosas malas que ha hecho —sonrió—. Lo llama su ritual de purificación.

—¿Lo ha hecho bien con la abstinencia y el litio? —ladeó su cabeza, esperando que Gaeul le contestara con la respuesta que él estaba esperando. El cambio de la apariencia de Moon era evidente y ya no se veía tan desgastada como lo había estado meses atrás, en los períodos más críticos de Jeong.

—Bastante, las noches son las más difíciles por sus pesadillas, pero va mejorando —explicó.

—Me alegra tanto oír eso, te has esforzado mucho.

—Todos —corrigió—. Todos hemos dejado una parte de nosotros en la recuperación de Yun.

San asintió, conmovido por sus palabras, recordando de manera fugaz todo lo vivido con Yunho, con quien había compartido bastante tiempo de su vida, a quien le habría gustado salvar de su desesperación cuando falleció Jongho, arrepentido para siempre de no haber sido suficiente como para ayudarlo a superar la muerte de su hermano.

Detuvo sus pensamientos cuando sintió la mirada afilada de Gaeul sobre él, percatándose de que se había mantenido en silencio demasiado tiempo.

—Gae, escucha —dijo Choi, con voz calmada, pero firme—. Después de pensarlo por mucho tiempo, te traje naloxona, funciona como un antagonista de opioides, lo que significa que puede revertir los efectos de una sobredosis causada por ellos —humedeció sus labios y tragó con dificultad, sintiendo que su garganta se secaba con cada palabra que decía—. No te voy a mentir, esta podría ser la diferencia entre la vida y la muerte, Yunho se ha metido tanto Adderall que probablemente ya no le hace efecto, por lo que debes contar con esto.

Moon asintió con pesadez.

Sus manos nerviosas apretaron el borde de su sudadera gris mientras observaba con nerviosismo el estuche. El peso de la responsabilidad de estar con Yunho cayó sobre sus hombros, pero sabía que debía estar preparada para cualquier jugada del destino.

—¿Cómo lo uso? —preguntó en un susurro, esperando jamás utilizar el medicamento.

San abrió el estuche, revelando una jeringa prellenada con naloxona y una aguja que se acoplaba en la parte superior. Con movimientos precisos, como si estuviera acostumbrado a hacerlo, San ensambló la jeringa, asegurándose de que Gaeul observara cada paso con atención.

—Antes que todo, deberás mantener la calma —comenzó a decir San, encontrando los ojos de ella—. Sé que no es fácil hacerlo, pero en ese momento será lo más importante. Si ves que Yunho está inconsciente, si deja de respirar o dar señales de vida, será tu momento de actuar, si sus labios o sus uñas se tornan azules, por favor ni siquiera lo dudes —casi suplicó.

La muchacha lo observaba atentamente, con un nudo en su estómago que le estaba dificultando respirar, asimilando cada palabra. San le entregó la jeringa ensamblada, mostrándole cómo debía sostenerse correctamente.

—Primero, quitas la tapa de la aguja —continuó Choi, haciendo el gesto para que Gaeul lo imitara—. Luego, debes inyectarlo en un músculo grande, preferiblemente en la parte exterior del muslo, a través de la ropa si es necesario. Esta no es como una inyección normal, así que no debes buscar alguna vena. Presionas el émbolo hasta el fondo y debes asegurarte de que todo el medicamento ingrese en su cuerpo.

Aquello se escuchaba horrible, pero Gaeul, de igual modo, tomó la jeringa, repitiendo los movimientos de San, sus manos temblaban ligeramente, pero con una determinación creciente en su interior, que la preparaban con anticipación para el momento, deseando que no llegara nunca.

San la observó con atención, asegurándose de que entendiera cada paso.

—Una vez que lo inyectes, debes vigilarlo, como siempre —suspiró—. La naloxona comenzará a hacer efecto en uno o dos minutos, pero no es una solución permanente. El efecto puede durar entre treinta y noventa minutos, lo suficiente para estabilizarlo, pero los síntomas de la sobredosis pueden regresar cuando el medicamento se desvanezca —explicó, procurando que su lenguaje fuera lo bastante comprensible para alguien que no estudiaba su misma profesión—. Si no muestra alguna mejoría en los primeros dos minutos, no dudes en administrarle una segunda dosis, te dejé más jeringas en el estuche.

San tomó la jeringa que había usado para enseñarle a Gaeul con cuidado de sus manos, percatándose de que la chica seguía temblando. Guardó el objeto con el antídoto en el estuche, junto a los demás, y respiró profundo.

—Lo más importante, Gae, es que sepas que no estás sola en esto, sé que es una gran responsabilidad, pero todos estamos con Yunho, de algún modo u otro. Si vuelve a suceder otra sobredosis, tendrás que ser fuerte —pidió, sin dejar de observar los oscuros ojos de la chica, que amenazaban con derrumbarse en cualquier momento—. Hazlo por él, y por ti también.

La pelinegra asintió, con los ojos llenos de lágrimas, luchando con no llorar frente a San. Ahogó un sollozo y cerró los ojos, para después abrirlos cuando se sintió calmada, dispuesta a hacer lo necesario para mantener a Yunho con vida. Su mirada, ahora, era firme y decidida, aceptando su inevitable destino.

Estaba preparada para lo peor y, ahora, con la naloxona en sus manos, se sentía un poco más capaz de enfrentarlo.

—Gracias, San —dijo con gratitud.

El pelinegro le devolvió una leve sonrisa, llena de comprensión, cariño y solidaridad.

—No olvides que estamos juntos en esto, Gaeul. Sólo recuerda que si llega ese momento, debes actuar rápido y con determinación, decidida. Yo estaré para ayudarte en lo que necesites.

Ella sostuvo el estuche en sus manos con fuerza cuando San se lo entregó, como si fuera su amuleto de la buena suerte.

Aunque el futuro de Yunho era totalmente incierto, Gaeul sabía que con San a su lado, estaba un poco más preparado para enfrentarlo. No obstante, cuando el joven la dejó sola nuevamente, pidió con todas sus fuerzas que aquel momento, en donde debiera utilizar la naloxona, jamás llegara a golpear su puerta.

 No obstante, cuando el joven la dejó sola nuevamente, pidió con todas sus fuerzas que aquel momento, en donde debiera utilizar la naloxona, jamás llegara a golpear su puerta

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. DATA

Borrador: 19/08/2024

Corrección: 22/08/2024

Total de palabras: 1.126

. NOTA DE LA AUTORA

No les diré por qué San le dio naloxona a Gaeul, porque ya se lo pueden imaginar. 🤠

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora